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Aunque a simple vista la tartamudez parece un trastorno que no acarrea graves consecuencias, lo cierto es que un buen número de los afectados, sobre todo si no se tratan en la infancia, desarrollan otras patologías asociadas como la depresión o la fobia social y a la comunicación. En España unas 800.000 personas padecen este problema, que generalmente aparece durante la infancia, entre los 2 y los 5 años.
Ser tartamudo es algo más que tener dificultad en el habla. En España hay unas 800.000 personas tartamudas y, sin embargo, poco se conoce de esta disfunción, que no sólo afecta al habla, sino también a los aspectos psicosociales de quienes la padecen.
Adultos o niños, lo cierto es que la mayoría de los que sufren esta anomalía no acuden al experto para recibir un tratamiento que, en cualquier caso, va a proporcionar una mejora en la calidad de vida, la autoestima, la aceptación de la tartamudez y la fluidez del habla del afectado.
Los primeros síntomas de la tartamudez suelen aparecer entre los dos y los cinco años. Sin embargo, hay casos que comienzan en la adolescencia. "No es raro que pequeños de entre tres o cuatro años realicen repeticiones típicas de la edad evolutiva del lenguaje. Sin embargo, cuando se trata de niños de unos siete años que repiten palabras cada vez con más frecuencia, probablemente estemos ante un proceso de tartamudez", ha explicado Anna Bagó i Cuyàs, psicóloga y experta en logopedia.
Y es que la repetición es la forma más típica de la tartamudez, aunque con unos rasgos característicos. El tartamudo, además de reiterar con excesiva frecuencia ciertas palabras, lo hace con esfuerzo, es decir, "parece que se le engancha la palabra en la garganta".
Se puede mejorar
El tratamiento de este trastorno es complejo, aunque no importa el grado de tartamudez, ya que siempre se logrará una mejoría importante en todos los aspectos de la vida del paciente.
En cualquier caso existen diferentes formas de abordar el problema, según la edad del afectado.
Si es un adulto, el método suele ser más complejo, porque "hay que desaprender para poder aprender". Es decir, el paciente tiene muy marcado un patrón de habla, en el que tartamudea.
El objetivo es conseguir que pierda esos patrones para que aprenda otros de tartamudez más suave, casi imperceptible para la persona que escucha. "No se trata de que el afectado alcance una fluidez absoluta, sino de que balbucee de una manera mucho más leve", ha aclarado la experta.
Es importante que el paciente sepa que "nadie es tartamudo al cien por cien", ya que existe un porcentaje de fluidez que es el que permite enseñarles a distinguir los momentos de fluidez de los trastabillados. Según Bagó, "el afectado debe ser consciente de cuándo habla con facilidad y pensar en qué es lo que está haciendo en esos momentos. Si pierde el patrón fluido tiene que parar, analizar lo que ha ocurrido, relajarse y retomar de nuevo el patrón más elocuente". Adquirir estos mecanismos requiere mucho tiempo y entrenamiento hasta que el adulto automatiza ese modo de hablar.
El niño tartamudo
Intervenir cuando el paciente es todavía un niño facilita mucho la tarea a los especialistas, ya que un diagnóstico y una intervención temprana auguran un mejor pronóstico. "En estos casos se hace un trabajo conjunto con el niño y su entorno, es decir, su familia y la escuela".
La actitud de los padres y de los maestros cobra una gran importancia en el proceso terapéutico, ya que de ella depende enormemente el buen desarrollo del niño.
Sin tratamiento farmacológico
Anna Bagó i Cuyàs, psicóloga y experta en logopedia, ha indicado que "cada persona vive la tartamudez de una manera distinta, así que no se puede generalizar".
Es muy importante que, antes de iniciar el tratamiento, el paciente determine cuáles son sus expectativas y que, junto con el especialista, establezcan una pauta de terapia. El experto aconsejará pero sin sobrepasar los objetivos del paciente.
Con frecuencia, el cuadro de tartamudez aparece asociado con un sentimiento de angustia o situaciones frustrantes que en ciertos casos puede derivar en una patología depresiva.
Según la psicóloga, "no existe ningún fármaco para el tratamiento de este trastorno del habla. Los medicamentos que se utilizan van dirigidos a curar los síntomas asociados: depresión, ansiedad muy acusada y fobia social, a la comunicación y al lenguaje, que impiden a la persona realizar progresos en el espacio terapéutico".
Fuente:DiarioMedico.com
15/01/2004