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“Confuso”, “no se entiende”, “no era lo que se pedía”, o apenas un “visto” para un trabajo práctico que a pesar de la caligrafía confusa denota esfuerzo y dedicación por parte del alumno, son correcciones que aparecen con frecuencia en los cuadernos de clases. Pero lo que en apariencia puede considerarse como desinterés, falta de comprensión o desprolijidad, puede ser la señal de que el niño o el adolescente, posee un trastorno de origen neurobiológico denominado dislexia, ocasionado por ciertos déficits neuropsicológicos de los sistemas funcionales que son responsables de la recepción, comprensión y/o expresión de la comunicación escrita. En ese sentido, la psicopedagoga Marcela Mendicino sostiene que “la dislexia puede resultar bastante tramposa porque no tiene características tan visibles como otros trastornos”. Además, explica que “las dificultades se perciben de manera ambigua porque los niños con dislexia son inteligentes, y por eso los padres y maestros llegan a pensar que no hacen bien algunas tareas simplemente porque no quieren o no les gustan”.
Frente a esa situación, la formación docente y las acciones de difusión respecto de la dislexia en la comunidad en general, resultan claves para que progresivamente los padres, docentes y las instituciones, puedan trabajar lo más tempranamente posible a partir del diagnóstico específico.
Formar a los docentes
En la Universidad Nacional del Litoral (UNL) se desarrollaron actividades en torno al tema “Dislexia y Aprendizaje”, que incluyeron una exposición teórica de la psicopedagoga Marcela Mendicino, relatos de vivencias por parte de madres que integran la Asociación de Padres de Niños con Dislexia “Aprendamos”; y una instancia de taller, a la que se sumaron los aportes de la docente Gabriela Morcillo.
La experiencia surgió a partir de una propuesta efectuada por la Asociación, teniendo en cuenta el rol de la Facultad de Humanidades y Ciencias (FHUC) en la formación de profesores de nivel medio en la región. El planteo encontró eco en el Programa de Extensión Educación y Sociedad, que impulsó la instancia de formación en el marco del Ciclo de Jornadas de Problemáticas Educativas Actuales 2013, que organiza el Instituto de Desarrollo e Investigación para la Formación Docente (INDI).
“Nos propusimos trabajar para que sobre todo nuestros estudiantes pudieran abordar la problemática de la dislexia. Además, dada la importancia de esta temática, se sumaron alumnos de otras instituciones de la ciudad, e incluso estudiantes de Terapia Ocupacional”, comentó Ana María Mántica, vicedecana de la FHUC. Y enfatizó que “hay otro tipo de trastornos que son claramente identificables, y suelen tener un docente formado especialmente, pero en el caso de la dislexia el apoyo debe venir de otro profesional que está fuera del aula. Por eso entendimos que era necesario dar herramientas para que pueda detectarse tempranamente, y los niños reciban los estímulos adecuados”.
Prevalencia
“Estudios realizados a nivel mundial señalan que la dislexia afecta a la población entre un 5 y un 15 por ciento. Esos valores varían según el idioma, porque algunos son más transparentes que otros para la decodificación. En el español, por ejemplo, los chicos con dislexia llegan a decodificar, y lo que les lleva más tiempo son la comprensión y la ortografía”, puntualizó Marcela Mendicino. En tanto, a nivel local -y en coincidencia con los resultados obtenidos en el vecino país Uruguay- un estudio de prevalencia realizado en escuelas privadas de Santa Fe, por la Asociación Civil “Aprendamos” y la Secretaría de Extensión de la UNL, arrojó que un 15% de los niños presentan dislexia.
Otro dato significativo que aportó la especialista, es que “cuatro de cada cinco chicos con problemas de aprendizaje tienen dislexia, lo que lo convierte en el trastorno de aprendizaje más frecuente, y a la vez el más estudiado”. En ese sentido, destacó que existe bibliografía sobre dislexia desde hace 130 años, pero fue en la década de 1990 cuando se pudo comenzar a observar en detalle la actividad cerebral durante los procesos de lectura y escritura, gracias al desarrollo de las tecnologías de diagnóstico por imágenes.
Señales
En cuanto al momento en que es posible establecer un diagnóstico certero, la psicopedagoga explicó que “si bien en tercer grado le puedo poner el nombre, desde el nivel inicial pueden percibirse una serie de elementos predictores”. En ese sentido, puntualizó que “puede observarse que el niño con dislexia organiza de otra manera la sintaxis de la oración, tiene dificultades para nominar colores o recordar nombres propios, le lleva más tiempo aprender las secuencias de los días y meses, y aprender rimas. También hay que tener en cuenta si hay antecedentes de dislexia en la familia, porque es un trastorno hereditario”.
En relación con la escritura, una vez lograda la alfabetización, “el niño con dislexia omite, sustituye, invierte, adiciona, une, y separa palabras. Como son inteligentes, logran acceder a la comprensión, pero les puede llevar más tiempo, y en eso ponen esfuerzo, memoria, y se tensionan mucho. Por eso es muy frecuente la aparición de síntomas como dolor de cabeza, de estómago, sobre todo cuando tienen un examen, sudor en las manos y una respiración distinta cuando leen en voz alta”, detalló Mendicino.
Estrategias de compensación
A partir del diagnóstico específico de dislexia, se vuelven necesarias estrategias para el trabajo en el aula, que sin pretender modificar las capacidades del niño, se apoyen en sus puntos fuertes para que pueda seguir su desarrollo.
En ese sentido, durante las jornadas que tuvieron lugar en el Salón de Actos de la FHUC, los participantes accedieron a consejos prácticos: “Para los chicos con dislexia no necesitamos grandes recursos, sino simplemente que el docente oralice, repregunte, lleve las consignas escritas, o entregue el texto para trabajar con anterioridad”, ejemplificó Marcela Mendicino. Y aclaró que “se trata de pequeñas adecuaciones instrumentales de acceso, no de contenido, porque los niños y adolescentes con ese trastorno tienen una inteligencia normal, con capacidad de abstraer, y de inferir, por ejemplo”.
Entre otros recursos, la psicopedagoga se refirió a permitir el uso de la computadora para ciertas tareas, a que el alumno escriba en la letra “que mejor le salga”, a que un compañero o un adulto colabore para escribir o copiar un texto, a que subraye directamente en el libro; y recomendó evitar la copia innecesaria de consignas, y utilizar cuestionarios para la evaluación como los que presentan opciones “verdadero” y “falso”, entre otros.
Juntos para comprender
Hace seis años, un grupo de padres decidió unirse para brindar un espacio de atención especializada a niños con dislexia; y de contención para sus papás. Así, llegaron a conformar la Asociación Civil “Aprendamos”, que funciona en un espacio cedido por la Municipalidad de Santo Tomé. En ese lugar, ubicado en Avellaneda 1926, atienden seis psicopedagogos en el diagnóstico y tratamiento de la dislexia; y dos psicólogos, que son los encargados de asesorar y acompañar a los padres. Para contactarse con la Asociación “Aprendamos”: aprendamos_santafe@yahoo.com.ar
http://www.elsantafesino.com
10/09/2013