La prevalencia del Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH) entre los niños en edad escolar suele ser del cuatro por ciento, según explica la psiquiatra María José Martínez, y agrega que, sin duda «es el trastorno más frecuente» entre los pequeños. Un 30% de los niños que llegan a la consulta de salud mental sufre alguna fase de ese síndrome. «El año pasado atendimos en torno a unos 250 niños nuevos, de los cuales unos 60 fueron diagnosticados con el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad», puntualiza.
En cuanto a las causas que provocan la aparición del trastorno destaca en primer lugar la predisposición genética ya que, de acuerdo a la especialista, el índice de los niños que lo heredan de alguno de sus padres se sitúa en torno al 80%. Además hay que sumar factores ambientales como el consumo de tabaco u otras sustancias tóxicas durante el embarazo, las complicaciones durante el parto y el desarrollo del menor en ambientes familiares conflictivos o en un entorno de pobreza.
En referencia a los principales síntomas que se detectan en estos niños se pueden mencionar la hiperactividad motora «son niños que se mueven más de lo normal y sin que el movimiento esté justificado por la necesidad de hacer algo, es decir que su actividad motora no es organizada; incluso al momento de jugar o al practicar un deporte no pueden ceñirse a las reglas, especialmente durante los primeros años». También destacan su impulsividad «pues la falta de control inhibitorio los lleva a actuar sin pensar» y la incapacidad de prestar atención o de concentrarse de forma sostenida. «A estos síntomas hay que añadirle el que estos pequeños suelen tener una conducta temeraria, no tienen sentido del riesgo y, por ese motivo, sufren más accidentes que otros críos», afirma María José Martínez.
Estos síntomas se ven reflejados en la vida diaria del niño con TDAH ya que su rendimiento académico suele ser más bajo, con frecuencia leen y escriben mal, a pesar de tener una capacidad intelectual buena, e incluso pueden aparecer problemas de conducta. Además es posible que por su forma de interactuar, que suele ser invasiva o hasta violenta, sufran el rechazo de sus compañeros y esto desencadene otras patologías como la baja autoestima y la depresión.
El diagnóstico del TDAH es 100% clínico basado en lo que cuentan los padres y los profesores, a mayores de lo que se pueda ver en la consulta del psiquiatra. «Nosotros utilizamos cuestionarios que a través de los equipos de orientación educativa y psicopedagógica hacemos llegar a los profesores para que nos hablen de cómo es la conducta del niño. Uno de esos cuestionarios compara la conducta del menor con la de otros pequeños de su misma edad, en base a una puntuación que lo sitúa en percentiles que muestran que nivel de actividad tiene, y si está muy por encima que el resto de sus compañeros».
En lo que se refiere al tratamiento farmacológico hay cantidad de estudios que avalan su eficacia, que puede llegar hasta un 80%. Hay muchos padres que lo piden aunque otros siguen siendo reticentes debido a que existe un desconocimiento sobre el tema.
Se piensa, por ejemplo, que los medicamentos los mantienen dopados, cuando es todo lo contrario. «Los niños hiperactivos lo que tienen es una hipoactividad de sus sistemas cerebrales de control de la conducta y el tratamiento lo que hace es incrementar la actividad de esos circuitos para aumentar el control inhibitorio. Nuestro control sobre la conducta no depende de que estemos relajados sino de que existan determinados circuitos funcionen correctamente. En estos niños ese control inhibitorio no funciona bien y hay que estimularlo con un aumento de su actividad cerebral. Los fármacos que se les suministran son, en efecto, psicoestimulantes», sostiene María José Martínez.
El tratamiento por lo general suele ser multidisciplinar pues combina sesiones de modificación de conducta en la consulta con el especialista, informando a los padres y, por supuesto, con una actuación psicopedagógica al interior del colegio. «Son niños con problemas de aprendizaje específicos de lectura, escritura, y necesitan refuerzos y apoyos por parte de los psicopedagógos. Además es necesario que los maestros sepan que el niño tiene esas características para utilizar pautas educativas específicas como tenerlos más cerca y no al final de la clase, o permitirles una cierta movilidad, por ejemplo que sean los que van a hacer los recados, porque necesitan estar en actividad», puntualiza Martínez. De esta manera es posible que los pequeños aprendan a controlar sus impulsos y potenciar conductas sociales y cognitivas adecuadas.
«Hay que aliviar a los padres que sufren sentimientos de culpa»
Lo usual es derivar a los niños que padecen hiperactividad a la consulta del psiquiatra pero en el tratamiento aportan todos: padres, psicopedagógos y maestros. «Tenemos especial interés en informar a los padres porque todavía existe mucho desconocimiento sobre este síndrome. Hay un mito que dice, por ejemplo, que no existe y que sólo se trata de niños inquietos a los que les hace falta más mano dura. De ahí la importancia de exculpar a los padres, pues son frecuentes los sentimientos de culpa que padecen, y también a los propios niños que, se sienten afectados por las consecuencias de su conducta». Sin embargo, también es importante no atribuir todos los defectos del niño al trastorno. «Es verdad que son críos especiales que no son fáciles de manejar y requieren una educación más personalizada, pero no deben ser tratados discriminatoriamente.
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30/12/2008