Cuando se menciona la palabra autista, la mayoría de las personas piensa en un chiquillo o adolescente aislado, que no se comunica con nadie y que se balancea sobre sí mismo. Sin embargo, el autismo o Trastorno del Espectro Autista (TEA), abarca mucho más.
«Aunque siempre lo hemos oído, no sabemos bien lo que es. A mí me pasó con mi hija -recuerda María del Valle Vaquero-. Cuando la doctora me dijo que Irene tenía trastorno generalizado del desarrollo, yo le contesté: «Pero sí mi niña está enorme». Pensé que se refería al tamaño. Cuando me dijo autismo, yo no me lo podía creer. Me imaginaba al típico niño que está en un rincón. Hay niños que tienen bajas capacidades y pueden ser así, pero otros como mi hija, son totalmente opuestos».
En la realidad hay mucha heterogeneidad. Dentro de los TEA, también se incluye el síndrome de Asperger, síndrome de Rett, trastorno desintegrativo infantil y el trastorno generalizado del desarrollo no especificado. Por ejemplo, en el caso del síndrome de Asperger, los chicos desarrollan altas capacidades -pueden resolver mentalmente raíces cuadradas y logaritmos-, pero tienen serios problemas a la hora de socializar.
Cada caso es único y con unas necesidades concretas y distintas a las de los demás. Pero todos necesitan mucho apoyo y supervisión. El psicólogo y pedagogo madrileño Ángel Rivière, los describió en uno de sus tratados: «Así soy yo. Me cuesta comunicarme, pero no suelo engañar. No comprendo las sutilezas sociales, pero tampoco participo de las dobles intenciones o los sentimientos peligrosos tan frecuentes en la vida social. Mi vida puede ser satisfactoria si es simple, ordenada y tranquila. Ser autista es un modo de ser aunque no sea el 'normal'. Mi vida como autista puede ser tan feliz y satisfactoria como la tuya 'normal'. En esas vidas, podemos llegar a encontrarnos y compartir muchas experiencias», definía Rivière
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13/11/2010