Entre el 3 y el 5% de los niños españoles padece el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), un trastorno del comportamiento que se caracteriza por la dificultad del niño para estarse quieto, con un exceso de movimiento y una marcada dificultad para mantener la atención y para concentrarse que pueden conllevar el fracaso en distintos aspectos de la vida (académico, social y familiar). El diagnóstico precoz y un tratamiento correcto desde el principio ayudan a controlar los síntomas y a evitar complicaciones. No obstante, aún hoy muchos de estos niños y adolescentes no están diagnosticados y no reciben un correcto tratamiento. Esto se debe, en algunos casos, al hecho de que los padres no consideran que la manifestación de dichos síntomas tenga la suficiente entidad como para reconocer que su hijo tenga un trastorno.
Tal y como apunta la doctora María Jesús Mardomingo, presidenta de la Asociación Española de Psiquiatría Infanto-Juvenil y Jefe del Servicio de Psiquiatría y Psicología Infantil del Hospital Universitario Gregorio Marañón de Madrid, “sin un tratamiento individualizado y una intervención eficaz el TDAH puede producir problemas en el comportamiento incluso en la edad adulta en el 50% de los casos.”
Los primeros síntomas, dice la doctora Mardomingo, ya se manifiestan cuando el niño es muy pequeño. Hay madres que, durante el embarazo, notaron que el feto tenía una gran inquietud y se movía mucho. Otras veces los padres empiezan a notar determinados síntomas durante los tres primeros años de vida: niños inquietos, que empiezan a correr antes que a andar, duermen poco, tienden a desobedecer y a no escuchar cuando se le habla.
Hay otro grupo de niños que manifiestan cambios del comportamiento en el colegio. Durante los primeros años de la escuela, los niños con TDAH pueden experimentar trastornos del habla o dificultad para expresar sus ideas y emociones. Pueden aparecer problemas de rendimiento y motivación, de razonamiento verbal y de interacción social. El comportamiento poco atento, impulsivo e inquieto en el aula tiende a interrumpir el proceso de aprendizaje, dando lugar a unos deficientes logros académicos y a la repetición de cursos. Todo ello, por otro lado, hace que sea frecuente la coexistencia de enfermedades como depresión o ansiedad.
En un adolescente o adulto, la hiperactividad se percibe menos desde el exterior, pero los problemas de atención, de concentración y de relación social se mantienen. Es posible que existan trastornos de conducta u otros problemas asociados. Todo ello conlleva una gran dificultad para continuar los estudios, mantener un trabajo estable o relacionarse en sociedad o con la familia.
Las consecuencias de este trastorno son muchas y variadas: para los padres queda un sentimiento de frustración, tristeza y decepción; entre los profesores hay insatisfacción ante un alumno que no colabora y no sigue las normas, y para los compañeros, el niño con TDAH simplemente les molesta. Pero a su vez, el propio niño ve, con impotencia, cómo incumple las expectativas de los otros y no suele conseguir sus objetivos aunque se lo proponga. Además, observa cómo va perdiendo el tren del desarrollo académico, de la relación con sus compañeros, etc. Considera que no se le comprende y percibe con frustración el rechazo. En opinión de los especialistas, esta situación puede mejorar con un tratamiento farmacológico y psicoterapéutico adecuado. En este sentido, se ha observado en estudios rigurosos que los pacientes tratados tienen una mejor evolución hacia la adolescencia y la edad adulta que se traduce en mejores resultados académicos, llegando a alcanzar una mejor capacitación profesional en la vida adulta además de mejorar la interrelación con padres, familias, profesores y amigos.
Además, como señala la doctora Mardomingo, “la mayoría de los niños asume bien que tenga que tomar tratamiento porque ellos mismos se sienten mejor, se dan cuenta de que tienen menos problemas, en casa con sus padres y en colegio con sus compañeros y profesores, y no sienten ese desasosiego interior como consecuencia del TDAH”. “Los niños, además, saben que, aunque tengan un trastorno, el médico les está ayudando a superarlo, de ahí que sea muy importante una estrecha colaboración de éste, explicando al niño el porqué de su tratamiento”. En el caso de los pediatras y los médicos de Atención Primaria, concluye la doctora Mª Jesús Mardomingo, es fundamental que sepan reconocer los síntomas del trastorno, puesto que eso facilitará que el diagnóstico se haga bien y pronto”.
BuscaSalud.com
6/06/2005