Hace un año, Cristina apenas reconocía los colores básicos ni podía contar del uno al diez, su tono de voz era tan bajo que hacía aún más ininteligible lo que decía y prácticamente se comunicaba con holofrases –expresaba una idea con una sola palabra–. «Ahora parece otra», aseguran las dos profesionales que la han tratado en este tiempo, y lo ratifican sus familiares. Cristina padece Síndrome de Down, es una de las alumnas del Centro de Educación Especial Fernando Arce, de Torrelavega, y su evolución es fruto de la primera experiencia de terapia asistida con animales aplicada a la logopedia.
Un proyecto pionero en España y en Europa, que ha puesto en marcha la doctora en psicopedagogía Ana Riaño, avalado por María Jesús Franco, presidenta del Colegio Profesional de Logopedas de Cantabria, y que cuenta con un aliado clave: Suri, el perro que colabora en las sesiones programadas para superar las dificultades en el habla de personas adultas con discapacidad intelectual. Nala, una cachorra de cinco meses, se prepara ya para 'ayudar' en la tarea a Suri y ejercer de terapeuta. Ambos guían a Cristina hasta la sala de terapia, donde cada lunes participa durante media hora en las actividades diseñadas para la consecución de los objetivos marcados por la logopeda.
Hoy toca repasar los colores y los números y trabajar conceptos como dentro y fuera o izquierda y derecha. «Son objetivos muy básicos, pero muy complejos de conseguir. En logopedia no nos ocupamos sólo del habla, sino también del lenguaje y la comunicación. Y el handicap que tenemos es que con la terapia convencional conseguimos resultados in situ, pero generalizarlos cuesta muchísimo. Ahora queremos investigar, con el estudio de nuestros registros y la evaluación de datos, si gracias a esta nueva metodología de trabajo hemos generalizado esos objetivos», señala Franco.
Mientras explica cómo surge la idea, que «está teniendo muy buena acogida en varios países de Europa», Cristina forma un aro con las piezas de los colores que le ha marcado la técnico. Y Suri, a las órdenes de la joven, lo atraviesa una y otra vez. El juego envuelve el aprendizaje.
«El perro es un recurso que facilita este tipo de actividades. Es un estímulo multisensorial capaz de captar la atención del paciente y consigue una motivación tremenda. Por poner un ejemplo, no es lo mismo trabajar el ejercicio del soplo, fundamental en logopedia, haciendo pompas de jabón en una sesión convencional, que hacerlas y que te las explote un perro, que es mucho más divertido», dice Riaño. Lo mismo ocurre con las praxias, los movimientos para ejercitar la musculatura oral y facilitar la articulación, que habitualmente se realizan ante el espejo. «En la terapia clásica puede resultar tedioso, pero si es el perro el que trae incorporado en el peto los ejercicios y el alumno elige un papel y lo imita, la actividad se vuelve mucho más amena», añade la logopeda.
La elección del perfil
La elección de Cristina para la puesta en marcha de esta innovadora terapia no fue al azar. «Buscamos un perfil determinado. En su caso, tiene muy buenas habilidades comunicativas y el objetivo es que sea más entendible cuando habla, empezando por el contacto visual, que es el inicio de la interacción». Una de las pruebas de que el trabajo está dando «buenos resultados» es que «Cristina ha evolucionado en el desarrollo del lenguaje, pasando de la holofrase a construcciones gramaticales de tres elementos (sujeto, verbo y complementos), al tiempo que, a nivel del habla, hemos logrado que suba el tono de voz. Al dar las órdenes al perro eleva el volumen, mejorando así la articulación».
El éxito de esta primera experiencia ha llevado a sus impulsoras a incorporar a Suri a las actividades de logopedia dirigidas a otros dos jóvenes con discapacidad con un perfil opuesto al de Cristina, donde «sí hay contacto visual, pero no hay intención comunicativa». No tienen habla. De ahí, la importancia del reto.
