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Las personas que tartamudean denominan "fluidos" a quienes hablan de forma continuada, sin interrumpirse con tensos silencios ni bloquearse en la repetición de alguna letra --la P, la B o la M, casi siempre--, que acaban temiendo. Esa dificultad, la tartamudez, afecta a unas 120.000 personas en Catalunya (unas 800.000 en toda España), un 80%, hombres. No están enfermos, ni se consideran discapacitados, pero se sienten objeto de una marginación laboral y social que califican de "vergonzosa".
El único colectivo que los representa, la Fundació Catalana de la Tartamudesa, y su homónima española, creadas en el 2002, se han dirigido a la Generalitat y al Congreso de los Diputados pidiendo que los estudios de Psicología y Logopedia incluyan la tartamudez como asignatura obligatoria (ahora, donde existe, es optativa), y que promuevan un centro de investigación y tratamiento de este trastorno.
"Ahora, no hay nada --asegura Adolfo Sánchez, presidente de ambas fundaciones--. Ninguna universidad española se ha interesado por nosotros. No constamos en ningún censo pero, en cambio, sufrimos constantes agravios laborales". Sus peticiones, asegura, han sido acogidas "de forma ejemplar" por la consellera de Sanitat, Marina Geli, y por diputados del PP, del PSOE y de CiU
SUFRIMIENTO Y DISIMULO
La vida de un tartamudo transcurre bajo un sufrimiento enorme que intentan disimular aplicando un rígido control mental sobre lo que van a decir, en especial si están trabajando o hablando en público, con el fin de cambiar rápidamente una palabra difícil por otra. Ese mecanismo, que aplican angustiados para evitar la burla, la risa o la infravaloración, no es la solución. Al hacerlo, pierden naturalidad y precisión, utilizan términos inapropiados e incluso acaban comiendo lo que no querían.
"Si estás en un restaurante y el camarero te pregunta qué deseas, aunque prefieras pescado comerás carne, por no complicarte con la P --explica Sánchez--. ¿Sabes lo que significa no poder decir lo que quieres cuando quieres? Nadie se burla de un ciego o de un sordo, pero sí se mofan de un tartamudo".
EL CONTROL
No existen dos tartamudos iguales, explican, pero sí han comprobado que si su dificultad es acogida con burla, pueden entrar en una fase "severa", con profundos bloqueos --silencios de hasta 20 segundos antes de acabar una palabra-- que cuestione su actividad social.
Bien tratadas, asegura Sánchez, esas personas pueden reducir de forma muy importante su dificultad e incluso disimularla por completo en ocasiones, aplicando un fuerte autocontrol, a cambio de sentirse internamente alienados. Sánchez puede hablar durante varios minutos con perfecta fluidez. "Puedo conseguirlo, lo hacen muchos políticos afectados de tartamudez, pero dejo de ser yo. Ahora estoy actuando".
Fuente: El periodico
12/04/2004