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La película El discurso del rey, reciente ganadora de cuatro premios Oscar -incluido el de mejor película-, logró que el interés del público se focalice en un tema poco habitual: la tartamudez, una afección de la que no se conoce demasiado, pese a que afecta al 1,5% de la población mundial.
La tartamudez, llamada también disfluencia, consiste en un trastorno de base genética con repercusiones emocionales, con más frecuencia en los varones que en las mujeres y que alude, justamente, a una dificultad en la fluidez al hablar.
Hoy en día, los avances en los tratamientos permiten, según explicaron especialistas a lanacion.com, compensar dichos obstáculos a través de entrenamientos específicos que logran desensibilizar las dificultades asociadas a situaciones de miedo y contribuyen a que la persona que las sufre pueda expresarse con mayor libertad.
"Esto se ve muy bien en la película cuando el terapeuta, con elementos muy ingenuos, trata de ejercitar muscularmente el habla del rey. Al mismo tiempo, lo ayuda a no tener miedo y a enfrentar todo tipo de situaciones conflictivas", comenta a lanacion.com Beatriz Biain de Touzet, licenciada en fonoaudiología y presidenta de la Asociación Argentina de Tartamudez (AAT), tras destacar la responsabilidad y seriedad con la que se encaró la problemática en el film.
Detección precoz. Si bien cada disfluencia es una en sí misma, porque cada persona se relaciona de una manera particular con "el hecho de trabarse", existen algunos rasgos comunes que conciernen a todos los que padecen este trastorno.
El 80% de los casos comienza entre los 3 y 5 años, cuando los errores de la fluidez (repeticiones y titubeos, entre otros) dejan de ser los normales y propios de esa etapa y concentran tensión o implican esfuerzo para el niño que intenta comunicarse. Touzet plantea que esa conducta con dificultades representa una clara señal de alerta de que llegó la hora de intervenir.
"Cuanto antes se encara el problema, antes se borra el comportamiento", afirma en diálogo con este medio. Y agrega: "La tartamudez se cura antes de los seis años, porque las estructuras cerebrales son plásticas hasta esa edad. Luego, dichas estructuras se van consolidando y, aunque el cerebro sigue siendo dinámico, el chico comienza a sentir la repercusión del entorno. Si la sociedad no está preparada, va a tratar de disimular la dificultad y esconderse o permanecerá callado".
La presidenta de la AAT diferencia dos tratamientos. En el caso de los niños, se estimula la fluidez mediante programas pensados para ellos, basados en juegos, experiencias y vivencias. Los padres deben acompañar este proceso y mantener la metodología y ejercitación en la casa.
Para los adultos, las técnicas están centradas en procedimientos para hablar de manera más cómoda. Es importante seguir un ritmo lento y pausado. Además, se apunta a extinguir la vergüenza y el miedo.
La proliferación de los tratamientos que estimulan la fluidez al conversar y las consultas precoces por parte de los padres repercutieron en las estadísticas mundiales y se logró así disminuir del 2 al 1,5% el total de casos registrados. Sin embargo, afirman los expertos, aún resta mucho por hacer y se puede empezar desde el hogar, con tareas sencillas.
Tiempo para escuchar. Esperar o "dar tiempo sin apurarse" es el lema que sostienen y trasmiten quienes conocen de cerca esta problemática.
Miriam Lobato, una mujer que pasó de ser paciente de Touzet a coordinar durante una década grupos de autoayuda en el Hospital Pirovano gracias a los avances que alcanzó durante su tratamiento contra la tartamudez, relató su historia a este medio y dejó un mensaje optimista sobre la posibilidad de vencer las barreras.
Ella vivió su época escolar como una "verdadera tortura". De chica casi no hablaba, era muy vergonzosa y no quería siquiera atender el teléfono. Pero su vida cambió cuando se conectó con el hospital y conoció a la doctora, que enseguida "le abrió la gran puerta".
Luego, se hizo cargo de las reuniones en el centro de salud y se dedicó a ayudar a los padres que, al igual que los suyos, se acercaban desesperados sin saber cómo manejarse. Algunos, incluso, le pedían consejos entre lágrimas.
"Para quienes sufrimos de este problema lo más importante es la escucha. No nos sirve que nos estén apurando o apabullando a preguntas, cosas que están asociadas con el estilo de vida que solemos tener. Esto es algo que hay que pulir, pulir y pulir", asegura Miriam, que considera que todavía se trata de un tema que requiere de mucha difusión porque, en algunos ámbitos, sigue siendo tildado como algo tabú.
Conectarse con el cuerpo. En ese proceso de reencontrarse con ella misma, la danza cobró protagonismo. Más tarde, se inclinó por el yoga: "Siempre estoy enganchada con alguna actividad que tenga que ver con el cuerpo y que me ayude a relajarme. Es importante encontrar una actividad que te distienda y con la que se puedas sentir mejor".
En esto coincide la musicoterapeuta Analía González, que ratifica que focalizar la atención en otra cosa, como el canto y la danza, contribuye con la relajación y con la necesidad de no de estar pendiente de la dificultad al hablar.
"La película así lo refleja. El rey estaba pendiente de su dificultad y se relaja con la música. Además al cantar se activan varios mecanismos a nivel cerebral que se vinculan precisamente con el goce y el bienestar", ejemplifica.
En este sentido, Touzet apunta que el terapeuta consigue con la música "ensordecer" al protagonista del film para que no escuche su propia voz y así adquiera fluidez. En tanto, también trabaja sobre el canto del paciente. "Ocurre que la disfluencia se manifiesta en el habla espontánea, no cuando la persona tiene que repetir o memorizar una canción", agrega.
http://www.lanacion.com.ar
5/04/2011