Sufrir un accidente cerebrovascular (ACV) se ha transformado en una penosa y cercana posibilidad cuyas secuelas son importantes y variadas. Recuperarse es costoso en tiempo y a veces imposible en su totalidad. Cualquier avance en tal sentido es un logro, y en este caso la música parece ser que hace su armónico aporte.







En efecto, uno de los problemas más generalizados es el de la dificultad en el habla de aquellos que han sufrido el episodio; esta situación no sólo representa una merma en la capacidad de comunicación, sino que acarrea también un factor psicológico de angustia ante la propia limitación. Pero he aquí que la ciencia argentina sigue poniendo sobre la mesa el talento inacabable de su sangre joven, capaz de logros ingeniosos y conducentes.

Micaela Méndez es una licenciada en Fonoaudiología que en el año 2001 comenzó a imaginar un método por el cual era posible utilizar la música para trabajar en la cura de algunas lesiones de ACV, desde el lugar que ocupaba como flamante profesional haciendo su residencia en el Hospital Rocca. Ella misma explica de qué se trata.



Noticias & Protagonistas: ¿Cómo se inicia esta experiencia de crear terapias alternativas para quienes sufrieron un ACV?

Micaela Méndez: Cuando ingresé al Hospital Rocca vi pacientes que no podían comunicarse de manera normal porque el ACV deja lesiones, una de ellas la afasia, que es la pérdida de lenguaje, como si uno se fuera a vivir a un país con idioma diferente. También hay una alteración en el habla, muscular, suena como un borracho. Entonces surgió la posibilidad de pensar en la música, recurso universal que siempre hace bien; y decidí armar un coro, porque además no requiere grandes gastos. Los beneficios resultantes fueron asombrosos.



N&P: ¿Cómo se trabaja? ¿Ponen música e invitan a cantar?

MM: Además de los pacientes internados había otros de consultorio externo. Lo que hice fue reunirlos en un consultorio grande, uno tocaba la guitarra, otro percusión, incluso con problemas, porque la hemiplejia también es secuela normal; yo acompañaba con el teclado, y cantábamos. Primero las canciones de la infancia, que se pueden recordar porque la memoria de la niñez es la última que se pierde; luego tangos y boleros, que son fáciles. El paciente no cantaba perfecto, claro, pero sí podía hacerlo casi de corrido, porque la lesión cerebral de la afasia es en el hemisferio izquierdo del cerebro, pero no en el derecho, que se asocia con la música.



N&P: Asombroso…

MM: Si yo le pido a un enfermo que me recite “acaricia mi ensueño/ el suave murmullo de tu suspirar”, no podría hacerlo. Pero si se lo canto, él se acopla, me sigue, y termina diciendo en el canto lo que no puede al hablar.



N&P: Esto es encontrar en lo sencillo la respuesta difícil. Todo un arte.

MM: Fue muy bueno y muy beneficioso. Quienes sienten que no se pueden comunicar hablando pero sí descubren otro mecanismo, generan una autoconfianza mucho mayor, se les activa la memoria, la atención, el estado de ánimo.



N&P: ¿Qué chance hay de que esto se replique en otros nosocomios?

MM: Ya lo pidieron en la Universidad de Chile. Además, paralelamente formé un grupo de percusión con niños hipoacúsicos. Muchos preguntaban: ¿cómo van a hacer música si no escuchan? Pero el sonido también es vibración, y eso en la percusión se hace más visible. Nos llega lo que escuchamos, pero si nos tapamos los oídos lo vamos a captar igual por la vía ósea. Los sordos mantienen intacto ese canal, no perfecto, pero ayuda a que estimulen el aspecto auditivo y todas las sensaciones.



N&P: Se sentirá más que gratificada, ¿verdad?

MM: Sí, estoy feliz, amo lo que hago, tengo pasión por la fonoaudiología, y además soy cantante. Hice seis años en el Conservatorio, me faltan cuatro (N.de la R: se le nota).

http://www.noticiasyprotagonistas.com
13/07/2012