Un estudiante de preescolar con parálisis cerebral usa un sintetizador de lenguaje para jugar con sus compañeros. Un ligero toque en el sintetizador anuncia «luz verde» y envía a sus amigos a correr. Un segundo toque hace que el aparato anuncie «luz roja» para que todos se detengan... Es tiempo de leer en clase, los alumnos seleccionan un libro de la biblioteca y vuelven a sus pupitres. Un niño usa una cartulina amarilla que pone sobre cada página para aumentar el contraste de las letras, otro usa una tarjeta negra con una ventana horizonal que le permite leer una línea cada vez. Un tercero con dificultades de lectura enciende un ordenador y se pone los auriculares, selecciona el archivo de texto de un libro que ha escaneado y el ordenador le lee cada palabra en voz alta... Éstos son tan sólo algunos ejemplos de lo que las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) pueden hacer en un mundo educativo con necesidades especiales.
Así lo relataba Jesús Beltrán, catedrático de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad Complutense, durante la Conferencia Europea spbre Necesidades Educativas Especiales y Tecnologías de la Información que reunió en Madrid a expertos y docentes de toda Europa.
Profecías fallidas
Para Beltrán, la realidad de las nuevas tecnologías aplicadas a la educación comienza con profecías fallidas: en la década de los años 20 se decía que los dibujos reemplazarían a los libros, en los 50 la televisión se presentaba como el futuro de la educación, en los 60 la enseñanza asistida por ordenador iba a desplazar a los profesores... Ahora se dice que la escuela del siglo XXI es la web. Pero la verdadera realidad es que ni los libros han desaparecido, ni se han vaciado las aulas y no se ha desplazado a los profesores. Así, aunque nadie puede negar que las nuevas tecnologías representan un importante poder Beltrán señala que «son sólo un instrumento que, aunque podrá condicionar el destino de la educación, nunca será capaz de cambiar la educación por sí misma».
En España cerca de 130.000 escolares están diagnosticados como alumnos con «necesidades educativas especiales». Su escolarización tiene dos modalidades: en centros ordinarios integrados con el resto del alumnado y en centros o aulas específicas de educación especial. El 2,3 por ciento del alumnado tiene necesidades educativas especiales permanentes, de ellos el 1,8 está integrado en centros ordinarios y el 0,5 por ciento está escolarizado en centros específicos. Por otra parte, es la Educación Primaria la etapa educativa con mayor relación de este alumnado integrado en centros ordinarios (23 por 1000), seguida de Secundaria (15 por 1000) y, por último, la Infantil (8 por 1000). La deficiencia psíquica es el diagnóstico con mayor porcentaje, con un 68 por ciento; el diagnóstico de plurideficiencia alcanza el porcentaje del 9 por ciento, mientras que los diagnósticos de deficiencia motórica, autismo, problemas graves de la personalidad y deficiencias sensoriales (auditiva y visual
) afectan a porcentajes comprendidos entre el 3 y el 7 por ciento. Además, y según datos del Instituto Nacional de Calidad Educativa (INCE), son los centros públicos los que acogen a un 79 por ciento de este alumnado frente a un 21 que se encuentra escolarizado en los privados.
Por ello, es importante poner sobre la mesa preguntas importantes: ¿cuál es la ruta pedagógica que han de seguir las nuevas tecnologías para que no queden en mera anécdota?, ¿cómo han de responder los centros públicos?, ¿cómo evitar que la tecnología se convierta en una nueva barrera para los alumnos especiales?
Nuevas comunidades de aprendizaje
En este sentido, los expertos consideran que si las tecnologías apoyan una pedagogía de la reproducción «estarán condenadas desde el comienzo a replicar y reproducir los datos informativos». Por contra, si apuestan por una pedagogía cognitiva pueden ayudar a «rediseñar» la educación, comenzando por redefinir el papel del profesor (clave en el proceso educativo) y haciendo que los alumnos puedan utilizar los instrumentos tecnológicos al servicio de su aprendizaje. Hasta ahora, el problema reside en que se continúa aprendiendo de manera pasiva desde la pantalla y no se hace de la tecnología un instrumento cognitivo.
No obstante, en algunos colegios del mundo se han empezado a configurar nuevas comunidades de aprendizaje en donde «todos aprenden y todos enseñan». En ellas se ensayan modelos educativos que cambian la relación profesor-alumno, la interacción educativa, la estructura curricular, los sistemas de evaluación y el clima escolar. En ellos las tecnologías están integradas dentro del aula y el software educativo cobra un papel relevante.
Los recursos tecnológicos tienen una alta capacidad de adaptación a las minusvalías, deficiencias o discapacidades pero, por otra parte, resulta cierto que estas tecnologías de ayuda para personas con discapacidad es, a día de hoy, limitado en la mayoría de los colegios españoles. Por ello, resulta imperiosa la necesidad de que la educación digital se extienda al terreno de la educación especial, porque aunque se cuenta con soluciones técnicas en los laboratorios, es necesario que éstas se apliquen en la cotidianidad de las aulas. Sobre este apecto los expertos advierten de la «brecha digital» que pueden suponer las nuevas tecnologías para los alumnos con discapacidad, lo que contribuye a ensanchar las diferencias y aumentar la segregación.
Prioridad política
La incorporación de las nuevas tecnologías a la enseñanza es una de las prioridades políticas y sociales de la Unión Europea. Una cuestión que dejaron bien clara durante el pasado mes de mayo los ministros de Educación que aprobaron una resolución en la que se comprometieron a «fomentar y apoyar la plena integración de los niños y jóvenes con necesidades especiales mediante la educación y formación adecuadas». Para ello apuestan por «prestar atención a la utilización de las nuevas tecnologías multimedia y de Internet para mejorar la calidad del aprendizaje».
No obstante, a pesar de los esfuerzos y de las promesas de la mayoría de los gobiernos, el hecho de incorporar las nuevas tecnologías en el aula no es una cuestión fácil, pues necesita de recursos materiales y humanos para que los equipos multimedia puedan servir de verdadera ayuda y no se queden en materiales inservibles que sólo ocupan espacio en el centro educativo.
Fuente: ABC
22/12/2003