Hace siete años, los papás de Josefina Gómez (13) tuvieron que recorrer 20 escuelas para conseguir un banco para la niña con parálisis cerebral, problemas motores e hipoacusia. Como sus capacidades intelectuales están intactas, los terapeutas habían recomendado que fuera integrada a una escuela común. Comenzaron la búsqueda y recibieron muchos “no”, hasta que el Instituto Parroquial Cristo Redentor, en barrio Jardín, les abrió las puertas.
Josefina hoy termina sexto grado en esa institución. “Encontramos contención de los directores, de los docentes y de los compañeros. La escuela tiene una gran capacidad humana y de gestión”, dice Alejandro, el papá.
Más allá del buen desempeño de Josefina, la familia Gómez quiere sumarse a la campaña de la institución para que la integración de niños con discapacidad sea una realidad en Córdoba. “Josefina tiene una gran avidez por aprender. Fue un desafío para la escuela y los profesionales tomar a una niña con doble déficit”, cuenta Nora Lafatta, supervisora del centro de integración escolar Identidad, que colabora con la nena.
“Hace 19 años que integramos. Somos una escuela católica y creemos que las oportunidades tienen que ser iguales para todos. Hoy, no todas las familias tienen derecho a elegir la escuela”, asegura Marta Corzo Gómez, la directora del nivel primario.
La escuela trabaja sobre las capacidades de los alumnos, en equipos y comisiones de trabajo. La maestra titular es la integradora y los profesionales que asisten a los chicos son docentes de apoyo. El Instituto Parroquial tiene hoy 20 chicos integrados en los tres niveles. La matrícula ronda los 350 estudiantes. En la primaria, hay 25 maestras y la dirección también coordina con otros 50 profesionales de apoyo de 10 equipos de trabajo externo.
Josefina se maneja con una notebook , que es su carpeta. “La computadora, a través de los programas y dispositivos específicos, se constituye en recurso mediador y facilitador fundamental para concretar estrategias de estimulación cognitiva”, explica Claudia Beles, licenciada en gestión de educación especial y una de las profesionales que acompaña desde hace seis años su proceso de integración.
Beles realiza las adecuaciones curriculares mediante la aplicación de tecnologías de la información y la comunicación. “Para Josefina, la computadora es imprescindible”, manifiesta. Por su parálisis, la niña no puede modular bien, pero su comunicación oral ha mejorado bastante, coinciden los docentes. Aprendió el lenguaje de señas y la PC se ha convertido en su gran aliada.
Además de la alfabetización, y de las operaciones matemáticas básicas, los docentes priorizan los conocimientos funcionales para la vida de Josefina.
El uso del dinero, por ejemplo. “No repitió de grado nunca y tiene muchos deseos de aprender. Se la evalúa en virtud de su capacidad”, explica Lafatta.
El papá asegura que los avances de Josefina son increíbles. “Está socializada, es independiente, tiene hábitos. Le encanta pagar las cuentas. Nosotros creemos que, en el futuro, puede trabajar en tareas administrativas en la empresa familiar con sus hermanos”, cuenta.
Por el momento, Josefina se encarga de fichar los libros de la biblioteca de la escuela. Un buen entrenamiento práctico, y una estimulación.
“Cuando tenía un año y siete meses, la llevé a Cuba. El médico me dijo: ‘No se cree expectativas, pero va a caminar e ir a un colegio común”, recuerda Alejandro. “Todo lo que hace nos sorprende y junto con la escuela vamos viendo paso a paso qué es lo mejor para ella”, dice. Cuando la charla termina, Josefina mira, habla en lengua de señas con Nora y pregunta por la foto que saldrá publicada en el diario. Allá va, como un premio a su esfuerzo
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29/12/2010