Andrea Bravo tiene 18 años y acaba de terminar el secundario. Pese a que tiene síndrome de Down, su esfuerzo, la contención de su familia y el trabajo dedicado de un equipo de profesionales le posibilitaron terminar la escolaridad en una institución educativa común. Logró integrarse a un grupo de 20 compañeros de diferentes edades que concurren a la Cooperativa de Enseñanza “Jardín de la República”, Centro de Altos Estudios.
Ansiosa por el acto de colación de grados, Andrea cuenta que está preparando su vestido para la noche de la fiesta. “Me gusta bailar y escuchar música. Por eso, el año que viene voy a estudiar Educación Física en la facultad”, afirma.
Ya está de vacaciones y tiene más tiempo libre. Elige pasarlo con sus amigos Patricio, de 22 años, y Pilar, de 19 años, que también son Down. “Vamos a comer, al teatro y a recitales”, comenta.
Con total soltura, Andrea conversa con sus compañeros que, además de hacerle muchos halagos, desmienten algunos mitos acerca de la presencia de una persona con discapacidad en un aula común y corriente.
“Cuando entré a la escuela, hace dos años, me llamó la atención ver a Andrea. Nunca me imaginé que sería una compañera con la que podría compartir tanto. Ella participa de las fiestas que hacemos, se ríe de nuestras bromas y tiene muy buena conducta”, dice Claudia Guerra, de 28 años, una compañera de curso.
“En clases es un poco tímida pero con nosotros conversa mucho. Jamás tiene problemas con los contenidos. Al contrario, algunos compañeros le piden en las pruebas que les dicte”, cuenta sonriente Cristian Esteban, de 20 años.
Años de lucha
Lo que sus compañeros observan es el resultado del empeño de la madre de Andrea. Desde un comienzo, luchó para inscribir a su hija en una escuela común con el objetivo de que pudiera desarrollar aptitudes como cualquier otro chico. “No fue fácil. Al principio, Andrea iba a un colegio privado, pero cuando no pude pagárselo más comencé a buscar instituciones y a pedir ayuda, porque nadie la aceptaba”, relata María Inés Elli de Bravo.
A causa de eso, Andrea hizo el primario en cinco escuelas diferentes. “Había dificultades de parte de las instituciones. En ese entonces no había experiencias de aprendizaje de este tipo y los docentes se resistían a tener un alumno con síndrome de Down”, afirma María Inés. Esa situación la impulsó a crear Al Centro de Capacitación, Estimulación, Desarrollo e Integración (CEDI) que cuenta con un equipo interdisciplinario para brindar apoyo a los chicos con síndrome de Down que quieran asistir a escuelas comunes.
“Desde la Dirección de Educación Especial nunca obtuve soluciones. Finalmente, Andrea comenzó la secundaria en la escuela Jardín de la República porque la directora se animó, y una especialista del CEDI acompañó a Andrea y se ocupó de adaptar los contenidos”, subrayó la madre.
Andrea, además de terminar el secundario, ha sido tan disciplinada y constante en sus estudios que llegó a ser escolta de la Bandera.
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22/12/2008