Lautaro estaba sentado frente a la pared haciendo girar insistentemente una de las ruedas plásticas del camión de bomberos que sostenía. Los otros niños modelaban con plastilina los distintos personajes de una ciudad imaginaria. Ahí estaban, en vivos colores, la cocinera, el cura, el policía.
Lautaro continuaba ensimismado contemplando los destellos de luz que rebotaban en el disco plateado de la rueda del camión. Al girarla hacia la derecha los rayos se inclinaban en sentido inverso al movimiento, si la giraba hacia la izquierda los rayos se inclinaban a la derecha. Esto lo fascinaba. Martín creó un alto bombero que necesitaba conducir ese cochebomba para socorrer a la maestra que había quedado atrapada en la escuela que se estaba incendiando. Entusiasmado con la idea, Martín se acercó corriendo a Lautaro y le propuso que fueran juntos a apagar el fuego que amenazaba con devorarlo todo. Lautaro, sin siquiera mirarlo a los ojos, siguió observando fijamente la ruedita del camión que nunca llegaría a apagar ningún incendio.
Lautaro tiene 5 años y es autista. De acuerdo con el manual que representa el consenso respecto a los criterios diagnósticos de los desórdenes mentales, el autismo se caracteriza por una alteración de la interacción social y de la comunicación y por patrones de comportamiento, intereses y actividades restringidos, repetitivos y estereotipados. Sin embargo, el autismo arroja más incógnitas que certezas ¿Cuáles son los mecanismos psicológicos y biológicos que explican estas manifestaciones conductuales?
Estudios genéticos indican que es una anomalía altamente heredable; es más, se sostiene que hay por lo menos diez genes involucrados en el autismo. Por otra parte, desde la corriente psicológica cognitiva-conductual se ha intentado dar respuesta al problema del autismo, apoyando estas teorizaciones con estudios anatómicos y funcionales del cerebro. La teoría de la mente postula que los individuos asignan estados mentales (creencias, deseos e intenciones) a ellos mismos y a otras personas para explicar y predecir su comportamiento. De esta manera, el sujeto adquiere la capacidad de actuar en consecuencia. Sin embargo, en el autismo, de acuerdo con esta teoría, existe una incapacidad por parte del individuo de formarse una imagen mental de las representaciones que los otros tienen del mundo que los rodea y consecuentemente una incapacidad para responder de manera adecuada. Esto tiene que ver con que no pueden discernir entre realidad, representaciones propias y representaciones ajenas. Es por esto que rara vez los autistas cuentan chistes, mienten o utilizan el sarcasmo.
Uno de los experimentos que sirve de evidencia para esta teoría consiste en presentarles a un grupo de niños el títere de un lobo malo. Los participantes debían evitar que encontrara y robara los caramelos que contenía una caja. En algunos casos podían alcanzar la meta mintiéndole al lobo (engaño) y en otros simplemente bloqueando el acceso a la caja (sabotaje). Los niños autistas presentaron un desempeño pobre en la situación de engaño mientras que eran exitosos en la de sabotaje. Esto indica un déficit en las capacidades de discernir entre la realidad y las representaciones, lo que se traduce en una incapacidad para mentir por parte del niño. Por el contrario, el bloqueo implica la comprensión de una cadena de relaciones causales.
Esta teoría ha recibido apoyo de estudios neurobiológicos, por ejemplo la corteza prefrontal media, implicada en el planeamiento de comportamientos cognitivos complejos, expresión de la personalidad, toma de decisiones y comportamiento social, presenta una actividad disminuida en personas autistas.
Teoría del déficit
La teoría del déficit postula que en el autismo existe una falencia en las funciones ejecutivas (planeamiento, flexibilidad de pensamiento, inhibición de impulsos, etcétera.) que son coordinadas por los lóbulos frontales. Esto resulta en una tendencia a sostener un número limitado de actividades que se repiten en diferentes situaciones. Este modelo puede explicar también los déficits en la capacidad de cambiar el foco de atención, así como la imposibilidad de controlar sus impulsos.
Un experimento que apoya esta teoría implica retirar una pelotita de una plataforma protegida por un rayo infrarrojo. Al atravesar el rayo se activaba una compuerta que dejaba caer la pelota a un recipiente inaccesible. Por lo tanto, para lograr alcanzar la pelota, el infrarrojo debía desactivarse mediante un interruptor. Esto requiere la habilidad de reprimir conductas impulsivas. Los niños autistas no podían inhibir su respuesta prepotente por lo que una y otra vez intentaban tomar directamente la pelota provocando que la misma cayera al recipiente.
Por otra parte, algunos estudios neurobiológicos sugieren déficits en la actividad y conectividad de ciertas zonas del cerebro relacionadas con funciones ejecutivas en pacientes autistas.
La teoría de la coherencia central propone que los individuos pueden ser ubicados en un continuo que va desde aquellos que prestan atención principalmente a las partes de un sistema y aquellos que se centran en la comprensión del todo. Los individuos autistas caen cerca del extremo particularista del espectro, es decir que “no pueden ver el bosque por mirar el árbol”. En la actualidad esta característica no es interpretada como una deficiencia, sino como un estilo cognitivo.
Uno de los experimentos se basaba en hacer que los niños leyeran oraciones que contenían homógrafos, es decir palabras que, a pesar de escribirse igual, se pronuncian de manera diferente de acuerdo al contexto y el significado que adquieren a partir de éste. La pronunciación correcta requiere la comprensión global de la oración y no una lectura palabra por palabra. La mayor parte de los niños autistas fallaron en la prueba utilizando la pronunciación más común, sin prestar atención al contexto de la frase.
Finalmente la teoría E-S (empatía-sistematización) sostiene que es más común entre las mujeres usar la empatía, es decir responder de manera adecuada en una situación infiriendo el estado mental, los sentimientos de las personas intervinientes. En el otro extremo, entre los hombres es más usual sistematizar, esto es, descifrar la mecánica de un sistema infiriendo las reglas que lo dominan. La teoría del “cerebro masculino extremo” postula que el autismo representa un caso exacerbado del patrón masculino: déficit en empatía y sistematización aumentada.
Se sugiere, asimismo, que algunos aspectos específicos de la neuroanatomía autista pueden ser extremos de la típica neuroanatomía masculina. El cerebro típico masculino presenta menor conectividad entre los hemisferios que el cerebro femenino. El cerebro autista, como un caso masculino extremo, tiene un déficit importante en la conectividad en tramos largos. Esto favorece una tendencia hacia la sistematización.
Psicoanálisis
Finalmente, según el psicoanálisis, el autismo se encuadra dentro de la psicosis. En un primer momento el niño se identifica con el deseo de la madre y no lo distingue del propio. La madre representa al resto de la sociedad. Posteriormente el padre aparece como ley, interviniendo para que el niño se despegue del deseo de la madre. Esto deja al niño en una situación de vacío, en la que se ve obligado a preguntarse acerca de su deseo y así constituirse en sujeto. En la psicosis, el niño nunca fue separado del deseo de la madre y queda entrampado en lo imaginario y sin herramientas para establecer un lazo con lo real. Eso explica el déficit en la interacción social y habilidades comunicativas, así como la marcada estrechez en los hábitos e intereses.
La mamá de Lautaro entró a la sala del jardín. Se agachó a su lado y lo abrazó afectuosamente. La ruedita del camión de bomberos seguía girando vertiginosamente, víctima de su incansable dedito. Sin abandonar su tarea, Lautaro sonrió complacido por las caricias de su madre.
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8/08/2012