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Nuevas técnicas avanzan hacia un diagnóstico precoz del alzhéimer.

Actualmente se está investigando en más de un centenar de fármacos para el alzhéimer. La mayoría de ellos, destinados a frenar la progresión de la enfermedad. Muchos expertos coinciden en que, una vez aparecidos los síntomas, será difícil encontrar la manera de curarla teniendo en cuenta que aún está muy lejos la posibilidad de regenerar el cerebro con neuronas sanas. Así pues, si se prevé que los fármacos del futuro sirvan para frenar la enfermedad, resulta urgente desarrollar en paralelo técnicas de diagnóstico para detectarla cuanto antes, cuando aún no hay síntomas de demencia.

Hoy en día, el alzhéimer se diagnostica cuando los problemas de memoria ya son muy evidentes. En los países con unidades de demencia consolidadas y un alto nivel de sensibilidad social, sólo un 25% de los casos se diagnostican en una fase de deterioro leve (hacia los 60 años), indica José Luís Molinuevo, director de la Unidad de Alzhéimer del hospital Clínic de Barcelona, y uno de los ponentes del II simposio internacional sobre la Enfermedad de Alzhéimer celebrado en Barcelona. "El alzhéimer tiene tres fases, la no sintomática, en la que no se detecta; la prodrómica (o de deterioro cognitivo leve) que puede darse hasta cinco años antes de la aparición de la fase de demencia. En la fase prodrómica se dan pequeños olvidos, pero también pueden deberse a otras cosas, por eso necesitamos mejores herramientas", explica Molinuevo.

Una de las causas más claras de la enfermedad es la formación en el cerebro de depósitos de la proteína beta amiloide, que daña las neuronas. Uno de los instrumentos más prometedores para el diagnóstico precoz, aún en fase experimental, es el Pittsburg Compound B (PIB), un compuesto fluorescente que se inyecta en sangre y que permite ver estos depósitos en el cerebro mediante la técnica de neuroimagen PET. El objetivo final de estas investigaciones consiste en medir estos depósitos desde edades tempranas.

Oscar López, director del Centro de Investigación del Alzhéimer de la Universidad de Pittsburg, donde se ha creado este compuesto, explica que en estudios con miembros de diferentes generaciones de familias afectadas, "se está viendo que la proteína puede estar presente desde los 28 años". Sin embargo, aún será necesario precisar cómo y en qué cantidades para considerarla un auténtico biomarcador. "Aún no está a punto la sensibilidad del método, ni el significado de que una persona tenga la proteína. Hay quien vive con ella durante años y no desarrolla la enfermedad", afirma López.

Hasta ahora, la presencia de estas placas sólo se podía observar claramente tras la muerte del individuo. De hecho, en diferentes estudios basados en autopsias a ancianos sanos y enfermos se ha podido ver que hay personas que mueren con abundantes depósitos y sin síntomas. Algunas teorías lo atribuyen a la reserva cognitiva, es decir, a que una vida intelectual activa les ha dotado de una plasticidad neuronal que hace que su cerebro deteriorado sea capaz de utilizar vías neuronales alternativas.

"El problema es que necesitamos estudios a largo plazo, que pueden durar muchos años", afirma López. Sus investigaciones se centran en familias con una alta predisposición genética por sufrir mutaciones en dos genes, el PS1 y el PS2. "En el mundo debe haber unas 200. Nosotros estudiamos a tres generaciones de tres familias", explica. En total, unos 20 individuos entre 20 y 50 años. "Hemos podido ver que, a partir de los 30 años todos tienen beta amiloide", explica.

En España, el hospital de Sant Pau de Barcelona ha solicitado ya permiso al Ministerio de Sanidad para iniciar un estudio propio con la técnica PIB, en el que participarían unos 20 individuos. Según explica Rafael Blesa, director del Servicio de Neurología del centro, la autorización podría llegar en breve.

También se investiga en biomarcadores para detectar la enfermedad cuando el deterioro cognitivo empieza a asomar, y distinguir si los primeros olvidos que conlleva la edad se deben al alzhéimer, a alguna otra enfermedad o al mismo envejecimiento. En el Clínic, Molinuevo investiga para analizar en el líquido cefaloreaquídeo, tomado de la columna vertebral, la presencia de la proteína TAU, que forma los ovillos neurofibrilares, también presentes en la enfermedad.

http://www.elpais.com
12/07/2009

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