Un grupo de investigadores británicos ha documentado los primeros casos de transmisión del alzhéimer entre humanos o, más exactamente, que las proteínas beta-amiloides, las típicas placas vinculadas a la enfermedad neurodegenerativa, pueden pasar de persona a persona mediante un trasplante contaminado. La compleja situación que hace más de tres décadas llevó al contagio -si puede llamarse así- no se podría repetir en la actualidad, recuerdan los científicos, pero sí es una advertencia para extremar las precauciones en los procedimientos quirúrgicos. El estudio, que publicó ayer la revista Nature, lo ha realizado un equipo dirigido por John Collinge, profesor del University College.
Las sospechas surgieron al practicar la autopsia del cerebro a ocho personas muertas en el Reino Unido por Creutzfeldt-Jakob (ECJ), una grave enfermedad humana similar al mal de las vacas locas. Los fallecidos, que tenían edades comprendidas entre los 36 y los 51 años, se habían sometido en su infancia a un tratamiento con hormona del crecimiento extraída de cadáveres, concretamente de la glándula pituitaria, un procedimiento que ahora está prohibido (las hormonas se obtienen actualmente de forma sintética). Al menos un 6% de las 30.000 personas que pasaron por el mismo tratamiento contaminado entre 1958 y 1985 desarrollaron ECJ. Se cree que las hormonas que transportaban los priones responsables de la ECJ se habrían adherido a los instrumentos quirúrgicos durante el proceso de extracción.
Extendidos por el cerebro
Sin embargo, la gran sorpresa para los investigadores fue que, al estudiar los ocho cerebros, observaron que en seis de ellos había además depósitos de beta-amiloides, péptidos precursores del alzhéimer. En cuatro, además, los depósitos estaban extendidos por todo el cerebro. Los pacientes no tenían antecedentes familiares de la enfermedad ni tenían tampoco suficiente edad como para haberla desarrollado de forma natural, espontánea, afirman los autores.
«Creemos que la explicación más plausible para la aparición de la patología amiloide es que ha sido transmitida por extractos presentes en los tratamientos de la hormona de crecimiento que estaban contaminados con partículas beta-amiloides», afirmó en un comunicado Collinge. Al igual que los priones de la ECJ, los fragmentos de la proteína beta-amiloide pueden adherirse también a las superficies de metal y resisten la esterilización convencional.
«Es posible que haya tres maneras de que se generen las semillas de estas proteínas en el cerebro -añadió Collinge-. Pueden aparecer espontáneamente con la edad, que haya un gen defectuoso o que surjan tras haber sido expuesto a un accidente médico». La investigación es aún incipiente, debe completarse con pruebas adicionales y «no significa que el alzhéimer se transmita por contacto entre humanos», insistió. «No es una enfermedad contagiosa». En cualquier caso, lo que sí parece preocupante es la capacidad de los beta-amiloides de migrar por el cuerpo humano hasta llegar al cerebro.
«A pesar de un estudio muy interesante, no creo que tengamos que preocuparnos en exceso -comentó a la agencia Reuters el profesor Simon Lovestone, neurocientífico de la Universidad de Oxford. Este tipo de tratamiento se dejó de practicar hace 20 años». Su colega Masud Husain añadió: «Tenemos que ver los hallazgos en su contexto. Los resultados no proporcionan pruebas suficientes para creer que el alzhéimer sea transmisible».
el Periodico
13/09/2015