Las principales causas del daño cerebral adquirido, que altera las funciones motores y sensitivas, son los ictus, el traumatismo craneoencefálico (sobre todo por accidentes de tráfico) y los tumores. Sus secuelas son múltiples y, dependiendo de la gravedad y de la zona afectada, se manifiestan en trastornos de la movilidad, problemas de comunicación, déficits cognitivos y alternaciones emocionales y de la conducta. Esta combinación de secuelas imposibilita la realización de alguna actividad básica de la vida diaria en un 60% de los casos y la discapacidad severa o total en un 45%, según la doctora María del Carmen Martínez Garre, del Servicio de Rehabilitación Neurológica y Daño Cerebral del Hospital Universitario Vall d’ Hebrón de Barcelona.
Con motivo del Día Nacional del Daño Cerebral Adquirido, que se celebra este domingo 26 de octubre, la doctora Martínez Garre, que también es portavoz de la Sociedad Española de Rehabilitación y Medicina Física (SERMEF) y presidenta de la Sociedad Española de Rehabilitación del Daño Cerebral Adquirido (SERDACE), ha recordado que en España se producen “250 casos nuevos de ictus por 100.000 habitantes al año y es la principal causa de discapacidad en el adulto. Actualmente más de 300.000 personas en el país presenta una discapacidad como consecuencia del ictus”.
La rehabilitación puede ayudar a prevenir las complicaciones secundarias a la lesión cerebral, preservar las estructuras y las funciones, y conseguir alcanzar la máxima capacidad física, funcional, y social para que el paciente pueda reintegrarse a su medio socio-familiar y, si es posible, laboral.
Pero también el traumatismo craneoenfálico es una causa importante del trastorno, con 200 casos nuevos de TCE por cada 100.000 habitantes, de los que un 10% son casos graves que provocan una discapacidad severa, explica la doctora Martínez Garre: “La mayor frecuencia se da en individuos jóvenes”.
El daño cerebral por estas causas ocasionan déficits neuromotrices cognitivos, neuropsicológicos y sensoriales, que conllevan pérdida de movilidad en las extremidades, trastornos del lenguaje, de la visión y trastornos cognitivos y neuropsicológicos como disminución de atención y dificultades de concentración y retención, alteración de la capacidad de aprendizaje y de ejecución, trastornos de la memoria inmediata, deterioro intelectual, alteración de la personalidad y trastornos de la conducta.
“Todos estos déficits van a tener una repercusión funcional que se manifestará como alteración de la comunicación, del trastorno del movimiento, del equilibrio y de la marcha”, sostiene la doctora Martínez Garre. “Todo ello dará lugar a que estos pacientes sean dependientes en las actividades básicas de la vida diaria, pero la rehabilitación puede ayudar a prevenir las complicaciones secundarias a la lesión cerebral, preservar las estructuras y las funciones, y conseguir alcanzar la máxima capacidad física, funcional, y social para que el paciente pueda reintegrarse a su medio socio-familiar y, si es posible, laboral”.
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25/10/2014