Ni las vacunas contra el sarampión, las paperas o la rubeola ni el mercurio que contienen algunos de los fármacos que se inyectan a los niños producen autismo. Así lo afirma un completo informe sobre el tema presentado en EEUU y realizado por un grupo de expertos.
Investigadores y progenitores han tratado de encontrar un culpable para explicar el aumento de casos de autismo, pero "todas las evidencias científicas indican que los conservantes de las vacunas infantiles no están relacionadas con esta enfermedad", explica la doctora Marie McCormick, experta en salud infantil en la Facultad de Salud Pública de Harvard.
"Por lo tanto, tenemos que esforzarnos para descubrir cuál es la verdadera causa del trastorno", añade.
McCormick considera que "los recursos se aprovecharían mejor si se dirigieran a las vías con mayores posiblidades de ofrecer respuestas. Sin evidencia que lo apoye, la hipótesis de las vacunas no ofrece esa promesa".
El autismo es un trastorno que afecta a la capacidad de los niños para aprender, hablar y relacionarse con los demás. Normalmente, se diagnostica cuando el pequeño tiene dos o tres años, un periodo que coincide con la edad recomendada para algunas vacunas, por lo que algunos expertos asociaron los elementos de la inmunización con el desarrollo de la enfermedad.
El número de niños que padecen autismo no se puede determinar con exactitud, pero se calcula que uno de cada 1.000 podrían padecer el trastorno. Ya en 2001, un grupo de expertos aseguró que la relación entre vacunas y autismo no estaba probada.
Sin embargo, en países como el Reino Unido, la hipótesis de las vacunas ha encontrado el apoyo de algunos grupos sociales. Como consecuencia, la tasa de padres que rechaza vacunar a sus hijos ha aumentado en ese país.
El panel de expertos ha revisado cinco estudios epidemiológicos realizados en EEUU, Gran Bretaña, Dinamarca y Suecia que incluyeron a más de un millón de niños. La conclusión a la que llegan es que los niños vacunados no tienen más probabilidades de ser autistas que aquellos que no han sido vacunados.
También analizaron otros estudios y observaron que no existía ninguna relación entre las vacunas y el autismo.
Fuente: El Mundo
1/06/2004