No hace mucho los ministros europeos de Educación se reunían para hablar de "fracaso escolar", definido como el porcentaje de estudiantes que no acaban la ESO o, en otra variante, no obtienen un título de grado medio. Este es, sin duda, un problema importante en España, pero menos grave que el "fracaso de la escolaridad": la incapacidad para escribir, comprender, operar, razonar de los que sí superan esas etapas educativas. Es trivial arreglar el primero de estos "fracasos" a expensas del segundo: ¡se rebaja la exigencia hasta que entre el porcentaje deseado y listo!
Como no podía ser de otro modo, la pobre formación adquirida en Secundaria no ha tardado en repercutir en el nivel de la enseñanza universitaria. Pero no hay problema: en el recién presentado informe La Universidad en cifras 2010 se concluye con complacencia que el rendimiento de nuestro sistema universitario se encuentra entre los mejores del panorama internacional (con un 79% de "éxito" matriculados, frente a un 70% en la OCDE), ¡y además con poca inversión! Hasta que llegue una prueba de referencia (análoga a PISA) y se nos caigan los palos del sombrajo. El proceso de socialización de la educación culminó con éxito hace años, y los escasos intentos de progresar en la segunda fase, la "búsqueda de la excelencia" que dice el ministro de Educación, son rápidamente ahogados por la oposición de cierta pedagogía igualitarista-a-la-baja, pero supongo que biempensante, al grito de ¡segregación, elitismo!
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31/03/2011