La vida de Teresa Villar cambió por completo en 1996 cuando su hijo Rogelio tuvo un accidente de tráfico. A partir de ese momento comenzó una lucha por conseguir una atención de calidad para Rogelio, que por entonces contaba 18 años. Fue así como Teresa contactó con Rehacer, Associació per a la Rehabilitació d´Accidentats Cerebrals de Balears, una entidad que nació en 1994 de la mano de distintos profesionales médicos especializados en el Daño Cerebral Adquirido (DCA). "En ese momento no había ningún recurso específico para las personas afectadas para DCA. Estos profesionales crearon la asociación, pero con la intención de dejarla en manos de los afectados y sus familias", explica Teresa.
El primer objetivo era contar con un centro, un espacio en el que poder atender a estas personas para llevar a cabo su rehabilitación. Esto no se consiguió hasta 2002, año en que pudieron disponer de un local de algo más de 120 m2 que se inauguró en 2005. "A partir de entonces empezamos a acoger familias. Somos 280 socios de los cuales unos 100 son afectados".
Un centro de rehabilitación
En su Centro de Rehabilitación para personas con DCA Rehacer atiende a 20 personas. Diez de las plazas con que cuenta el centro son concertadas con el Institut Mallorquí d´Afers Socials. "Como te puedes imaginar hay lista de espera . Sólo en Balears, en 2005, había 6.700 personas con DCA", explica Teresa. Añade que para completar su financiación buscan todo tipo de subvenciones. La Obra Social Sa Nostra les ha concedido una ayuda de 4.000 euros para hacer frente a los gastos de ampliación del centro ya que han conseguido un local contiguo con lo que pueden ofrecer un mejor servicio a sus usuarios.
"Ya sé que todas las asociaciones decimos lo mismo, pero creo que en nuestro caso es así: los nuestros son exclusivos y todos somos candidatos al DCA. Se necesita un tipo de rehabilitación muy específica porque sus secuelas son físicas, pero por que su cabeza no da bien la orden". Teresa explica cómo se puede enseñar a uno de lo afectados a utilizar una silla de ruedas y que al día siguiente lo haya olvidado.
La insistencia es clave, según explica Teresa, y se precisa un equipo interdisciplinar . Potenciar las actividades de la vida diaria es lo más urgente, para que la persona recupere su autonomía. Juana y Domingo, dos de los usuarios de Rehacer, preparan la comida acompañados por la terapeuta ocupacional, Maria Antònia Sampol. El menú del día es ensalada de pasta. En la amplia cocina del centro, los armarios aparecen rotulados con los nombres de los utensilios y los alimentos que contienen. "Algunos usuarios tienen problemas de memoria", explica Maria Antònia Sampol. Además de preparar la comida del día, los participantes en el taller de cocina hacen la lista de la compra, comprueban los ingredientes que necesitan, hacen la compra y colocan todos los alimentos en su sitio. Mientras la terapeuta explica la dinámica del taller de cocina, Domingo, que sólo puede mover una de sus manos, corta aceitunas sobre una tabla de cocina adaptada. Tiene un dispositivo que aguanta los botes para poder abrirlos con facilidad, y una serie de pinchos donde las verduras quedan sujetas para cortarlas.
Un complemento así cuesta 100 euros. Domingo dice que no puede pagárselo. "Las ayudas técnicas son muy caras", apunta Maria Antònia. Es otra de las dificultades a las que se enfrentan estas personas.
Junto a Domingo, que va en sillas de ruedas, vemos a Juana que se defiende muy bien aunque tiene una ligera afasia. Teresa explica que las discapacidades que presentan estas personas son muy parecidas aunque unos las tengan en mayor medida que otros. Mientras algunos tienen una autonomía casi plena, como el caso de Juana, otros van a necesitar ayuda para desenvolverse en su vida cotidiana.
La mayor preocupación
Teresa explica que las cosas han cambiado mucho en estos 14 años, pero las carencias en la atención siguen siendo muchas. "Nosotros no tenemos que ser centros médicos, debería ser la Administración la que diera todos los servicios", explica. Si ya ha costado conseguir recursos específicos para los afectados de DCA, las familias continúan siendo las grandes olvidadas. "Después de dos años en hospitales, cuando tu familiar ya está estabilizado, te mandan para casa y qué haces con esa persona; no puede estar todo el día encerrada. También son muy necesarias las actividades de respiro".
Otra de las grandes preocupaciones de Teresa y de muchas madres en su misma situación es qué ocurrirá con sus hijos cuando ellas no puedan hacerse cargo. "Él se ayuda bastante", dice mirando a Rogelio, "y hasta ahora yo puedo tirar de él, pero ¿ Y el día que no pueda? Es terrible pensar en eso", reflexiona. Mientras, Rogelio intenta resolver un puzzle: "¿Me echas una mano?", le pide a su madre
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23/09/2010