Dificultades para expresarse, para realizar cálculos, para memorizar fechas y nombres, para leer y para escribir. La dislexia es un trastorno del lenguaje, hereditario, que afecta a un 5% de la población y que requiere una detección temprana para solucionarlo. Muchos afectados llegan a la edad adulta sin haber sido diagnosticados, con problemas en lo laboral y la autoestima por los suelos. La Asociación Galega de Dislexia crea el primer grupo de adultos.





Paula Outón cumplía seis años cuando sus padres y profesores notaron que tenía problemas con las letras. Muy pronto le diagnosticaron dislexia y comenzaron a intervenir con una formación más individualizada y la ayuda de una psicóloga. Hoy Paula, que añadió a ese apoyo una enorme fuerza de voluntad y constancia, es profesora de la Universidade de Santiago. Da clases en Pedagogía sobre las dificultades en el lenguaje y su tesis versó, precisamente, sobre programas de intervención en niños con dislexia.



Pero no todos los niños tienen la misma suerte que Paula. Ella lo sabe bien: "Tuve mucha suerte", asegura. Muchos afectados por este trastorno del lenguaje, que es hereditario, pasan varios años hasta que se les diagnostica e, incluso, llegan a la edad adulta sin haberlo hecho. "Cuanto antes se ataje el problema, más posibilidades tiene la persona de completar con éxito su aprendizaje y conseguir estar al mismo nivel que cualquier otra persona; la dislexia no se cura, pero casi todos los casos pueden salir adelante con un buen especialista que les acompañe durante uno o dos años, aunque los casos más complicados pueden necesitar un apoyo durante toda la etapa escolar", destaca la experta.



Los numerosos casos que no reciben en la infancia esta educación individualizada llegan a la edad adulta con problemas que les dificultan mucho su vida cotidiana. "Tienen muchos problemas para acceder a un trabajo porque les cuesta expresarse en el lenguaje oral, tienen errores con los contrarios -como decir "págueme" en lugar de "cóbreme"- dificultades con la memoria, lectura lenta, faltas de ortografía, muchos problemas para aprender un idioma y también con cálculos matemáticos sencillos", describe Outón, que asegura que a todo ello se une "una muy baja autoestima debido a su continuo fracaso, muchas veces sin conocer la verdadera causa".



A la Asociación Galega de Dislexia (Agadix), que nació centrada en los niños, llegan cada vez más casos de personas adultas en busca de apoyo, por lo que la entidad va a crear un Grupo de Adultos con Dislexia, cuyo primer encuentro es hoy (11.00 horas) en el Centro Sociocultural de Fontiñas en Santiago. "Creemos que puede ser interesante que compartan sus experiencias y tengan un espacio donde exponer sus dificultades y ver que muchas se pueden solucionar", explica Carmela Díaz, presidenta de la asociación.



Carmela reivindica que desde las escuelas "haya mucha más formación para que los profesores y orientadores detecten temprano los casos de dislexia, que afecta a un 5% de la población, y aprendan también a tratar a estos niños de la forma más adecuada para ayudarles a salir adelante", explica. "El sistema educativo actual es cuadriculado y no incluye sus necesidades, que muchas veces son cosas tan sencillas como permitirles hacer un examen en ordenador en lugar de a mano", lamenta.



En España, la dislexia todavía es una gran desconocida y está insuficientemente tratada en las aulas. Los padres de los niños que la padecen tienen que recurrir, con sus propios medios, a los tratamientos privados para intentar que la vida escolar de sus hijos no se vuelva una pesadilla. Outón corrobora esta urgente necesidad de formación. "El sistema educativo es responsable de la intervención pedagógica encaminada a mejorar las dificultades del disléxico. En contra de lo que algunos todavía piensan, la dislexia no desaparece espontáneamente, sino que requiere una enseñanza individualizada y si se deja pasar el tiempo, pensando que es un problema de madurez, se agrava", concluye la experta

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27/08/2013