La Fundación Española de la Tartamudez presentó ayer una campaña para sensibilizar a la ciudadanía acerca de este problema, con motivo de la celebración del Día Internacional de este trastorno, que en la actualidad afecta a 800.000 españoles.
Durante el acto de presentación, Adolfo Sánchez, presidente de la Fundación, denunció la desigualdad de oportunidades que sufre este colectivo, especialmente para acceder a la Universidad.
Asimismo, se lamentó de que las responsabilidades en relación a la disfemia (tartamudez) se diluyan entre las diferentes administraciones y de que por ello no resulte fácil desarrollar planes de acción que combatan las discriminaciones.
Por su parte, la ministra de Sanidad, Ana Pastor, también presente en el acto, animó a los investigadores españoles a profundizar en el conocimiento de la tartamudez, tras reconocer que en España existe una escasa actividad investigadora en este campo.
Pastor indicó, por otro lado, que su departamento está estudiando la inclusión de los servicios de logopedia en la nueva cartera de Servicios del Sistema Nacional de Salud, que actualmente está desarrollando el Ministerio.
Escuchar a los tartamudos y dejarlos hablar sin querer anticiparse a lo que van a decir, es el mensaje central de la campaña presentada ayer.
La tartamudez es una disfunción caracterizada por interrupciones en la fluidez del habla, acompañadas de tensión muscular, miedo y estrés. Se trata, además, de un trastorno exclusivamente psicológico, y se estima que alrededor del 2% de los adultos y del 5% de los niños tartamudean, según datos dados a conocer por la citada fundación. En un 80% de los casos, la tartamudez comienza a presentarse entre los 2 y los 5 años y normalmente afecta más a los varones.
Aunque se desconocen las causas, recientes estudios sugieren que la tartamudez se produce como consecuencia de una interrelación entre factores biológicos, psicológico y sociales, aunque otros estudios optan por la condición hereditaria.
Los expertos destacan la importancia de la detección precoz de este trastorno, que han padecido personajes tan ilustres como Winston Churchill o Isaac Newton.
Fuente:Consumer
13/11/2003