A Daniel, de ocho años y ojos profundos, el mero hecho de tocar plastilina o pinturas de la cara le ponía tan mal cuerpo que tenía ganas de gritar o tirarse al suelo. A veces lo hacía, cuando su autismo no le permitía expresarse de otra forma. Tampoco soportaba que otros le tocasen. Hasta que llegó Alejandra, de ocho años y sonrisa dulce, con una pintura en las manos y no supo negarse. Se convirtió en su maquilladora preferida. Y luego invirtieron los papeles y Daniel dibujaba una corona en la frente y dos soles en sus mejillas: "Te pintaré como una reina, bueno, no tanto, como una princesa"...
Daniel y Alejandra forman parte del taller de ópera desarrollado en el colegio Enrique Tierno Galván de Móstoles e impulsado por el Teatro Real como proyecto pedagógico que acerca este género a los más pequeños. Y ocurrió lo inesperado: la ópera demostró tener cierto poder curativo con el autismo.
El reto asumido por tres escuelas de la Comunidad (incluidos un centro de Villarejo de Salvanés y otro de Vallecas) consistía en crear una compañía de ópera a pequeña escala, donde los niños se convirtieran en compositores, letristas, cantantes, maquilladores, técnicos, diseñadores o escenógrafos. Este programa, impartido por la pedagoga estadounidense Mary Ruth McGinn, se ha desarrollado desde 1983 en el Metropolitan de Nueva York y en la Washington National Opera con exitosos resultados. Ella misma lo aplica en su colegio de Maryland para integrar a alumnos hispanos que no hablan inglés. Sin embargo, hasta ahora ninguno de estos centros había formado un equipo mixto como el colegio de Móstoles donde, desde febrero, cinco niños con trastorno generalizado del desarrollo (TGD) trabajan en el taller de ópera con otros 13 chavales.
"Teníamos dudas de que funcionase. Sabíamos que algunas tardes habría mucha gente: madres cosiendo disfraces, chicos que no conocían, y eso les podía provocar ansiedad. Nuestra sorpresa fue mayúscula cuando vimos que se implicaban en las tareas, sobre todo de maquillaje y vestuario", explica la profesora Teresa Cano. La participación de estos niños autistas no sólo sirvió para mejorar su comunicación, sino también su autoestima porque se sentían útiles, parte de un equipo.
"No sé cómo decir lo que sentí en el estreno, pero mi trabajo era importante: tenía que abrir y cerrar el telón. Y además recorté telas y las grapé a las sillas", cuenta con orgullo Jorge, de 12 años, con un autismo leve, perceptible sólo por el esfuerzo que hace para fijar la mirada. Su compañera Rocío, escenógrafa infantil, le hace memoria: "Pero si te vi saltar detrás del telón. ¡Está grabado en vídeo!". Jorge se acuerda y sonríe.
"Lo bueno del taller ha sido aprender a trabajar con personas diferentes de nosotros y confiar en ellos. Además, casi siempre se piensa que lo importante de una ópera son los cantantes, pero esto demostró que sin los técnicos no se hace nada", describe la joven manager de producción Patricia. "Queremos continuar el taller durante el próximo curso y profundizar en los logros. Para los padres es muy importante ver los avances de sus hijos y no asociar el autismo con un niño apartado en un rincón", señala el coordinador del proyecto, Vicente Oeo.
A partir del próximo año, el Teatro Real volverá a ofrecer este proyecto pedagógico a los colegios que lo deseen. Más información: www.teatro-real.es
El Pais
19/06/2008