Rocío Ramos, junto con el psicólogo Luis Torres, ha escrito el libro «Niños: instrucciones de uso», de Editorial Aguilar. Se trata de un manual de casi mil páginas que detalla «cómo cuidar a los pequeños desde su nacimiento hasta los ocho años», apunta Rocío Ramos.
–¿Es que antes los padres no educaban bien o es que ahora se han vuelto un poco paranoicos con el tema?
–Antes no lo hacían mal, lo que ocurre es que se puede hacer mejor. Cada momento es distinto, y el de ahora nos genera mucha incertidumbre.
–¿Qué papel se debe conceder al sentido común en su educación?
–El sentido común es el mejor de los sentidos. Lo que ocurre es que en la consulta atendemos a muchos padres que, después de aplicarlo, han llegado a la conclusión de que existe una dificultad en la relación con su hijo y no quieren que vaya a peor. No saben cómo poner premios o castigos, qué hacer si no quiere comer, dormir por la noche... Otra de las preocupaciones son las rabietas, pero los padres deben saber que es normal que las tengan, lo raro sería que no las tuvieran. Lo que ocurre es que a los mayores nos son muy incómodas de aguantar.
–¿Son los padres más exigentes? ¿Se agobian más y, por eso, necesitan ahora más respuestas?
–Tenemos menos tiempo. Antes los padres decían a los hijos lo que había que hacer y lo que no. Ahora les presentan varias opciones para que sea el menor el que decida.
–¿La felicidad de un hijo depende en parte de la educación que reciba?
–Un niño feliz es el que tiene hábitos, límites, se siente querido, valorado y sus padres tienen tiempo para él. Traducido a la práctica, es aquel que tiene un horario y lo cumple, al que le digo que "no" independientemente de la reacción que tenga, al que dedico tiempo para estar con él, el que siente que le escucho y me trago sus historias de cromos... Todo ello hace que el niño se sienta seguro, comprendido y, por tanto, feliz.
–¿Son los padres conscientes de que hay que hacer niños responsables para que sean felices?
–Sí. Hay que ser tan constantes como conscientes. No sirve con hacerlo bien un día y, si no les vale, hacer otra cosa. La constancia es la clave.
-¿Poner de acuerdo a los padres es un primer paso?
–Sí, incluso antes de quedarse embarazada la madre. La mayoría de los conflictos se deben a la falta de acuerdos entre ellos. Lo difícil, y lo más efectivo, es que los padres eduquen en la misma dirección. No vale lo del poli bueno y poli malo. Si no hay acuerdo y uno castiga y el otro por detrás le levanta el castigo, el más perjudicado es el niño.
-Todas las edades tienen sus peculiaridades. ¿Cuál es la etapa más complicada: la del recién nacido, la de ponerle normas, la adolescencia...?
-La adolescencia, sin duda. Lo que ocurre es que los padres dejan pasar muchas etapas en las que no sientan las bases para que sus hijos tengan una buena adolescencia. Es un grave error. La adolescencia es una etapa de conflicto con los padres, una etapa que hay que pasar, como el sarampión.
–En el libro se insiste mucho en decir a los hijos "te quiero". ¿Son los padres españoles poco cariñosos?
–No, pero el estrés y las prisas no nos dejan fijarnos en todo lo positivo de los niños. Tienen dificultades en el colegio, y cuando llegan a casa, además de un montón de deberes, no recogen su habitación, tardan en ir a la ducha... Si unos padres se pasan la cena recordándole las cosas pendientes, ya no les sale decir "te quiero" porque en ese momento están enfadados y se pierde la oportunidad de decirle lo bien que ha hecho otras cosas en el día.
ABC
26/06/2014
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