En México alrededor de 1.5 millones de niños viven con este padecimiento, resultado de una alteración neuroquímica que les impide concentrarse
A los tres años, Eugenio subió a su bicicleta y se dejó caer por una pendiente de 300 metros; el resultado fue una varilla enterrada y una fractura expuesta de cráneo de seis centímetros. Este fue sólo el primero del sinnúmero de accidentes que ha sufrido a su corta edad.
Él es uno de los alrededor de 1. 5 millones de niños que en México sufren el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH), que se caracteriza por tres síntomas: impulsividad, inatención e hiperactividad, según Regina Ferrari, psicóloga educativa que padece la enfermedad.
"Los médicos lo ven como un caso clínico, pero se necesita vivirlo para saber lo que es que no inviten a tu hijo a una piñata porque se pelea con todos, o que lo corran en tu primer 10 de mayo del colegio porque mordió a un compañero", narra Adriana Pérez de Legaspi, quien también tiene el trastorno y es madre de Eugenio.
El padecimiento no es un problema psicológico o conductual, advierte Ferrari, presidenta de la Sociedad Mexicana de Déficit de Atención e Hiperactividad; hay una causa física que es un trastorno neuroquímico; la química del cerebro no trabaja adecuadamente. Esto significa que los regaños y castigos no ayudan en mucho.
La alteración fisiológica provoca una incapacidad en el niño para poner atención o permanecer quieto; la ignorancia es el peor enemigo de la detección y el tratamiento del padecimiento, coinciden expertos. Tanto padres como maestros desconocen las causas y consecuencias de la enfermedad, que en el 70 por ciento de los casos es hereditaria, y eso los lleva a tachar a los pequeños de flojos o traviesos.
Jeffrey Newcorn, director de la división de psiquiatría infantil y adolescente de la escuela de medicina Mount Sinai, en Nueva York, explica que existen diferentes subtipos del síndrome y que en algunos niños sólo se manifiesta la inatención, en otros la hiperactividad, pero en la mayoría hay una combinación de ambos.
Entre más leve es el trastorno, más difícil resulta su detección. La psiquiatra Liz Brunner señala que los síntomas se presentan antes de los siete años, pero el diagnóstico suele hacer algunos años después. "En México no tenemos infraestructura para detectarlo a tiempo", afirma.
Pérez de Legaspi, fundadora de la Asociación Mexicana por el Déficit de Atención, Hiperactividad y Trastornos Asociados, asegura que los padres de los afectados tienen que soportar el rechazo social y familiar; se enfrentan al conflicto de tener un niño inteligente, pero incapaz de centrar su atención en la clase o de estar quieto, lo que impide que tenga un buen rendimiento escolar. Lo peor es que la mayoría de ellos no saben que sus hijos sufren el trastorno.
"Después de 14 años de estarlo persiguiendo todas las tardes, recriminándole que no hizo la tarea, perdió la mochila, es distraído... lo único que el niño aprende es que es un tonto, aunque en realidad tenga una inteligencia igual o superior al promedio", dice Pérez de Legaspi.
Diagnosticar el trastorno no es fácil, explica Ferrari, los padres y maestros deben estar atentos para detectar ciertas conductas en el niño; después, es necesario hacer una valoración psicopedagógica y otra neurológica para determinar el tratamiento.
Uno de los problemas, coinciden, es que muchos maestros no están capacitados para detectar un problema de ese tipo; ven a un niño inquieto que les causa problemas y la solución suele ser la expulsión.
Cuando era niña, Ferrari tuvo esta experiencia en 13 ocasiones y Eugenio, a sus seis años, ya ha pasado por cinco colegios.
"Muchas veces las escuelas los reportan como sordos, porque no entienden las instrucciones o se les olvidan", dice la psicóloga.
Los mitos
Brunner señala que existe un miedo irracional hacia las denominadas "enfermedades mentales", lo que impide que quienes sufren el trastorno acudan con un especialista y sean atendidos.
Las alternativas para los niños con déficit de atención incluyen terapias de conducta, fármacos o una combinación de ambas. La elección dependerá de las características de cada niño y el objetivo final es que desarrolle una vida normal, asevera Newcorn.
Los fármacos para controlar el síndrome tienen muy mala fama; alrededor del mundo hay grupos que se oponen a su uso, aunque los entrevistados coinciden en que son útiles y en algunos casos, necesarios. "Ojalá yo hubiera tenido medicamentos", señala Ferrari.
Es cierto que no todas las personas con el trastorno requieren medicación, pero en casos muy severos, es la única forma de que puedan estar en un salón de clases, señalan los expertos.
"Los fármacos son bastante seguros, ayudan al niño a que sus periodos de atención sean más largos y profundos", dice Ferrari, pero advierte que sólo un neurólogo o psiquiatra infantil están facultados para recetarlos.
A partir del año 2000 se ha trabajado en nuevas fórmulas, con mejores efectos y menos riesgos, que ya están disponibles en el mercado, asegura Newcorn.
En la escuela
"No entendía lo que nos decían los maestros, casi siempre llevaba a la escuela una tarea que no tenía nada que ver con la que mis compañeros hacían. En las clases soñaba, me llegaban mil ideas. Si estábamos tratando el tema de los ríos, mentalmente me ubicaba en alguna historia que me había pasado con anterioridad y de repente cuando regresaba mis compañeros ya estaban haciendo un ejercicio de matemáticas. Me preguntaba ¿a qué hora cambiaron de actividad?", recuerda Ferrari.
Un niño con déficit de atención tiene una discapacidad invisible, señalan la especialista y Pérez de Legaspi, pero esto no debería ser un factor que le impida tener educación.
Tanto padres como maestros, deben entender que el menor nunca podrá tener el mismo nivel de atención que sus otros compañeros, ni la misma capacidad para estar inactivo.
"Los maestros requieren más práctica, conocimientos, investigación y guía que las ayude a saber lo que es una niño con déficit de atención, que en ocasiones los desesperan, los retan y ellos no lo toleran; los niños con el trastorno sufren mucho, porque siendo inteligentes se dan cuenta de sus deficiencias", indica Ferrari.
Brunner agrega que los menores con el padecimiento suelen ser señalados por su mal comportamiento y se ponen en evidencia sus carencias, lo que afecta su autoestima.
Grandes inatentos
Newcorn advierte que este trastorno puede durar toda la vida; de hecho, la forma en que afecta a adolescentes y adultos ha sido objeto de estudio en los últimos años.
Las primeras manifestaciones se presentan en la infancia, pero sólo el 60 por ciento de quienes lo tienen llegan a controlarlo en la edad adulta, el resto seguirá manifestándolo, dice Brunner.
Newcorn explica que el desarrollo profesional de las personas con el trastorno puede ser limitado, sobre todo si el trabajo que elijan requiera labor de equipo.
Pérez de Legaspi agrega que esto no es una generalidad, entre las figuras que sufrieron o viven con el trastorno se cuentan el ex Primer Ministro de Inglaterra Winston Churchill y el ex presidente de Estados Unidos Bill Clinton.
"Si está bien manejado, sí puede tener grandes logros y ocupar altos cargos sin problema", asegura Newcorn.
Más información
Asociación Mexicana por el Déficit de Atención, Hiperactividad y Trastornos Asociados
Página web: www.deficitdeatencion.org
Fuente: Reforma
11/09/2003