El autismo es un trastorno del desarrollo de gran incidencia. Unas 25 personas de cada 10.000, es decir, más que en el caso del Síndrome de Down o la ceguera, lo padecen. Sin embargo para la sociedad es una enfermedad prácticamente desconocida.
Muchas personas autistas han pasado desapercibidas en ocasiones confundidas entre otros grupos con trastornos asociados a esta enfermedad, como es el caso del retraso intelectual, y no han recibido una atención específica.
La Asociación de Padres de Niños Autistas (APNA) de Cádiz nace en 1979 como consecuencia de la unión de siete familias cuyos hijos, afectados de autismo o trastornos similares, no encontraban una respuesta adecuada a sus necesidades y características. La actividad de APNA comenzó con ocho niños con trastorno del espectro autista y cuatro monitores. Hoy, cuentan con un centro de día y un residencia ubicados en Puerto Real, con 33 trabajadores, acogen a 26 adultos, atiende de forma permanente a 40 niños y realizan el seguimiento de otros 25.
El centro cuenta con un gabinete psicológico que atiende a estas personas y a sus familias. Entre los servicios que ofrecen se encuentra el de diagnóstico. Evalúan los síntomas de niños cuyas familias tienen sospecha de que sus hijo padezca algún tipo de trastorno del desarrollo, con el objetivo de confirmar o descartar que se trate de autismo o un trastorno de espectro autista. Es decir, existen una serie de enfermedades relacionadas con el autismo pero que no comparten todos los síntomas.
Según Salvador Repeto, director técnico y psicólogo de APNA, poco a poco se realiza el diagnóstico a edades más tempranas; "puede determinarse a los 18 meses pero normalmente acuden cuando el niño tiene en torno a dos años"
APNA, desarrolla una atención temprana de niños menores de seis años. Durante este primer periodo trabajan las áreas afectadas como suelen ser la comunicación, el lenguaje, la interacción, la imaginación y el mentalismo, es decir, la capacidad de empatizar con el otro. Otro de los aspectos que se trabaja es la flexibilidad. "El autista tiene preferencia por lo rígido y tiende a mantener la invarianza", explica el director técnico. Carecen de la información necesaria para percibir los cambios y por ello "se aferran al mundo físico y tangente".
El primer paso, y quizás el más importante es ayudar a las familias a comprender a sus hijos y lo que les pasa, y ayudarles a aprender a comunicarse con ellos "y a ordenar su mundo".
A partir de los seis años los niños ya acuden a colegios de educación especial o a aulas de integración. Los psicólogos realizan un seguimiento de estos pequeños que son atendidos, en ocasiones, por monitores especializados de la asociación que apoyan sus necesidades educativas e intelectuales. A la vez desarrollan medios de apoyo y orientación a sus familias y educadores. Por otra parte se realiza un seguimiento y evaluación periódica, en aulas de la provincia y generalmente anual, de niños entre los seis y los 16 años que por lejanía u otros motivos no pueden acudir al centro.
A partir de los 18 o 20 años estos jóvenes acuden al centro de día de la asociación donde realizan trabajos ocupacionales de jardinería, encuadernación, decoración, lavandería, etc. El objetivo es ayudarles a desarrollar una serie de habilidades y "dar un sentido a lo que hacen con trabajos productivos." Además, el pasado año se puso en marcha un programa de habilidades sociales para aquellos que tienen síndrome de Asperger y por tanto un nivel cognitivo más alto.
El centro tiene una residencia en la que viven permanentemente seis jóvenes autistas. En ella acogen los fines de semana a otros jóvenes dentro del programa de respiro para los padres, ya que en ellos el nivel de estrés suele ser elevado.
Diario de Cadiz
25/10/2004