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Una sustancia involucrada en el Alzheimer puede revertir la parálisis en ratones con esclerosis múlt

Una molécula tratada como el principal culpable de la enfermedad de Alzheimer, invierte la parálisis y la inflamación en varios modelos animales de esclerosis múltiple, según un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Stanford, en Estados Unidos. Este sorprendente descubrimiento, publicado en la revista 'Science Translational Medicine', viene de la mano del reciente fracaso de un ensayo clínico, a gran escala, destinado a frenar la progresión de la enfermedad de Alzheimer mediante la eliminación de una molécula conocida como A-beta.

El fragmento de proteína corta, o péptido, llamado A-beta (o beta-amiloide) es posiblemente la sustancia más despreciada en toda la investigación del cerebro. A-beta se presenta principalmente en dos versiones, ligeramente diferentes en su longitud y propiedades bioquímicas, y es el principal componente de las placas amiloides que se acumulan en los cerebros de los pacientes con Alzheimer, sirviendo como sello de identificación de esta enfermedad neurodegenerativa.

Los depósitos de A-beta también se acumulan durante el proceso de envejecimiento normal, y después de una lesión cerebral. Además, las concentraciones de estos péptidos, junto con las de su proteína precursora, también se encuentran presentes en la esclerosis múltiple (EM), según señala Lawrence Steinman, autor principal del nuevo estudio.

En el laboratorio, A-beta es perjudicial para muchos tipos de células y, cuando se administra directamente en el cerebro, es altamente inflamatoria. Sin embargo, poco se sabe sobre el papel fisiológico que desempeña realmente A-beta en la enfermedad de Alzheimer, o en la EM. Así, Steinman, un destacado investigador de la esclerosis múltiple, la coautora Jacqueline Grant, y sus colaboradores, se propusieron determinar, en el nuevo estudio, el papel de A-beta en esta última enfermedad.

La esclerosis múltiple, una enfermedad inflamatoria autoinmune, se produce cuando las células inmunes invaden el cerebro y la médula espinal, y atacan los revestimientos aislantes de las células nerviosas, llamados axones. El daño a estas capas, compuestas en gran medida de una sustancia grasa llamada mielina, interrumpe la transmisión de señales que, normalmente, viajan largas distancias desde el axón hasta otras células nerviosas. Esta interrupción de la señal puede causar ceguera, pérdida de control muscular y dificultades en el habla, el pensamiento y la atención.



INVESTIGACIONES ANTERIORES



Investigaciones anteriores ya habían mostrado que, tanto A-beta, como su proteína precursora, se encuentran en las lesiones de la EM. De hecho, la presencia de estas moléculas a lo largo del recubrimiento mielinizado de un axón, es un excelente marcador de daño. Dada la reputación nefasta del péptido, los investigadores pensaban que A-beta participa, probablemente, en algunas malignidades de la EM; para averiguarlo, se basaron en un modelo de ratón que imita varias características de la esclerosis múltiple, entre ellas, el ataque autoinmune en las secciones mielinizadas del cerebro.

Steinman, en un estudio anterior, ya había utilizado un modelo de ratón en una investigación que, en última instancia, condujo al desarrollo del natalizumab (comercializado como Tysabri), un fármaco potente para tratar la EM. Ese primer trabajo demostró que la modificación de la activación y proliferación de las células inmunes situadas fuera del sistema nervioso central (lo que hace el natalizumab) puede impedir que estas células dañen las células nerviosas en el sistema nervioso central.

Sabiendo que los eventos inmunológicos fuera del cerebro pueden afectarlo, los científicos de Stanford se propusieron analizar lo que ocurre cuando se administra A-beta, mediante una inyección, en el vientre de un ratón, en lugar de en el cerebro. Sorprendentemente, en los ratones cuyos sistemas inmunes habían sido 'entrenados' para atacar la mielina -lo cual, normalmente, se traduce en parálisis- las inyecciones de A-beta, administradas antes de la aparición de los síntomas, previnieron o retrasaron la aparición de la parálisis. Además, incluso cuando las inyecciones se administraron después de la aparición de los síntomas, éstas disminuyeron significativamente la gravedad de la parálisis y, en algunos casos, la invirtieron.

Sofisticadas pruebas de laboratorio demostraron que A-beta actuó no sólo ante los síntomas visibles, como la parálisis, sino también ante ciertas moléculas inflamatorias características de la esclerosis múltiple de aparición brusca. "Esta es la primera vez que A-beta demuestra tener propiedades antiinflamatorias", señala Steinman.

La inspección de los sistemas nerviosos centrales de los ratones con EM tratados con A-beta, mostró menos lesiones en el cerebro y la médula espinal, en comparación con los ratones no tratados. Además, los ratones tratados no experimentaron un aumento de las placas de Alzheimer, tras la inyección de A-beta en sus vientres.

Según Steinman, el hecho de que la protección conferida por A-beta, en el modelo de ratón de la esclerosis múltiple, no requiera su administración en el cerebro, indica que dicha protección se puede atribuir a su efecto inmunosupresor en los tejidos periféricos del cuerpo, lo cual es interesante para el desarrollo de fármacos para tratar la EM, que actúen en esta línea.

http://www.europapress.es/salud
19/09/2012

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