Hace unas semanas, un joven amnésico fue encontrado en una playa inglesa. Incapaz de pronunciar palabra, dibujó un piano y, desde entonces, sólo se comunica tocando este instrumento, la mayoría de las veces composiciones propias. Muchos dudan de la verosimilitud de esta historia, pero lo cierto es que estas anécdotas suceden en la vida real. Al director del Instituto Música, Arte y Proceso, el centro de musicoterapia de Vitoria, Patxi del Campo, le pidieron que ayudara a recomponer el pasado de un hombre mayor que tarareaba una canción. Identificado el origen de la letra, se reconstruyó su identidad.
Los musicoterapeutas, no obstante, no se dedican -no, al menos, únicamente- a bucear en la identidad de sus pacientes. Su labor es mejorar la calidad de vida de las personas que tratan, la mayoría con afecciones psicológicas o neuronales.
Alzheimer, Parkinson, depresiones, estados de ansiedad, hiperactividad o trastornos de alimentación son sólo algunas de las dolencias que puede abordar esta disciplina que imparte el Instituto de Musicoterapia como un curso de postgrado de tres años. Sus cien alumnos son, en su mayoría, profesores, psicólogos, enfermeros, músicos, logopedas, pero también hay licenciados en Bellas Artes o Trabajo Social que proceden de cualquier punto del Estado, pues es el único instituto que, como tal, existe en España.
Su profesorado también trasciende fronteras e incorpora varias figuras mundiales, producto de la dimensión internacional que ha adquirido el instituto, cuyo postgrado se ha incluido durante cuatro años dentro de los títulos de la UPV; un logro que ha llegado tras más de dos décadas organizando congresos y seminarios, a veces en soledad, pues España estaba a años luz de la investigación de otros países.
Sus estudiantes hacen prácticas en hospitales, pisos de acogida y residencias de la Tercera Edad. Además, en el propio centro se atiende a particulares -hombres y mujeres de cualquier edad- y a colectivos, como a una quincena de niños autistas de la asociación Arazoak.
El campo de las necesidades educativas especiales es también un territorio en el que la musicoterapia tiene mucho que decir. "Están muy receptivos", asegura Del Campo. Todo esto perfila un escenario en el que "cada vez los alumnos tienen más horas de trabajo", ya que la musicoterapia gana terreno a medida que la gente lo conoce. "Siempre les digo a los alumnos que su salida laboral son unas prácticas bien hechas y nuestro tercer año del postgrado se dedica a ello", asevera.
noticias de alava
10/06/2005