Francisco Iglesias tiene 5 años. Empezó este año preescolar leyendo y escribiendo. Además de su nombre, le gusta escribir "San Lorenzo" -el equipo de sus amores- y les manda mensajes de texto a su papá y a su abuelo para intercambiar opiniones de algún partido. Francisco no es un superdotado, pero sí un chico estimulado que adquirió tempranamente la lectoescritura para leer los nombres de los jugadores de fútbol.
Los niños de 4 y 5 años que leen y escriben desde antes de entrar en primer grado son cada vez más y eso se palpa en la mayoría de los jardines de infantes y preescolares privados, así como en algunos públicos de los barrios de clase media de la ciudad de Buenos Aires. Aunque la lectoescritura es un objetivo formal de primer grado -que de no alcanzarse, a partir de ahora y por una resolución del Consejo Federal de Educación, no será motivo de repitencia-, cada vez más chicos ingresan en la primaria siendo "alfabéticos".
Luciana García es docente de preescolar. Afirma que en los últimos tiempos aumentó la cantidad de niños que leen y escriben mientras están incluso en el jardín. "De 21 alumnos que hay en la sala, cinco son alfabéticos. Y la misma cantidad van camino de serlo. Esto tiene que ver con la tecnología y con los padres, ya que es una preocupación más de ellos. Además, las escuelas fueron cambiando. Si bien no es objetivo de sala de 5, hoy se usan cuadernillos de actividades y se los incentiva mucho", dice.
Felipe Lorenzo Armano ya es un alumno de 1er. grado del Instituto St. Columba's. Aprendió las primeras letras y números en sala de 4, así que a mitad de año, en preescolar, ya escribía su nombre y varias palabras más. "Ahora los chicos están muy avanzados. A los 3 años ya están con la computadora. No es un aprendizaje forzado, sino todo lo contrario. Felipe a los 4 años me preguntaba qué letras llevaba cada palabra para poderlas escribir", contó Mariana, su mamá.
Francisca Lucini tiene 4 años, va a una escuela en el barrio de Núñez. Escribe no sólo su nombre y los de su familia, sino también el de varios objetos. Pero lo que más la apasiona es deletrear. "El dectodeletreo la vuelve loca. Y ella sola va descubriendo cómo se escriben las palabras. Para el Día del Padre escribió sola la tarjeta y estaba feliz", contó Florencia Bauzá, la orgullosa mamá.
A pesar de que en casa de los Lucini la lectura es una actividad habitual, Bauzá aclara: "A Fran no la estamos motivando nosotros permanentemente. Pero cuando un niño vive en un contexto armónico, de tranquilidad y juego, la motivación llega sola.
Cuando hay otras preocupaciones a su alrededor, los estímulos no se encienden".En este sentido, la psicopedagoga y psicoanalista infantil Alejandra Marroquín, miembro de la Biblioneta, una biblioteca rodante que busca estimular la lectura en niños, explicó que "la adquisición de lectoescritura está asociada a una capacidad individual y otra social. El camino puede facilitarse por los estímulos y recursos que tiene el niño. Si uno le ofrece el libro como un objeto deseable, es posible que lo tome. Si es una imposición, probablemente no".
Pero lo que comienza a ser habitual en la educación privada no se generaliza en la pública, especialmente en el interior del país, lo que aumenta la brecha entre los alumnos que asisten a uno u otro sistema. Según el Barómetro de Deuda Social de la Infancia, elaborado por la Universidad Católica Argentina (UCA), hay varios indicadores de déficit de estimulación en muchos hogares argentinos. El 28,8% no les suele contar cuentos a los niños menores de 5 años y el 35% no tiene libros infantiles en el hogar.
Además, el 31,1% de los niños menores de cinco años asiste a centros educativos donde no tiene estímulo de educación musical. El 28,2% no recibe el estímulo de la educación física y el 52% no suele realizar salidas pedagógicas a espacios de arte, museos, teatros, zoológicos, etcétera.
En la escuela, donde hay que conjugar realidades diversas, la adquisición de las habilidades de lectoescritura no es homogénea y los docentes deben tener en cuenta los tiempos de cada niño.
Marroquín opinó: "La escuela debe acompañar el proceso teniendo en cuenta las distintas realidades. Ningún grupo va a ir al mismo tiempo, más cuando se trata de la adquisición del lenguaje. El docente deberá ver cómo superar estas diferencias.
La inclusión de las diferencias no significa nivelar para abajo".
Otro aspecto que dificulta a veces la adquisición de la habilidad de leer y escribir es el quiebre que existe entre el nivel inicial, donde en general el aprendizaje se realiza a través del juego, y la primaria, donde lo lúdico casi desaparece.
"El quiebre entre jardín y primaria existe y esto no se modificó -opinó García-. El juego desaparece y queda reducido a los 10 minutos del recreo. También hay un quiebre desde el afecto. En el jardín la maestra es como una mamá sustituta, en la primaria les falta contención y eso influye en el aprendizaje.".
http://www.lanoticiadigital.com.ar
10/08/2012