Jugar responde a la necesidad de los niños y niñas de mirar, tocar, experimentar, sentir, curiosear, expresar... Jugando se crece, se aprende, se disfruta, se conoce el mundo exterior, se desarrollan las capacidades mentales y emocionales. Pero los más pequeños cada vez tienen más difícil dar rienda suelta a este impulso vital espontáneo.
Las razones: los padres no tienen tiempo para entretenerse con ellos, no hay espacios apropiados para disfrutar al aire libre y, sobre todo, existe una obsesión por mantenerles limpios, alejados de la suciedad y, por tanto, del contacto con la realidad. Éstas son algunas de las conclusiones principales que se extraen del primer seminario sobre el sedentarismo y la participación de los padres en las actividades de los niños, que ha sido organizado por Skip, la Asociación Internacional del Juego y la Universidad Europea de Madrid esta semana en la capital española.
Tal y como explicó Bernabé Tierno, psicólogo y pedagogo, «el hombre siempre está haciendo algo con las cosas y en ese quehacer se siente impregnado de la misma materia que está hecho. Jugar con el barro, con la tierra, ensuciarse haciendo deporte es ponerse en comunicación con la naturaleza y que tenga la sensación de que está sobre las cosas, las domina y puede ponerlas a su servicio, utilizarlas».
En este sentido, John Richer del Oxford Human Sciences, en Reino Unido, recordó que el exceso de celo con la suciedad provoca más posibilidades de que el menor desarrolle alergia en la edad adulta, «un problema cada vez más frecuente en los países desarrollados», apuntó el científico británico. Otros trastornos que pueden manifestarse más tarde y que están asociados a la represión y el temor de los padres a que el niño se manche son los psicológicos. «Perfeccionismo, la obsesión por la limpieza, dificultades en las relaciones sociales, falta de naturalidad, baja autoestima, inseguridad, entre otros», recalcó el doctor Tierno.
A la insistencia en la higiene, se suman otros factores que están impidiendo que los más pequeños desarrollen su creatividad natural, tal y como revela el 'Estudio sobre los hábitos de los niño's 'españoles,' que fue presentado durante el transcurso del seminario. El trabajo, en el que se encuestó a 1.344 madres con hijos menores de 14 años y que ha sido realizado por la Universidad Europea de Madrid, pone de manifiesto que el principal motivo alegado por los padres (un 85%) para no jugar más con sus hijos es la falta de tiempo, aunque también es cierto que hasta un 79% de los progenitores no insiste a sus descecendientes en que juegen con ellos. La forma en la que los pequeños se divierten también está cambiando.
Ahora, sólo un 28% de ellos juega fuera de casa (calle, colegio, parques, entre otros). Para Alfonso Delgado Rubio, presidente de la Asociación Española de Pediatría, este hecho también está teniendo consecuencias negativas en la salud infantil.
«Los niños de hoy pasan horas sentados frente al televisor o ante la pantalla del ordenador, lo que está provocando un aumento de la obesidad. Son juegos individuales, que se llevan a cabo encerrados en sus habitaciones, y que acaban provocando soledad. Uno de ellos es especialmente peligroso sin la supervisión de los padres y es Internet, donde no hay un control sobre lo que aparece en el ordenador», señaló este especialista. Recuperar los beneficios de jugar en el exterior, que los padres '' aprendan de nuevo a disfrutar de los hijos y compartir más horas con ellos, que se dé rienda suelta a su creatividad y experimentación y reflexionar sobre las actitudes y valores que mandan en nuestra sociedad actual son algunos de los llamamientos realizados por los especialistas para que se logre cumplir el derecho fundamental de los menores, recogido en la Carta de los Derechos de los Niños de Naciones Unidas, a jugar.
Defienden también la necesidad de recuperar las actividades deportivas, que sólo las realiza la mitad de los hijos de las madres encuestadas, así como el disfrute de la naturaleza.
elmundo.es
30/03/2005