La audiometría que se usa habitualmente para determinar si una persona oye bien, “no permite detectar tempranamente problemas que empiezan para frecuencias de sonido altas pero que, cuando avanzan, llegan a las frecuencias imprescindibles para oír la palabra hablada”, explica Mario Serra, director del Cintra, de la UTN. Es que “la audiometría convencional va desde los 125 a los 8000 hertz y cubre básicamente el rango de la palabra hablada, lo que se denomina audición social útil. Pero la audición humana llega a los 20.000 hertz”.
Por eso, para determinar el umbral auditivo –el mínimo volumen de sonido que, para determinada frecuencia, puede percibir una persona–, los investigadores del Cintra utilizaron la “audiometría de rango extendido”, que cubre hasta los 16.000 hertz: “En esas altas frecuencias, la hipoacusia no influye en la palabra, aunque sí afecta la posibilidad de escuchar o ejecutar música: y, al aplicar esta audiometría a los mismos adolescentes en años sucesivos, constatamos que la hipoacusia avanzaba sobre las frecuencias que sí conciernen al lenguaje hablado”, cuenta Serra.
En el Cintra también utilizan otro aparato que permite detectar las “otoemisiones acústicas”. Es que “cuando el oído recibe la señal sonora, emite a su vez un ruido, que ese aparato registra: mide objetivamente el estado de la audición, a diferencia de las audiometrías, que siempre se basan en la respuesta de la persona. Las otoemisiones permiten detectar problemas auditivos en recién nacidos y tomar medidas precozmente”, cuenta Ester Biassoni, investigadora del Cintra. Al usar esta tecnología para el seguimiento de grupos de adolescentes a lo largo de varios años, el Cintra concretó un trabajo pionero en términos internacionales; los investigadores fueron invitados a disertar en países como Estados Unidos y Japón.
Página/12
30/04/2008