El futuro no existe fuera del imaginario colectivo, del pasado sólo se tiene constancia a través de la melancolía o la historia, de las que no conviene fiarse, y el presente es un instante tan breve como inasequible. La humanidad vive en la ambiguedad de la duda y se proyecta hacia un destino incierto empujada por la fuerza de los acontecimientos.
Nadie puede decir a ciencia cierta que va a ocurrir en el minuto siguiente, pero si se establece una secuencia casi siempre queda marcada una dirección, un relación de causas efectos cuya prospección hace visible un provenir con un alto grado de probabilidades. El autor de la pintada: "Jubilados, tus nietos serán negros", que apareció estos días en la puerta del centro social de El Natahoyo, lejos de sembrar temores absurdos ha hecho un diagnóstico. Así hay que interpretarlo, aunque las intenciones fueran otras.
Con más de 1.300.000 inmigrantes sin papeles (según reconoce el Instituto Nacional de Estadística) y un aluvión de gente dispuesta a morir en pateras para entrar en el Estado del bienestar, España cambia su fisonomía social cada vez que alguna de estas personas logra burlar los dispositivos de control de fronteras.
Esa es una realidad contrastada, un dato estadístico, que apuntala la tesis de los nietos negros de los españoles blancos en dos o tres generaciones. Algo que ocurrirá casi con toda probabilidad y entonces será la sociedad española la que debe adaptarse al fenómeno y tenga que superar sus propias contradicciones.
No existen todavía estudios demoscópicos de la opinión de los jubilados de El Natahoyo, sobre la posibilidad de tener nietos negros, aunque pueden estimarse respuestas diversas. Existe más xenofobia en las políticas de inmigración y en las instituciones que en la pintada de marras, con lo que si se le da a este asunto una dimensión que no tiene se corre el riesgo de minimizar otras conductas peligrosas que son asumidas con normalidad.
Maestras de colegios públicos que obligan a los alumnos sudamericanos a clases de logopedia para que pronuncien las zetas y las ces, que no respetan las pautas culturales de los niños extranjeros con el argumento de que tienen que adaptarse a la cultura de acogida (dominante), funcionarios que los atienden con desprecio, periodistas que titulan los sucesos con la nacionalidad de los autores de delitos, y hasta concejales que exigen cartas de ciudadanía, son ejemplos claros de conductas racistas que nadie denuncia.
Tal parece que los españoles no están preparados para tener nietos negros. Y los tendrán, que duda cabe. La multiculturalidad, ese concepto puesto de moda por políticos que dicen defenderla sin creer en ella, se vislumbra al final del túnel oscuro por donde se accede al porvenir. El proceso será complejo y no se desarrollará sin conflicto. Siempre ha sido así.
Fuente:La voz de Asturias
7/04/2004