En líneas generales mantenerse mentalmente activo en la tercera edad retrasa la aparición de la demencia. Pero, contrariamente, cuando los adultos mayores que ‘ejercitan su cabeza’ padecen Alzheimer, esta actividad podría favorecer el avance del deterioro cognitivo propio de esta patología.
Esta es la principal conclusión de un grupo de investigadores de la Universidad Rush de Chicago en Estados Unidos, cuyos resultados integran la reciente edición de Neurology.
“El Alzheimer es la causa más frecuente de demencia en el mundo. De acuerdo con lo que muestran diferentes estudios epidemiológicos, el nivel educacional alto y el hecho de tener una vida mentalmente activa ayudarían a proteger el cerebro frente a la posibilidad de padecer esta patología. La estimulación cognitiva tiene como objetivo mejorar y mantener la reserva neural, a fin de optimizar el funcionamiento cerebral”, postuló la Dra. Carolina Lomlomdjian, neuróloga del Hospital Universitario Austral (HUA) y aclaró que “la reserva neural es la habilidad del cerebro de optimizar la performance cognitiva en ausencia de enfermedad”.
Según la especialista ha quedado demostrado que “en personas sanas estas actividades pueden retrasar el deterioro cognitivo”.
De hecho, uno de los exponentes de esta teoría es Robert Wilson, principal responsable del estudio publicado en Neurology, quien gracias a la participación de 1.157 adultos mayores (que no presentaban signos de demencia y fueron analizados durante 6 años) pudo determinar que “el hecho de realizar programas de estimulación cognitiva en sujetos mayores sanos era capaz de retrasar la aparición de la enfermedad o su manifestación clínica, principalmente debido a que las personas que realizan actividades mentales podrían estar desarrollando la enfermedad, pero contando con mecanismos compensatorios capaces de ‘disimular’ el déficit y las anormalidades”. No obstante, la contracara de este beneficio, es que una vez presentados los síntomas y manifestado el Alzheimer, las personas que previamente al inicio de la demencia presentaban altos niveles de actividad cognitiva tendrían un curso de deterioro más rápido.
Esto es así porque al recibir el diagnóstico, y más allá de la actividad mental realizada, el daño cerebral generado por la enfermedad estaría mucho más extendido, en comparación con alguien que no ejercitó su cerebro.
Esta teoría y conclusión coinciden con la hipótesis de la reserva cognitiva de la demencia, un concepto según el cual las personas mentalmente activas soportan mejor el daño celular cerebral progresivo característico del Alzheimer y otras demencias; pero cuando ese daño alcanza cierto umbral, los síntomas se manifiestan de manera severa y repentina.
Más detalles de la investigación
Al inicio del estudio, los 1.157 participantes informaron la frecuencia con la cual realizaban varias de las actividades consideradas mentalmente estimulantes, entre las cuales se encontraban leer, hacer crucigramas, jugar a las cartas o al ajedrez, mirar televisión, escuchar la radio y visitar museos.
Durante el estudio, 614 de ellos se mantuvieron cognitivamente saludables, mientras que 395 desarrollaron un deterioro leve de las habilidades cognitivas. Finalmente a 148 se les diagnosticó Alzheimer.
Del primer grupo, los que más actividades cognitivas hacían mostraron un deterioro más lento según los test realizados durante los 6 años. Por su parte, entre los participantes diagnosticados con Alzheimer, los que eran mentalmente más activos al inicio del estudio sufrieron un deterioro mental más rápido en el tiempo, en comparación que los que menos actividades cognitivas realizaban.
Teniendo en cuenta las conclusiones del equipo, esto sugiere que las actividades mentalmente estimulantes en la tercera edad ayudarían a reducir la cantidad de tiempo que una persona pasa con los síntomas de demencia.
Al respecto, la Dra. Lomlomdjian expuso: “Queda claro que el hecho de retrasar el deterioro cognitivo clínicamente para así disminuir la carga de enfermedad en años, es un beneficio, con lo cual siempre la estimulación es mejor que la pasividad. Ahora, ¿por qué ocurre esto? La respuesta está en que la actividad produce cambios en la función y estructura de los sistemas neurales. Por eso, aún cuando el ejercicio mental sea incapaz de detener el deterioro del Alzheimer, la manifestación no se haría a la misma velocidad que en una persona que no mantiene activa su mente, por el solo hecho de que el cerebro tiene la capacidad de conservar una función relativamente normal a pesar del daño neuronal”.
Un párrafo aparte merece la actividad física que debe acompañar a la mental, no sólo porque ha demostrado mejorar el rendimiento cognitivo, sino también porque ayuda a disminuir la probabilidad de deterioro.
“El ejercicio aeróbico (caminar, correr, andar en bicicleta, nadar) combinado con actividades de coordinación y practicado al menos durante una hora y media por semana, demostró mejorar la atención, la velocidad de respuesta y la capacidad de resolver problemas”, finalizó Lomlomdjian.
Contacto: Dra. Carolina Lomlomdjian: ALOMLOMD@cas.austral.edu.ar
http://www.hospitalaustral.edu.ar
18/11/2010