En poesía, la dislexia es muy utilizada como una construcción con situaciones no tradicionales. Ficciones de creación que componen este gran mosaico poético que es «Dislecsia»: Miguel Rio Branco recicla un centenar de imágenes de su carrera (desde el 68 hasta el 93), que, juntas, nos cuentan otra historia. «La persona que tiene problemas con la lectura se inventa una manera de hacer nuevas lecturas -dice el fotógrafo-. En este trabajo hay muchas imágenes utilizadas en otros trabajos hace mucho tiempo y de repente ahora tienen otro significado con esta nueva construcción».
Pintura, cine, fotografía... Rio Branco siempre se ha movido como pez en el agua en estas disciplinas: «La construcción siempre fue tan importante como hacer la foto. La descripción pasa a un segundo plano». ¿Es un diario vital y creativo? «Mi trabajo siempre tiene una ficción personal. Las historias que buscaba me interesaban por una cuestión existencial. Ahora, con 61 años, la carga es distinta. No hay más construcciones; es una deconstrucción de lugares y tiempos donde fueron hechas esas imágenes. Pero es evidente que tienen una cuestión emocional y hay conexiones personales. Son camadas de información».
Esta serie fue inspirada por su hija pequeña: «Vi que había un problema de aprendizaje y que le ocurría lo mismo a otras personas, quienes se dirigían en especial hacia las artes. Son interesantes todas las formas de aprendizaje. Yo no aprendí en la escuela. Hice un curso de fotografía de un mes en Nueva York en el 64 y en el 70 volví para hacer otro profesional. La cuestión autodidacta también era una pulsión interna, que empezó cuando yo tenía 14 ó 15 años». Hijo de diplomático, ha viajado por todo el mundo: «Siempre vuelvo a los mismos lugares. La documentación pura y simple no me bastaba. Buscaba algo más». Recuerda un trabajo con indios en Brasil que hizo para National Geographic. «Buscaba la idea de sociedad ideal. Pero no existe». También ha tenido oportunidad de volver a Las Palmas de Gran Canaria, donde nació en 1946.
En 1980 se incendió su estudio: gran parte de su archivo se perdió. En esta muestra ha reconstruido algunas de esas imágenes, que guardó como fetiches: «El fuego les ha dado una textura de pared vieja que era muy interesante. Quedaron con una marca, una cicatriz. Esas imágenes destrozadas por el fuego se quedan con una parte del tiempo muy interesante». Su vinculación con la agencia Magnum ha sido «sui generis»: «Yo no he sido reportero. En el 80 vivía en París y fui nominado por Magnum. Pero la cuestión documental no me interesaba. Quería tener contacto con la pintura, la experimentación, el cine... Ser miembro total no funcionaría. Me quedé como colaborador».
Sobre la situación del arte en Brasil, cree que «muchas veces, por falta de una educación artística más fuerte, uno termina siendo más creativo. De nuevo la dislexia. Cuando uno aprende demasiado, acaba teniendo muchas influencias y termina por copiar. Pasa en Brasil. La creación de arte está muy conectada con el mercado. Especialmente en EE.UU., donde casi todo es un comercio». Cree el fotógrafo que «el Gobierno debe involucrarse en hacer una educación de base fuerte. El arte no necesita que a uno lo coja de la mano. No creo en un Gobierno paternalista. Es un equívoco, se torna una cosa de control». ¿Cómo ve que la próxima Bienal de Sao Paulo se vacíe de arte? «Una tontería. Se quedaron sin presupuesto. En la dirección de la Bienal hubo equívocos muy grandes en los últimos años. Estamos en un vacío cultural general. Las bienales se transformaron en lugares de experimentación y búsqueda, pero en conexión directa con los mercados». ¿Se puede aislar el artista del mercado? «Depende de cuánto quiera ser comprado».
ABC.es
22/02/2008