La musicoterapia sirve para tratar, rehabilitar, educar y formar a personas con alteraciones físicas, mentales o emocionales.
La música es sentimiento, comunicación, entretenimiento y también una terapia ya que la combinación de sonidos y silencios puede ayudar a mejorar la calidad de vida de las personas, tanto de las enfermas o con alguna discapacidad como de las sanas. Y todo ello porque facilita el desarrollo de la atención, la escucha y la expresión reforzando así la comunicación y las relaciones humanas y aumentando el conocimiento de uno mismo.
Es decir, la musicoterapia consiste en el uso especializado de la música para el tratamiento, rehabilitación, educación y formación de niños y adultos que sufren alguna alteración física, mental o emocional. Así, está probada su eficacia en afectados de alzhéimer, personas autistas o con cualquier discapacidad, con problemas específicos de la infancia y la adolescencia (retraso escolar, agresividad, celos, inadaptación o conductas inadecuadas), e incluso en quienes padecen ansiedad y estrés.
Estas últimas dolencias, propias del siglo XX y XXI, se intentan combatir enseñando a respirar y a relajar la mente a través del cuerpo, tareas que se aprenden utilizando la música como un medio. Pero no vale cualquier música, sino aquella que empatice con la persona, y no todas responden por igual ante unos mismos sonidos, señala la musicoterapeuta Carmen de Fez.
Aunque la directora del centro Crescendo añade que «con la musicoterapia no sólo habilitamos música específica para que la persona salga de una depresión, sino que le enseñamos, a través de la escucha, a no identificarse con los diversos estados de ánimo y a utilizar la música y el sonido de una manera terapéutica más allá de los gustos personales».
Por otra parte, y dado que la expresión musical está estrechamente vinculada al desarrollo de la inteligencia, la afectividad y la socialización del niño, la musicoterapia potencia la estimulación a edades muy tempranas y por ello genera un desarrollo físico, emocional, social y mental más rápido, apunta la especialista en estimulación temprana y presidenta de la Asociación Asturiana de Musicoterapia. En este sentido, Fez considera la musicoterapia una plataforma para que el niño disfrute y un camino gozoso para entrar en contacto con la música, lo que le reportará beneficios futuros, sobre todo si presenta cierto grado de conflictividad y tiene deficiencias de atención y escucha.
A la hora de trabajar, y por razones prácticas, los terapeutas dividen a sus pacientes en tres planos: mental, emocional y físico y utilizan una música específica para cada uno de ellos. De este modo, por ejemplo, para el plano emocional se elige música melódica, mientras que si se quiere inferir en la parte física se hace uso de una con mucha percusión y muy rítmica.
Y para tratar las diferentes dolencias, la musicoterapia se sirve de música grabada, de la voz, del cuerpo y de los instrumentos. Frente al primer caso, que se trata de una musicoterapia pasiva y que consiste en la repetición, el último se basa en tocar, en interactuar con los propios instrumentos (arpa, guitarra, cuencos..), ya que emiten ondas consideradas curativas, lo que se conoce como terapia vibracional. Y al trabajo con la propia voz, Carmen Fez le da la máxima valoración e importancia por su implicación con la memoria, «la parte más emocional» del organismo.
De una u otra forma, el éxito de la musicoterapia en cualquiera de sus tratamientos radica, resume Fez, «en la empatía que se produzca entre el musicoterapeuta y la persona sometida a terapia, si bien aquellos individuos a los que les gusta mucho la música tienen más fácil alcanzar buenos resultados».
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25/06/2011