La sordera prematura, completa o parcial, que los otorrinos diagnostican de forma creciente en jóvenes de 16 a 21 años aún no disuade a la mayoría de los adolescentes españoles, que siguen escuchando con auriculares sus pequeños aparatos de música a volúmenes de sonido elevadísimos, antifisiológicos e intolerables para sus nervios auditivos.
Los médicos reconocen el casi nulo eco que tienen sus mensajes de alerta, pero no por eso dejan de emitirlos. «La pérdida de audición en chicos de apenas 16 años aumenta en progresión exponencial, lo vemos a diario –aseguró ayer, día internacional del ruido, el otorrino de Barcelona Pere Lluis Salvá–. Estudios de EEUU indican que un 70% de los adolescentes tienen lesionado el nervio auditivo por esa razón».
Como les ocurre a los ancianos, muchos de esos sordos precoces no son conscientes de su limitación hasta que han perdido hasta el 30% de su potencial auditivo, aunque sus familiares van viendo que cada vez necesitan aumentar más el volumen del televisor. «Lo primero que pierden es la audición de sonidos agudos», apunta Salvá. De ahí que abunden las personas que oyen, pero no entienden, porque solo captan los sonidos graves.
A Diego R. G., de 17 años, vecino de Badalona, no le ocurre nada de eso. Su problema es el pitido intracraneal, suave pero incesante, que entró en su cabeza el pasado verano y no hay forma de acallar. Lo percibe más cuando todo queda en silencio, por la noche, o si intenta estudiar. «Nos han diagnosticado un acúfeno, y dice el especialista que podría ser para toda la vida», explica la madre de Diego, en alusión al problema de su hijo. El pitido empezó de pronto, sin que el joven hubiera asistido a un concierto de rock, que suelen emitir música a casi 130 decibelios, un motivo frecuente de acúfenos. Diego tiene un reproductor de música MP3 con auriculares de botón. Es el único dato que aporta.
LÍMITES SALUDABLES / La Organización Mundial de la Salud (OMS) fija en 65 decibelios el umbral fisiológico tolerable de ruido para las personas. Ese límite queda superado en un restaurante lleno, en una gran superficie comercial o en las calles de Barcelona con tráfico intenso. «En Barcelona se alcanzan con frecuencia los 80», indicó el otorrino Jordi Coromina, del Centro Médico Teknon. El límite saludable de sonido lo supera también un secador de pelo, una taladradora del asfalto o el motor de un avión al despegar o aterrizar.
Todo lo que se puede hacer con la audición es preventivo, coinciden los especialistas. Una vez han muerto las células cilíadas del oído interno, o se ha lesionado el nervio auditivo, ya no hay remedio. «Ni la sordera ni los acúfenos tienen solución», asegura Salvá. Y ambas lesiones pueden iniciarse tras un único día de exceso auditivo. Un petardo que te explota junto a la oreja puede ser suficiente. «El acúfeno es una lesión de origen desconocido que afecta al nervio auditivo y, como todas las lesiones nerviosas, no tiene arreglo», insiste.
PREVENCIÓN / Una forma de evitar tan graves accidentes, explica, consiste en cuidar los sistemas de amortiguación interna de la cavidad auditiva. Se trata de un encadenado de diminutos huesecillos que protegen al oído interno y facilitan que el tímpano vibre, pero que si son arrasados por un sonido extremo dejan al descubierto e indefenso al nervio auditivo. Entonces, cualquier ruido lo agrede. Esto puede evitarse no permaneciendo más de 30 minutos escuchando música con el MP3 personal –cada media hora, un descanso de 60 minutos–, y no superando el 50% de la potencia auditiva que los aparatos permiten alcanzar
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30/06/2010