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Una alumna con dislexia deja de estudiar porque se niegan a adaptarle los exámenes

Después de cuatro años estudiando Bachillerato ha decidido abandonarlo. Las únicas asignaturas que le quedaban para obtener el título, Filosofía y Lengua, se han convertido en su peor pesadilla. Así que tras dedicar los dos últimos trimestres en exclusiva a ellas, ha desistido. "Me esforzaba hasta donde llegaban mis límites y no obtenía resultados", cuenta Lucía (nombre ficticio).

Esta joven de 21 años tiene dislexia, como el 15% de la población, según los datos que aporta la asociación madrileña de este trastorno neurobiológico. "Mi cabeza va más deprisa que mi mano y se me mezclan las cosas", resume. Y cuenta que pidió a los profesores de esas dos materias que le adaptasen las evaluaciones. "En otros institutos sí que me lo han hecho", justifica. Incluso en el mismo centro público madrileño en el que ha estado estudiando el Bachillerato de Artes, otros docentes han sido más comprensivos y sí que han adaptado los exámenes a su dislexia: "Como tengo mucha memoria fotográfica, la profesora de Historia del Arte me daba las presentaciones de Power Point, o el profesor de Historia de España me corregía resúmenes que le entregaba. Hasta he conseguido aprobar inglés, que se me da fatal".

Según denuncia su padre, desde el primer día les dejaron claro al llegar al centro que Lucía iba a tener que esforzarse más que el resto de sus compañeros: "Ella debería tener un asesoramiento pedagógico. Pero lo primero que nos dijeron es que en Bachillerato no hay, porque como no es una educación obligatoria, no la adaptan a personas con discapacidad". Sin embargo, en aquel momento eso no le desalentó; ella tenía claro que para poder dedicarse al Diseño de Interiores debía aprobar Bachillerato. Ahora esos planes se han torcido.

Que a una alumna con dislexia se le examine de forma "ordinaria" es "como si una persona que tiene miopía no usa gafas para hacer los exámenes. ¿Y por tener miopía le vas a suspender? No, ponle las gafas y verás cómo aprende", explica Cristina González, logopeda, que lleva 18 años trabajando con niños con problemas de aprendizaje. "Los disléxicos no cometen faltas porque les da la gana. Tienen un problema para interiorizar las normas ortográficas", apunta Araceli Salas, fundadora de la Asociación Dislexia y Familia (DISFAM). Las dos coinciden en señalar que "se podría abrir la mano" porque a día de hoy los correctores de los editores de texto ayudan a reducir los errores ortográficos.

eldiario.es
6/04/2015

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