Paula Serra lleva en el colegio Sa Blanca Dona desde los tres años. Ya entonces tenía un importante déficit de visión, así que las profesoras de Infantil se las ingeniaban para que la evolución de la niña fuera la misma que la del resto de sus compañeros. Paula ha ido creciendo. Y el colegio con ella, como asegura la directora, Isabel Cardona, que sabe de lo que habla, ya que también es la profesora de inglés de Paula.
Isabel destaca el esfuerzo que han hecho el centro y los profesores para garantizar que la discapacidad visual de Paula no sea un problema a la hora de aprender sino sólo una característica más de la niña. «Es listísima, y eso facilita mucho las cosas», apunta para que no quepa duda alguna de sus capacidades. Esta misma frase o alguna que viene a decir lo mismo repetirán Rosa, la secretaria del centro, Tina Balboa, que es su tutora, y Àngels Martínez, la maestra y pedagoga terapéutica de la ONCE que una vez por semana acompaña a Paula en las clases para ayudarla. En la jerga de la conselleria de Educación Àngels es una UVAI (Unidad Volante de Apoyo a la Integración).
Adiós a la tiza
Las pizarras digitales que llegaron hace cuatro años al centro son básicas para Paula. «La tiza no la ve bien y las pantallas nos permiten escribir en negro sobre blanco, que lo ve mejor», explica Isabel Cardona. Además, como durante las clases la niña ve en la pantalla de su portátil lo mismo que se proyecta en la pizarra digital, puede ajustar el tamaño hasta verlo sin problemas. De todas maneras, la directora y Àngels explican que desde pequeña Paula está acostumbrada a acercarse a la pizarra siempre que lo necesite.
Ella misma muestra en clase cómo funciona la pizarra. Las profesoras retiran la explicación sobre Saturno y dejan la pantalla en blanco. Paula escribe su nombre. Algunos de sus compañeros se animan y acaban todos frente al proyector mientras Tina, la tutora, se dispone a utilizar uno de los libros digitales que el centro ha pedido a las editoriales para Paula. Entre todos equilibran la pantalla, que con el alboroto se ha descuadrado. Los niños ríen. Aparecen unos ejercicios de lengua. Pegada a la pantalla escribe con un puntero ´r´ o ´rr´ en una lista de palabras: rosa, carro, alrededor, borrador, rocío, risa, terrícola? «También se puede hacer con el dedo», afirma dejando el bolígrafo digital.
Libros sin papel
Isabel Cardona explica que no es fácil conseguir estos libros digitales. «Las editoriales temen que se haga un mal uso de ellos», afirma. De hecho, a pesar de que han solicitado un ejemplar de cada uno de los libros que utilizan este curso todavía están esperando el de inglés. La directora del centro destaca el trabajo que ha llevado a cabo el centro y los profesores para aprender a usar las pizarras digitales. De hecho, Isabel y Àngels recuerdan a Sandra, que ya no forma parte del claustro de Sa Blanca Dona: «Se fue por su cuenta a Madrid a hacer un curso para aprender cómo funcionaban».
Ambas rememoran que entonces pidieron al Centre de Professorat que organizara cursos sobre el uso de estas pizarras y les respondieron que no podían porque todavía no había nadie suficientemente formado para dar las clases. «Sandra nos decía que tenían posibilidades infinitas para usarlas en clase. Que lo mínimo que se podía hacer era escribir como en las de toda la vida y usar Internet, pero que a partir de ahí podías hacer lo que quisieras», explica Isabel Cardona.
La verdad es que todos los niños de la clase de Paula están contentísimos de haber sustituido la pizarra negra para tizas por la pantalla blanca en la que para escribir sólo necesitan la punta del dedo.
Paula adora a Àngels. Le encantan los jueves porque es el día en que la pedagoga de la ONCE está con ella en clase. Para el resto de los alumnos, sus visitas también son muy especiales, ya que no sólo está pendiente de Paula sino que se fija en el comportamiento del resto de los alumnos. Su labor en la clase de tercero es ayudar a la niña a reafirmarse. «Cuando está en la clase y se va un momento con otros niños Paula la reclama, sabe que está ahí por ella», apunta la directora del centro.
«Combinamos la atención en clase con reuniones con la tutora y también con todos los profesores que tienen a Paula como alumna», detalla. «A mí, tener una persona que nos asesore y nos ayude me da muchísima tranquilidad», apunta la directora del colegio Sa Blanca Dona.
Una mesa especial
La mesa de Paula también es especial. Se convierte en atril levantando parte de la tabla. Así Paula puede acercarse las hojas a pocos centímetros de sus ojos sin tener que encorvarse. «Es uno de los problemas que tienen las personas con déficit de visión. Se agachan mucho para leer y pueden acabar con dolores de espalda», explica Àngels. El atril tiene dos posiciones diferentes «para los libros, que son más gordos, y las hojas», señala la alumna.
Como la mesa es regulable, en el colegio confían en que le sirva hasta que llegue a Secundaria. Hace poco que la han cambiado. Mientras Paula era más pequeña, utilizaba un atril portátil. «Se ponía y se quitaba de su mesa cuando le hacía falta», recuerdan Isabel y Àngels.
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25/02/2009