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Ellos también pueden necesitar una terapia.

Noah Lascano, de 8 años, tenía un problema: Sus maestras no podían leer su caligrafía. Su tarea se convirtió en un ejercicio frustrante de escribir una vez, y luego, a solicitud de la profesora, escribir de nuevo, solo para que fuera legible.

Su hermano, James, de 5 años, estaba teniendo problemas en el jardín de niños; incluso dibujar figuras con líneas rectas requería de esfuerzo. Cuando su madre, Paula Lascano, trató de animarlo a completar algunas tareas del libro de ejercicios, él reportó que “su mano se cansaba demasiado”.

Como muchos padres, Lascaco decidió que era el momento de buscar ayuda, así que hace diez meses contrató a Casey Halper, una terapista ocupacional pediátrica, para trabajar primero con James, luego con Noah, una vez a la semana.

Los niños manipulaban masilla verde endurecida, ponían tachuelas en pizarrones, creaban cadenas de monedas y conectores plásticos y escribían el alfabeto, una y otra vez.

En estos días, muchos dedos pequeños están siendo ejercitados. Hace 25 años, los terapistas ocupacionales pediátricos atendían principalmente a niños con discapacidades graves como espina bífida, autismo o parálisis cerebral.

Hoy en día, estos se están enfocando también en ayudar a niños sin discapacidades obvias para sostener un lápiz.

En vecindarios ricos y alrededor de Nueva York (EE.UU.) los terapistas ocupacionales han tomado su lugar al lado de tutores académicos, psicólogos, entrenadores privados e instructores personales; el ejército que a menudo está detrás de los estudiantes académicamente exitosos.

La terapia ocupacional pediátrica quizá sea algo así como los pilates para los pequeños, un régimen de técnicas que prometen conceder beneficios únicos al practicante.

O, como el aumento en las pruebas neuropsicológicas y en el uso de medicinas para mejorar la atención de un niño, el incremento en la terapia pudiera sugerir algo que podría haber salido mal en las escuelas, en nuestro nivel de expectativas académicas o quizá en la niñez misma.

“Por un lado, pienso que está perfectamente en línea con la tendencia contemporánea de que los padres y educadores busquen especialistas de alto costo para tratar los problemas rutinarios de la niñez”, dijo la doctora Philippa Gordon, una pediatra popular en el acaudalado vecindario de Park Slope, en el distrito neoyorquino de Brooklyn, que es asesora médica del sitio web de Padres de Park Slope. “Por otra parte, veo que la intervención temprana puede evitar que los problemas pequeños se conviertan en grandes”.

Linda Florin, que dirige un servicio de conserjería privado en Manhattan, pagó a un terapista $ 125 a la semana durante casi tres años para ayudar a su hijo, Wyatt, ahora en primer grado en la escuela preparatoria Columbia, a mejorar la fuerza de su mano y controlar el lápiz. Dijo que fue dinero bien gastado. “La escuela no es fácil y se vuelve más difícil conforme los niños crecen”.

“Ver a un terapista ocupacional era antes una admisión de que había algo gravemente mal en un niño”, dijo Paula McCreedy, que, con su socia, Prudence Heisler, abrieron una sucursal de su activo consultorio de Greenwich Village en Brooklyn Heights, en parte para satisfacer la creciente demanda de familias que buscan terapia pagándola en privado.

En estos días, indicó, “muchos padres están encontrando que los terapistas ocupacionales pediátricos pueden ayudar a sus hijos a ser lo mejor que puedan ser”.

En Manhattan, el brutalmente competitivo proceso de admisión en secciones maternales y jardines de niños está llevando a muchos padres a inscribir a sus hijos pequeños en terapia.

Un padre en el Upper East Side señaló que la ansiedad por el agarre de su hijo –su pequeño de 3 años toma las crayolas con el puño– lo llevó a buscar terapia. Agregó que muchas familias usan a terapistas ocupacionales para que ayuden a sus hijos a obtener la admisión en escuelas de élite.

Para algunos niños de escuela primaria, los terapistas ocupacionales también están llenando el vacío dejado por estas instituciones, muchas de las cuales ya no ofrecen instrucción en la mecánica de la caligrafía.

Linda Tulloch esperó en vano a que los maestros en la escuela de la Calle Norte, en Greenwich, Connecticut, ofrecieran a su hijo, Jack, ahora en quinto grado, instrucción de caligrafía. “Ya en segundo grado pude ver que necesitaba ayuda para formar sus letras y números”.

Pero los maestros de Jack le dijeron que la caligrafía era anticuada y que los estudiantes usarían un teclado, no un lápiz. “Eso no me convenció”, expresó Tulloch. “Los niños no pueden usar un teclado para tomar una prueba o realizar operaciones matemáticas”.

Finalmente, Tulloch contrató a un tutor, quien usa un programa de caligrafía –Caligrafía sin Lágrimas–, diseñado por un terapista ocupacional.

Anthony DiCarlo, director de la escuela primaria William E. Cottle, en Tuckahoe, Nueva York, un suburbio al norte de Manhattan, comentó que muchos niños experimentan retrasos en sus habilidades motoras fina y gruesa.

“Casi todos nuestros niños llegan al jardín de niños capaces de recitar las letras y los números. Algunos incluso saben leer. Pero en los últimos cinco años he visto un aumento drástico en el número de niños que no tienen la fuerza en las manos para utilizar unas tijeras o realizar proyectos de arte y artesanía, lo cual a su vez los prepara para la escritura”, mencionó DiCarlo.

Muchos pequeños de jardín de niños en su comunidad, dijo, han tomado clases de apreciación musical o han participado en equipos deportivos o clases de yoga dirigidos por adultos. Y la mayoría también ha pasado demasiado tiempo frente a un televisor o una pantalla de computadora.

Sin embargo, muy pocos han tenido oportunidades ilimitadas de correr, saltar y brincar, o hacer pasteles de lodo o romper ramitas. “Estoy totalmente a favor del rigor académico”, aseguró, “pero en estos días digo a los padres que permitir a sus hijos moldear lodo, jugar en la arena o construir con Play-Doh desarrolla importantes habilidades que los preparan para la escuela también”.

El problema se ha vuelto tan agudo que, hace dos años, DiCarlo contrató a una terapista ocupacional de tiempo completo que trabaja con los 500 estudiantes en su escuela primaria. La terapista Deirdre Madden pasa el 40% de su día con niños que tienen discapacidades diagnosticadas, y el resto de su tiempo mejorando las habilidades motoras finas y el control muscular del resto de los estudiantes.

“En mi empleo anterior estaba trabajando con niños que tenían discapacidades mucho más graves y realmente no podía ver qué papel podía yo tener en una escuela regular”, acotó Madden. “Pero resulta que muchos de los niños aquí necesitan más apoyo”.



Apuntes

La terapia ocupacional pediátrica permite descubrir y aprovechar al máximo el potencial individual del niño que se enfrenta a dificultades en su desarrollo o ejecución de actividades en relación a lo esperado al grupo de edad al que pertenece, a través de la actividad y el juego.

Para que un niño desempeñe una tarea funcional –desde atarse los cordones de los zapatos hasta escribir al ritmo de sus compañeros en clase–, el terapeuta ocupacional pediátrico trabaja en aspectos como sus habilidades de destreza y coordinación fina.

http://www.eluniverso.com
27/05/2010

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