El sector económico empieza a descubrir el sistema educativo. Parece haber comprendido que la baja formación de nuestra fuerza laboral conduce a la falta de competitividad. En el año 2009, el 41% de los empleados españoles tenía nivel de formación inferior a secundaria, frente al 23% de la media de la EU. Quizá eso explique, entre otras cosas, que durante el período de crisis económica nuestros socios comunitarios hayan aumentado las exportaciones de productos de alta tecnología, que requieren gran innovación, y España haya retrocedido en este campo.
La economía española, en efecto, tiene poca capacidad para competir en los mercados. Nuestra economía se ha apoyado en sectores de escasa innovación y en mano de obra poco cualificada y temporal. En consecuencia, el reto que tenemos ante nosotros es que, de un lado, necesitamos aumentar el grupo de empresas innovadoras, y, de otro, desarrollar la calidad de nuestro capital humano (factor clave de la competitividad y la innovación). De modo que, o se reforma el sistema educativo, o el estancamiento económico de España será endémico.
En virtud del sistema educativo made-in-Logse, el fracaso escolar supera el 30%; una desigualdad creciente entre los alumnos españoles de distintas autonomías; el 40% de paro juvenil (cuando la media europea no supera el 20%), lo que supone que más de un millón de jóvenes que ni estudian ni trabajan… A estas alturas ya es redundante incidir en los pésimos resultados educativos de España. Sin embargo, es sumamente relevante recordar el modo en que la esfera política progresista y la pedagogía afín enfrenta estos hechos. Uno de los más fieles defensores del sistema educativo Logse justifica su validez y superioridad moral del siguiente modo:
«Por primera vez en la Historia, hemos declarado obligatoria la educación secundaria, haciendo realidad la utopía enunciada en los años veinte por Tawney en el movimiento inglés Educación Secundaria para todos.» (J. M. Esteve)
Gabilondo afirmó en el Congreso el pasado 9 de febrero que la culpa del fracaso escolar de España es del boom del ladrillo de los años pasados. Se ha negado sistemáticamente el hecho de que durante la generación Logse el nivel económico de los españoles ha ido creciendo y, sin embargo, el nivel educativo ha ido empeorando
Una utopía hecha realidad. Esa es, en efecto, una creencia subyacente en los discursos del partido socialista y la pedagogía afín, de modo que su estrategia habitual ha sido la siguiente: I) negar los datos; II) crear mitos para justificar la Logse, y III) excluir la crítica. Sobre la negación de los datos, unos ejemplos ilustrativos: tan pronto el MEC publica la evaluación de diagnóstico del año 2009 (en junio de 2010), que pone en evidencia el hecho de la creciente desigualdad educativa entre las Comunidades Autónomas, la secretaria de Educación Eva Almunia se apresura a anunciar a la prensa que el informe muestra que “el sistema educativo es homogéneo”. Y la prensa pedagógica afín, a seguir el argumentario.
PISA 2009 (publicado en diciembre de 2010) arroja los siguientes resultados: si su hijo nace en Madrid, Castilla-León o La Rioja, podría tener una calidad educativa similar a los estudiantes de Noruega, Alemania, o Suiza; si su hijo nace en Andalucía, Baleares o Canarias, obtendría una calidad menor incluso que los de Lituania o Turquía: es más, si nacen en Ceuta o Melilla, tendrían una educación inferior a la de Rumania. Esa es la “educación para todos” que nos ofrece este sistema educativo. Ahora bien, P. Badía, director del periódico Escuela, ante tales datos ofrece el siguiente editorial: “Pisa aburre y ya no interesa”. J. A. Aunión, de El País, da el siguiente titular: “España recupera en PISA el bajón de 2006”, pero no dice que nos sitúa en los mismos resultados que se obtuvieron en 2003, y oculta el aumento de la desigualdad en España.
Segunda fase de la estrategia: crear mitos. En este sentido, la pedagogía progresista viene a afirmar: “Como el nivel económico de los alumnos es bajo, los resultados educativos son bajos. Pero, en realidad, no estamos tan mal”. Y eso es lo que han repetido secretarios y ministros de Educación. Gabilondo ha infundido un talante filosófico-metafísico al mito, aludiendo a la inconmensurabilidad de los contextos internacionales y concluyendo que no estamos tan mal; incluso Gabilondo afirmó en el Congreso el pasado 9 de febrero que la culpa del fracaso escolar de España es del boom del ladrillo de los años pasados. Se ha negado sistemáticamente el hecho de que durante la generación Logse el nivel económico de los españoles ha ido creciendo y, sin embargo, el nivel educativo ha ido empeorando (como muestra J. M. Lacasa en su informe El efecto Logse).
Un sistema incuestionable
Tercera fase: el sistema educativo made-in-Logse es incuestionable, por motivos puramente políticos partidistas. Es clásica la afirmación de Marchesi: la Logse obedece a una opción política de izquierdas, frente a la derecha. Ello ha situado el debate educativo en el terrero de la pelea de corral y de la exclusión del contrario por motivos puramente ideológicos. Un ejemplo sobradamente demostrativo lo encontramos en el debate en torno a la medida de los itinerarios. Cuando el PP lo propuso en la Loce (2002), Tiana calificó la medida como “pura ideología de derechas” (2003). Viñao, colaborador de Tiana en la Secretaría de Educación, afirmó que es una medida “necoconservadora nacional-españolista y católica”, resultado de “el desconocimiento, la sobrecarga ideológica, el simplismo, el pensamiento ultraliberal, la imprudencia, la irreflexión, el gusto por la pendencia y el alboroto, los conflictos gratuitos, la ausencia de escrúpulos, la arrogancia fundamentalista” (2004).
J. Carbonell, director de Cuadernos de Pedagogía, afirmaba en 2002 que la medida “penaliza a los sectores socialmente desfavorecidos….” y que las medidas del PP son fruto del “neoliberalismo, conservadurismo, mercantilismo, jerarquización, clasismo, segregacionismo, elitismo, autoritarismo, tradicionalismo, confesionalismo y academicismo”. Ahora bien, en virtud de presiones de la EU, Gabilondo declara ante el Parlamento Europeo que creará itinerarios. Pero, eso sí, alega que toma la medida “para evitar la exclusión social, favorecer la igualdad de oportunidades y reforzar la dimensión social de la educación” (24 junio 2010).
En síntesis: negar los datos, crear mitos y excluir la crítica. Tal ha sido la estrategia de defensa del actual sistema educativo por parte de la política (auto-denominada) progresista y su pedagogía afín, aglutinada, en su inmensa mayoría, en torno a la revista Cuadernos de pedagogía (revista que es a la vida educativa lo que diario Público es a la vida política) y al periódico semanal Escuela
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1/04/2011