La falta de atención en clase o una impulsividad excesiva han sido históricos signos de alumnos etiquetados pronto por una notoria falta de rendimiento escolar. Pero lo más habitual, al menos en un primer momento, es que hayan sido acusados por la actitud que generan sus síntomas más que tratados como lo que pueden ser realmente: niños afectados por un síndrome conocido como Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH).
Los padres de la provincia con hijos diagnosticados, agrupados en Jerez en la denominada Asociación de Familiares de Niños Hiperactivos (Afhip), estiman, en base a los estudios realizados al respecto en Andalucía, que un 7% de los chicos sufren este trastorno. Esto supone que en cada aula existen una media de uno o dos niños en estas circunstancias. La mayor parte de ellos son varones y muchos de ellos están aún sin diagnosticar.
Factores genéticos y ambientales caracterizan un trastorno en el que, si a todo lo mencionado se suma la preocupación que los padres tienen ante la falta de conocimiento que los profesores tienen de este trastorno y la facilidad con la que confunden sus síntomas con otro tipo de actitudes, la sensación de cierto desamparo en la que viven su problema es verdaderamente importante.
Asunción Pajares, por ejemplo, es madre de un chico y una chica con 15 y 12 años respectivamente. El varón tiene este trastorno cumpliendo la probabilidad siempre mayor que para con las niñas. El 90% de los casos se corresponde con niños. Pero el carácter genético hace que existan familias en España hasta con cuatro hijos afectados. A José Antonio, el hijo de Asunción, no se le detectó hasta los 12 años, «cuando entró en el instituto fue cuando se lo diagnosticaron, aunque yo ya llevaba un calvario de visitas a psicólogos porque yo notaba que algo tenía el niño», recuerda.
«La falta de anotación de las tareas escolares, no enterarse cuando tiene los exámenes, olvidarse de lo que estudia...» fueron primeros síntomas para un niño que «tenía fama de no poner interés». La triste realidad era otra, sin embargo. «Pero cada vez que yo consultaba con los profesores siempre me decían que era un flojo», explica Pajares. «Él, sin embargo, decía que no sabía lo que le pasaba, y la situación terminó generándole depresión y ansiedad», recuerda la madre. En ese estado fue llevado a la consulta del psiquiatra.
Un problema añadido es el social: «Como los profesores estaban siempre echándole broncas terminó por no tener amigos, los compañeros se reían de él», explica. Eso cambió, sin embargo, a partir de comenzar a ser tratado del TDAH que sufre. «Desde el momento en el que todos hemos entendido lo que le pasa, él mismo ha visto subir su autoestima», añade Ascensión Pajares.
Otros riesgos colaterales añadidos los sitúan con mayor posibilidad de sufrir accidentes entre dos y cinco veces más que al resto de los niños. Así lo demuestra un estudio realizado recientemente para determinar la prevalencia y características de los menores (de 6 a 14 años) con TDAH. Este trabajo también ha identificado la frecuencia y características de los accidentes que presentan los escolares y su relación con el trastorno.
Encabeza a los padres de la provincia en el esfuerzo humano y económico de procurar que el trastorno sea más conocido por la sociedad
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10/10/2011