José tiene 16 años y representa ese uno de cada 1.000 colombianos que nace con Síndrome de Down. Él recorre de lunes a viernes junto a su madre, Isabel Díaz, el trayecto que separa el barrio las Trinitarias, de Soledad, del kilómetro 10 de la vía a Puerto Colombia. Allí 80 personas con distintas patologías de desarrollo, como él, reciben un tratamiento especial.
Entra al salón de musicoterapia con un sombrero tricolor que dice Colombia. Explora la habitación con los ojos agrandados por los lentes y fija la vista en la tambora que sobresale entre los demás instrumentos.
Detrás del piano, el profesor de música, en este caso, también terapeuta, y los cuatro pacientes con síndrome de Down esperan su sesión conjunta.
El piano suena en el acorde de la menor y sol mayor de una marcha de cumbia. Se detiene la música e inicia el conteo: “Uno, dos, tres, cuatro”, retoma la marcha y José, que sostiene firme las baquetas, sigue el ritmo con precisión en la tambora: cuatro golpes por compás.
José es moreno, como su madre, pero mantiene las características compartidas de los niños que nacen con el síndrome: es de cara achatada, nariz y orejas pequeñas y cabello lacio, aspecto replicado por la trisomía del cromosoma 21.
“Yo lo tuve a los 42 años, el otro día le pregunté a un doctor que si por eso nació el niño así y él me dijo que no, porque había personas jóvenes que con el primer hijo también les pasaba”, cuenta Isabel, que ahora tiene 56 años y espera, como la mayoría de los días, que José termine las terapias.
Musicoterapia y folclor
La valoración de este caso de síndrome de Down, así como otros relacionados con déficit cognitivo, como autismo y el trastorno de atención e hiperactividad, son abordados de manera integral en la Fundación Cambiando Vidas, tal como lo explica el neurodesarrollista Jorge Mercado.
“La musicoterapia no es una receta médica aislada, está articulada por un componente médico y científico desde las terapias de psicológica, fonoaudiología, las de tipo conductual y ocupacional’’, afirma Mercado.
Desde esa perspectiva interdisciplinaria, en la que la música adquiere una aplicación clínica, Walter Cepeda y Andrés Brochero, estudiantes de Licenciatura en Música de la Universidad del Atlántico, diseñaron un programa aplicado al proceso de aprendizaje de los niños y jóvenes con déficit cognitivo de la fundación.
Durante la investigación previa y la ejecución del programa, unos 22 casos fueron atendidos, entre ellos, José y sus compañeros del taller de música.
En el salón hay desde flautas, guache, tambora, guacharaca y otros instrumentos del folclór Caribe. “Estos han reemplazado reconocidas aplicaciones de musicoterapia como la del ‘Efecto Mozart’ debido a que el programa tiene en cuenta la memoria musical y el contexto de la población”, explica Walter Cepeda, uno de los investigadores.
“En la memoria musical común del departamento del Atlántico está muy presente la cumbia como elemento que hace parte de la experiencia individual”, afirma Cepeda.
En el caso de José, él interactúa con la tambora, atento al profesor que va indicando pausas, momentos rápidos y cambios, “a fin de mejorar su conducta, que atienda órdenes y sin episodios de agresividad”.
La terapia se desarrolla acorde a la valoración de los especialistas que determinan las áreas que necesitan reforzar a través la música .
“Antes de que mi hijo iniciara este proceso era muy difícil manejarlo, se ponía terco, muy terco. Yo he visto una mejoría grande. Ya él toca en las despedidas de la fundación y se ve contento”, comenta Isabel, quien tiene dos hijos mayores que no presentan ningún tipo de discapacidad.
Willian Jatib, magister en psicopedagogía, con experiencia en musicoterapia, destaca el aprovechamiento de las cualidades de la música para mediar en procesos físicos, cognitivos, sociales, y psicomotores.
“El juego musical facilita procesos terapéuticos en los que normalmente el niño genera resistencia, pero mientras se involucra en la música las desarrolla con motivación”, comenta Jatib, quien además agrega que “mientras en fisioterapia deben tratar la rigidez de los brazos con movimientos repetitivos, por ejemplo, muchas veces los niños se fastidian y no acceden a realizarlos. Pero cuando incluimos unas maracas ellos se apropian y hacen el esfuerzo para que suene bien, hay motivación y la recuperación se puede dar en menor tiempo”, concluye Jatib.
Déficit cognitivo
El síndrome de Down tiene una tendencia al aumento en los países latinoamericanos. Las estadísticas oficiales de 2007 registran 300 mil casos de niños con este síndrome, una tasa global del 1,88%, donde Colombia figuraba con un 1,72% de su población. A la fecha no hay un censo actualizado.
El trastorno por déficit de atención e hiperactividad (Tdah) es un trastorno neuropsiquiátrico que tiene una incidencia entre el 3% y 7% a nivel mundial en la población infantil. En Latinoamérica se considera un problema de salud pública que afecta aproximadamente a 36 millones de personas.
En Colombia no hay cifras oficiales de la población con autismo.
http://www.elheraldo.co/tendencias/musicoterapia-a
12/11/2014