Un incremento que preocupa a médicos y psicólogos expertos. No sólo se han elevado las consultas de estos especialistas, sino que los centros específicos para tratar estas deficiencias se han multiplicado. Hoy no existe ningún marcador biológico reconocido que permita el diagnóstico de los TEA. «Éste se realiza a partir de diversos indicadores en el desarrollo de la persona que apuntan a una alteración en el mismo, así como una evaluación específica de su conducta», explica la Confederación de Autismo de España (CAE).
Daniel tiene ocho años y, a los tres, los especialistas le detectaron un elevado déficit de atención. Tiene autismo. En 2003, sus padres, Azucena y José Alberto, no pudieron escolarizarle en el colegio que deseaban y se decantaraon por la segunda opción, el centro Jorge Manrique de Palencia. Desde la Confederación indican que uno de cada 150 niños escolarizados padece algún tipo de TEA. Daniel sólo pudo asistir al centro dos meses. «El niño estaba a gusto, pero el psicopedagogo del centro me dijo que tenía que irse a otro», explicó Azucena ayer a LA RAZÓN. A partir de este momento comenzó su particular cruzada: «Quiero que mi hijo reciba una educación inclusiva. Tiene derecho a estudiar en un colegio normal. Es lo único que reclamo, que me permitan escolarizarlo en un centro normal, con el resto de niños», afirma. La negativa de los padres a llevar a su hijo a un centro especial les ha enfrentado con la Consejería de Educación de Castilla y León. El Juzgado número 1 de Primera Instancia de Palencia ha imputado a los padres de Daniel por un delito de abandono familiar. «Tiene derecho a escolarizarse, es lo único que reclamo», reivindica Azucena.
Cumplir la Ley
Por parte de la Consejería de Educación de la comunidad, el director general de Política Educativa Escolar, Fernando Sánchez-Pascuala, afirma que «hemos cumplido la Ley. No estamos en guerra con nadie, pero en tres dictámenes de diferentes equipos se determinó que el niño debía ir a un centro de educación especial». El menor ha acudido a tres colegios y en todos ellos se determinó que necesitaba ayuda específica. «Nosotros tuvimos la obligación de comunicar a la Fiscalía que el niño no asistía a clase», añade. Como explican desde la Consejería, «ha estado en colegios con aulas de integración, pero su nivel de autismo recomienda que trabaje con especialistas». Isabel Gutiérrez, psicopedagoga y maestra en audición y lenguaje, comparte la valoración del organismo público: «Los diagnósticos los realiza un equipo de orientadores externo al centro y suelen ser muy concluyentes». Para esta especialista, lo que se busca con la decisión de enviarle a unas instalaciones especiales «no es segregarle, sino intentar que el niño encaje».
Azucena, después de conocer las intenciones de la Administración de denunciarla por no llevar a su hijo a clase, decidió contratar a un abogado y, en octubre de 2011, interpuso una demanda que «ha sido admitida a trámite por vulnerar los derechos de mi hijo», sostiene. A este respecto, la Consejería acepta el derecho que tienen los padres de reclamar que sus hijos aprendan en un colegio normal, pero «la libertad de elección se reduce si esos derechos no se pueden compaginar con los niveles de deficiencia que tiene Daniel», asegura Sánchez-Pascuala.
Como explica la CAE, «el aprendizaje de una persona que sufre TEA debe realizarse de manera individualizada; deben dirigirlo profesionales especializados y es necesario que contemple algunas adaptaciones en la metodología y el estilo de enseñanza diferentes a las habituales». «Mi hijo se relacionaba con sus compañeros y volvía feliz a casa», afirma Azucena, pero los informes no apoyan la inicativa de la madre.
Dependiendo del grado de autismo del menor, se pueden contemplar diferentes formas para cumplimentar el currículum educativo. Un niño huidizo, que se evade pero que es capaz de fijar la mirada, puede integrarse en un colegio normal. Sin embargo «cuando superan el nivel 2 y se acercan al tres, necesitan acudir a un centro especial. Los niños que alcanzan el cuarto grado no se relacionan, apenas hablan y en contadas ocasiones se ríen», explica la psicopedagoga. Trabajar con pictogramas, fotografías y mecanismos para fomentar la estimulación motor, son algunas de las propuestas específicas que se ponen en marcha en los centros especiales. «Allí pueden hacer maravillas», añade la experta.
«Los padres rechazan el diagnóstico»
La actitud de los padres de Daniel de negarse a llevar a su hijo a un centro de educación especial no es muy habitual. Como explica la psicopedagoga Isabel Gutiérrez, «muchos progenitores, en un primer momento, rechazan el diagnóstico de sus hijos pero cuando ven la mejoría que desarrollan, cambian de opinión. Los padres de Daniel no lo aceptan», explica, tras analizar el caso. Los especialistas pueden tardar hasta dos años en determinar el diagnóstico del menor y el grado de autismo que padece, por lo que es muy difícil que fallen en sus conclusiones. Desde la Consejería de Educación de Castilla y León apuestan por estos centros porque «cuentan con especialistas de alto nivel». En cada provincia hay uno o dos centros con educación especial. Más de 24.000 niños con autismo están escolarizados en la comunidad
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9/02/2012