Daniel Radcliffe, el actor que interpreta en la gran pantalla al famoso mago Harry Potter, sufre dispraxia. Esta es una enfermedad que afecta al 10% de los británicos, según el diario Daily Mail, y consiste en la dificultad para realizar con coordinación ciertas tareas, por ejemplo, llevar a cabo determinados movimientos elementales o incluso en el habla.
Daniel Radcliffe, actor británico que interpreta en la gran pantalla al famoso niño mago Harry Potter, sufre dispraxia desde su niñez.
El origen etimológico de la palabra nos da las claves para saber en qué consiste esta enfermedad. El prefijo “dis-” señala dificultad o anomalía y la palabra de origen griego “praxis” significa práctica. Es decir, la dispraxia haría referencia a la dificultad para realizar con coordinación ciertas tareas, desde llevar a cabo movimientos elementales hasta tener dificultades en el habla.
En el caso de Radcliffe, que no olvidemos es uno de los jóvenes más ricos de Gran Bretaña, este desorden mental le dificulta enormemente hacer algo tan cotidiano como es atarse los zapatos, según recientemente ha informado el periódico inglés Daily Mail.
Como afirma este diario, la dispraxia es un desorden mental común que afecta con severidad al 2% de los británicos pero cuyos síntomas se pueden ver en, aproximadamente, el 10% de la población de este país. Los varones son los más afectados al padecer esta enfermedad cuatro veces más que las mujeres.
A la dispraxia también se le denomina “el síndrome del niño torpe” porque puede llevar a los padres de estos niños a pensar que se trata de una torpeza normal que se irá con la edad, sin embargo, para mejorar la situación del enfermo, su dificultad o lentitud para llevar a cabo acciones motrices, debe de ser tratado por especialistas.
Cuanto más temprano se haga la detección de la afección, mayores facilidades tendrá el individuo para vivir superando estas dificultades.
Podemos reconocer al individuo dispráxico si observamos que tiene problemas de coordinación, dificultades con su equilibrio, una gran torpeza o una baja capacidad de concentración y expresión escrita.
En muchas ocasiones estos síntomas llevan consigo, además de la propia frustración que siente el niño, la discriminación de sus compañeros de colegio.
En edad adulta, este tipo de personas puede tener gran dificultad también para hacer tareas tan básicas como cocinar o conducir.
En algunas ocasiones este desorden mental también puede afectar la capacidad lingüística, es lo que se conoce como “dispraxia verbal”. En estos casos el discurso oral del individuo es muy poco fluido, por lo general su lenguaje está lleno de frases cortas e incorrecciones en la pronunciación de las palabras.
Por ello, muchos de estos niños precisan prolongados tratamientos de vocalización y mejora del lenguaje. Debemos tener siempre claro que padecer dispraxia no implica que la persona tenga una inteligencia inferior a la media.
Importantes instituciones ya han llamado la atención sobre la necesidad de tomar en serio este tipo de enfermedades.
El año pasado, el Parlamento Europeo adoptó una resolución en la que incluso se pedía que la dispraxia, junto con otros desórdenes como la dislexia, que afecta a la capacidad de lectura del individuo, fuesen formalmente reconocidos como discapacidades por los países miembros que conforman la Unión Europea, con las consiguientes mejoras en las ayudas para los tratamientos de las personas que padezcan estas enfermedades neurológicas.
En el escrito también se recomendaba la creación de una red europea sobre los trastornos específicos del aprendizaje.
Es cierto que este texto tiene más valor político que jurídico, no es vinculante para los Estados miembros de la UE, pero sí que supone un avance importante en el reconocimiento de la importancia que tienen estos desórdenes mentales y un impulso a la investigación para que se desarrollen tratamientos más eficaces contra estos trastornos que afectan a mucha gente y que dificultan enormemente alguna de las tareas más básicas de la vida cotidiana.
Agencias
26/08/2008