«Hasta ahora, se conocían experiencias con animales en fisioterapia –caballos, perros o, incluso, delfines–, pero en algo tan concreto como la logopedia no se había hecho nada antes. Nosotras vimos que había posibilidades de conseguir objetivos que en sesiones clásicas de logopedia costaba lograr», subraya la presidenta de la entidad colegial, que forma con Ana Riaño un tándem profesional perfecto.
Como responsable de la Asociación Profesional de Expertos y Técnicos en Terapia Asistida con Animales (Apettece), Ana Riaño pone de manifiesto una premisa clara: «Es preciso que el profesional marque unos objetivos, en base a los cuales la técnico dirigirá al perro y programará las actividades enfocadas a conseguir lo que el logopeda plantea. Si no hay objetivos no hay terapia, estaríamos hablando de actividad asistida con animales». Para ello, también hay que seleccionar a un perro apto para este trabajo. Aunque las razas que se utilizan por excelencia para terapia son los labradores y los golden retriever, Riaño se muestra «encantada» con los perros de agua. «No dan alergia ni sueltan pelo y su aspecto físico es el de un peluche que te apetece achuchar.La pena es que no tenemos horas suficientes para atender la demanda que sería deseable». Pero Suri no es el único ayudante de Riaño. Sus alumnos del centro de educación especial Fernando Arce, jóvenes con una discapacidad intelectual leve, también colaboran en las sesiones, «ayudan a preparar el material y las actividades y aprenden a ser coterapeutas».
«Tenemos que innovar»
María Jesús Franco considera que «en discapacidad no tiene sentido trabajar ortodoxamente en la metodología habitual, porque nos vamos a encontrar con barreras, por los perfiles cognitivos y psicológicos de los pacientes, que nos van a impedir avanzar en la rehabilitación logopédica. De ahí la necesidad de buscar técnicas especiales y diferentes». Y esa es la idea que quiere expandir como presidenta del colegio profesional de logopedas de Cantabria. «No nos debemos conformar con nuestras técnicas convencionales, debemos investigar. La logopedia es ciencia y arte. Como creadores de metodología, no debemos tener miedo a innovar. Pero la logopedia tiene que tener un fundamento teórico, comprobar si esas nuevas técnicas funcionan si se trasladan a un perfil de similares características».
La responsable de Apettece acaba de regresar de un viaje a Italia donde ha presentado la experiencia de Cantabria dentro de una asociación de aprendizaje Grundtvig, en la que están representados Estonia, Hungría, Reino Unido, Rumanía, Italia, Lituania y España. «La terapia aplicada a la logopedia ha despertado mucho interés. Lituania incluso nos ha pedido asesoramiento y colaboración para la puesta en marcha», dice Riaño.
Desde que asumió el cargo el pasado verano, la presidenta del Colegio de Logopedas se ha propuesto dar a conocer la profesión, «porque creo que es una gran desconocida». «Los logopedas no somos estos profesionales que sólo enseñamos a decir la ‘r’. Somos mucho más. La logopedia trabaja el habla, pero también la comunicación y todo lo que sea pérdida del lenguaje a nivel neurológico, ya sea por daño cerebral o, en el caso de geriatría, a causa de una demencia». Y pone un ejemplo en el que la intervención del logopeda puede suponer salvar una vida. Se refiere a la disfagia, la alteración o dificultad para la deglución que hace que los alimentos en vez de ir al aparato digestivo se vayan por el respiratorio. «Es tan peligroso que puede producir una muerte por asfixia. En las muertes súbitas en recién nacidos también puede haber una disfagia detrás. Por eso el logopeda trabaja en neonatos. Cuando nace un bebé prematuro que no tiene reflejo de succión y de deglución, nosotros enseñamos al bebé ese reflejo a través de la terapia miofuncional –masajes y estimulación deglutoria–. Sin embargo, en Cantabria es un frente que aún hay que abrir, al igual que en el ámbito geriátrico, donde todavía no está introducida la figura del logopeda».
Para combatir ese desconocimiento sobre la logopedia, la entidad colegial, que ya se ha incorporado al Foro Sanitario Profesional de Cantabria, iniciará el próximo mes de enero una campaña de divulgación. «No podemos seguir anclados», concluye María Jesús Franco
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27/12/2013