Está comprobado que el hábito de respiración bucal o mixta ocasiona perjuicios al ser humano. Algunos son bastante visibles, como las asimetrías faciales y los problemas de postura. Otros menos perceptibles, ante un inexperto, son las alteraciones en la oclusión.
En este caso hay que establecer algunas líneas de reflexión sobre afecciones de audición ligadas al síndrome del respirador bucal, con el fin de contribuir a lograr mejoras en el aprendizaje del personal de salud y del público en general.
La OMS estima que actualmente hay unos 42 millones de personas con algún problema hipoacústico. Para el 2013 esa cifra alcanzará los 57 millones. El síndrome del respirador bucal no constituye en sí mismo una enfermedad, sino que puede deberse a un conjunto de alteraciones que son las que provocan la disfunción respiratoria.
Los síntomas más comunes de los pacientes que respiran por la boca son la falta de aire o insuficiencia respiratoria, cansancio rápido al realizar actividades físicas, dolor en los costados y en la musculatura del cuello, disminución del sentido del olfato y del gusto, halitosis, boca seca, dormir mal y roncar, somnolencia durante el día, ojeras y escupir al hablar.
En Panamá, la falta de información sobre este tema es tal que casi únicamente los odontopediatras y los ortodoncistas remiten a las consultas privadas de fonoaudiología a pacientes respiradores orales.
La sugerencia de tratamiento para los niños respiradores bucales e incluso para los adultos va dirigida hacia un tratamiento integral que abarque a la totalidad de la persona, teniendo como objetivos equilibrar o compensar en forma óptima. Cuando no se trata a tiempo a nivel de la audición puede repercutir en una otitis media, una inflamación del oído medio. Esta inflamación suele ser resultado de una infección proveniente de la garganta, ya que ésta se comunica con el oído a través de la trompa de Eustaquio.
El oído medio es una cavidad rellena de aire del tamaño de un guisante, que limita exteriormente con la membrana del tímpano e interiormente con el oído interno, caracol o cóclea. En el interior del oído medio se encuentra la cadena de huesecillos, martillo, yunque y estribo, cuya finalidad es transmitir hasta el oído interno el sonido recogido del exterior por la membrana del tímpano.
Si se presenta dolor de oídos y fiebre debe consultarse con el médico de cabecera, porque podría ser necesaria, en algunas ocasiones, la visita al fonoaudiólogo o al otorrinolaringólogo. Es muy importante cumplir el tratamiento tal y como haya sido prescrito por un pediatra u otorrinolaringólogo, aunque los síntomas desaparezcan.
Habitualmente se emplean fármacos antiinflamatorios, que reducirán la hinchazón y por tanto el dolor o la fiebre. Conviene recordar que el cumplimiento del tratamiento adecuado evitará la aparición de distintas complicaciones, que pueden tener serias consecuencias sobre el oído y la audición.
En lo que respecta a la dicción, la mayoría de los padres no se preocupa y piensa que ese defecto se arreglará solo, porque muchas dislalias desaparecen por sí mismas. Cuando el niño es capaz de percepciones auditivas y motrices más precisas, mejora espontáneamente su pronunciación.
Pero no es cierto para todos los fonemas. Para la corrección del habla debe tomarse en cuenta que la edad favorece la reeducación. Entre los cinco y seis años, cuando ya no hay ninguna probabilidad de que el niño se corrija solo, hay que enseñarle una pronunciación correcta antes de que aprenda a leer. Es importante la frecuencia de las sesiones que deberían ser por lo menos tres veces a la semana, porque los niños olvidan.
Mientras el niño no pueda reproducir fácilmente el mecanismo articulatorio, es mejor que los padres no se mezclen en la reeducación. Pero si se trata de hacer repetir un mecanismo bien constituido o lista de grupos fonéticos, entonces, deberán secundar al especialista.
La reeducación termina cuando los niños pueden repetir correctamente una palabra que antes era imposible.
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31/10/2011