A veces basta con contar con un compañero en clase que se comprometa a pasar los apuntes, porque le resulta imposible atender y anotar todo con rigor. O quizá lo que se necesite es saber que tendrá más tiempo en el examen. O un ordenador. O una lupa para las prácticas. También que alguien lo sepa y entienda esa reacción extraña del alumno en un momento dado. O que un especialista en psicopedagogía ayude a pensar el ritmo de exámenes tolerable para su discapacidad y proponga organizar el curso pensando en esa situación particular.
Son algunas de las medidas que se toman para hacer accesible los estudios universitarios a personas con algún tipo de discapacidad, no solo sillas de ruedas, ceguera, sordera o alguna alteración de la movilidad, sino también los trastornos como el de atención (TDAH), la dislexia o el bipolar. Y es este grupo de discapacidad el que más crece.
Estos programas para garantizar la igualdad de acceso se llevan a cabo en todas las universidades. En el caso de la UAB, se encarga de ello la Fundació Autònoma Solidària y el punto de partida de esa tarea se fijó hace catorce años, en 1999, cuando esta universidad aprobó su Reglament d'igualtat d'oportunitats per a persones amb necessitats especials. "Es nuestro compromiso, que partió de los propios estudiantes", resume Judit Oliver, psicopedagoga del programa de la Autónoma, el Piune.
Para muchos estudiantes con diagnósticos como déficit de atención, dislexia, Asperger o dolencias mentales como trastorno bipolar, depresión severa o esquizofrenia la universidad es algo inalcanzable. "Porque te estrellas antes", explica Jordi Lesán, estudiante de Genética. En su caso la barrera se interpuso justo antes de la selectividad. "La enseñanza está basada en la lectura y ahí es donde tropiezo. Pero no en mi capacidad de adquirir conocimientos. Es evidente que hay otras vías de acceso a los mismos contenidos". Y es lo que intenta poner sobre la mesa el Piune. "Buscamos formulas accesibles también a los profesores. Por ejemplo, pueden facilitar power-point antes de la clase o de los exámenes para que puedan sacarle el máximo partido, o cambiar el interlineado y simplificar los enunciados en los exámenes. Sin bajar un ápice el nivel", señala Oliver.
"No es fácil escribir en la pizarra y a la vez no dar la espalda al alumno sordo que necesita verte los labios", explica Santiago Tejedor, tutor de estudiantes con necesidades especiales en Ciències de la Comunicació. Como profesores, no tienen ni idea de cómo afrontar esas dificultades. "Resolvemos con demasiado voluntarismo", reconoce el profesor.
Son los propios estudiantes los que acuden a estos servicios. "No sabemos cuántos hay. Ellos deciden darse a conocer y solicitar las ayudas. Y estudiamos con cada uno qué es lo que les interesa y qué ayudas les serán útiles. Ellos deciden si se informa a los profesores o sólo a algún coordinador", explica Judit Oliver. Intentan que no quepa el paternalismo, "estamos en la universidad", enfatiza Tejedor.
Durante el curso pasado, en la Autónoma se atendieron a 127 estudiantes, de los cuales 17 tienen un trastorno mental y 19 son estudiantes con dificultades de aprendizaje. El número crece cada año, sobre todo el de estudiantes con dificultades psicológicas. "El año pasado tuvimos por primera vez un caso de ansiedad y sus profesores aprendieron cómo reaccionar ante un ataque", explica Yolanda Rodríguez Sellés, tutora de alumnos especiales en Traducción e Interpretación. "Este año tenemos el primer Asperger".
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14/11/2013