Leer en voz alta era la peor pesadilla para Santiago. Las letras le bailaban sobre el renglón; el esfuerzo por no equivocarse era tal que no lograba comprender ni una palabra. Santiago no es tonto ni tenía un bloqueo psicológico: padece dislexia, el más frecuente de los trastornos de aprendizaje.
La dislexia es una dificultad para leer de manera fluida. Según varias investigaciones, la sufre entre el 5 y el 10% de la población. El gobierno de la provincia de Buenos Aires emitió una resolución para que las escuelas se adapten a las necesidades de estos chicos: en un modelo escolar en el que la lectura y escritura ocupan un lugar central, la dislexia es una de las principales causas de fracaso escolar.
"Esta medida es un gran avance para la inclusión de niños que hacen un esfuerzo enorme por llegar al nivel de la clase. Son tratados como poco inteligentes y denigrados en su autoestima, cuando en realidad son brillantes en otras áreas como la oralidad y la creatividad", explica la psicopedagoga Rufina Pearson, especialista en el tema.
"Nuestra preocupación es la cantidad alumnos que no están diagnosticados y que no tienen acceso a psicopedagogas o especialistas ", señala Mónica Cardozo, mamá de Catalina (13) y miembro de Disfam (Dislexia y Familia), la organización impulsora de la nueva normativa. "Es fundamental que los docentes sepan de qué se trata la dislexia para que puedan ayudar a resolver los obstáculos de muchos niños", dice Mónica.
"Es un trastorno con raíces genéticas y neurobiológicas", aclara el doctor Gustavo Abichacra, pediatra y presidente del comité científico de Disfam. Algunos síntomas son, por ejemplo, las omisiones, inversiones, sustituciones o adiciones de letras en la lectura o escritura. También las faltas de ortografía en palabras muy frecuentes.
"Catalina leía de manera muy pausada. No hilaba bien las palabras, o inventaba los finales de las oraciones. En 3° grado el diagnóstico arrojó que era disléxica. No nos habíamos dado cuenta porque en 1° y 2° grado, Cata había memorizado todos los textos que le habían dado para leer. Es decir que durante esos dos años hizo un esfuerzo terrible", cuenta Mónica.
Los testimonios coinciden en que tener un diagnóstico les cambia a la vida a los chicos. Para Manuel (9), hijo de Virginia Rodríguez, fue un antes y un después. Manuel está en 4° grado; el año pasado le confirmaron que era disléxico. Hasta ese momento lo habían echado de tres colegios por mala conducta. "Ninguna maestra se dio cuenta de que escribía mal. Fue el pediatra el que me dijo que Manuel era disléxico.
Si lo hubieran detectado antes, nos habríamos ahorrado estos años de martirio".
Verónica Podestá es tucumana; a su hija Lourdes (10) le diagnosticaron dislexia recién en 4° grado. " Fue muy fuerte el impacto en su autoestima. En 4° grado todo le iba mal, no quería ir a la escuela, no quería invitar a sus amigas a jugar. Llegaba a casa y se encerraba en la computadora", describe Verónica.
Más allá del tratamiento psicopedagógico -que reeduca al chico en la lectura y la escritura-, los docentes pueden hacer mucho para que sus alumnos disléxicos no vivan la escuela como una tortura. Rufina Pearson enumera algunas estrategias: "Reforzar las pruebas escritas con una evaluación oral, para darles a los chicos la oportunidad de rendir según su capacidad y no según su habilidad lectoescritora. También darles más tiempo en las evaluaciones, o dividirlas en partes". Y añade: " Evitar penalizar los errores de ortografía; anticipar los textos que se trabajarán en clase, para permitir una lectura previa".
Los especialistas resaltan que no debe verse estas adaptaciones como una "ventaja" para estos alumnos, sino como una manera de brindarles las mismas oportunidades. "Me costó que las maestras entendieran que no estaban haciendo trampa, sino que las adaptaciones que les pedíamos eran imprescindibles", admite Verónica. Según cuentan las mamás, el trabajo conjunto entre la familia, la escuela y la psicopedagoga es crucial para que los chicos salgan adelante.
"Hay psicólogos que dicen que hablar de dislexia es ‘ etiquetar ' a los chicos. Preguntale a cualquiera si prefiere que lo etiqueten de ‘ vago ' o de ‘ disléxico '. El diagnóstico es una herramienta fundamental para encarar el problema", subraya Abichacra. "Algunos dicen que se está ‘patologizando' a la infancia. Pero nosotros justamente lo que queremos es evitar la patología. Este no es un problema emocional, es un problema de aprendizaje".
http://www.sinmordaza.com
13/11/2013