Perdieron 12 horas de tiempo libre por semana a raíz de las múltiples actividades y de la influencia de la televisión.
Niños más pasivos, menos ocurrentes e imaginativos. Chicos que juegan poco a las escondidas, a la mancha, a disfrazarse con la ropa de sus padres. Con esta descripción coinciden especialistas en desarrollo infantil, al advertir el poco tiempo que hoy los chicos dedican a disfrutar, sin obligaciones, del tiempo libre.
Una investigación realizada por el psicólogo David Elkind, especialista en desarrollo temprano de la Universidad de Tufts (EE.UU.), arrojó números impactantes. El estudio -publicado en su libro El poder del juego -, dice que en los últimos 20 años, los chicos perdieron 12 horas de tiempo libre por semana, incluyendo ocho horas de juego espontáneo y actividades al aire libre.
Y en ese período se duplicó el tiempo dedicado a deportes organizados y se quintuplicaron los minutos disponibles para actividades pasivas, como mirar televisión.
El fenómeno es mundial. Surgió a partir de que en Inglaterra, una investigación de la Royal Comission Report concluyó que al agregar una hora de juego en el preescolar, los chicos obtenían mejores rendimientos escolares. Así, el juego en los niños se silenció.
Y la consecuencia son chicos cansados y estresados. Según la Conferencia Mundial de Salud Mental e Infantil, entre un 10 y 16% de los menores en los Estados Unidos son obesos y susceptibles de diabetes. Más de dos millones toman Ritalin (droga para el ADD), y más del 20% sufre algún problema de salud.
En la Argentina, si bien no hay cifras, el fenómeno es parecido. Directores de colegios, pediatras y educadores ven con preocupación cómo llegan a las aulas o consultorios, generaciones de chicos cada vez más pasivos, menos creativos, con problemas de obesidad o trastornos alimentarios, que tienen menos creatividad a la hora de resolver problemas.
La visión de Elkind coincide con la teoría del pedagogo italiano Francesco Tonucci, para quien la utilidad educativa y didáctica de los deberes, que le quitan tiempo al juego, es casi nula y, a veces, contraproducente.
Además, la falta de juego y el incremento de actividades programadas fuera del horario escolar y de horas académicas en los jardines de infantes y colegios (muchas veces en desmedro de minutos de recreación), no redundó en un mejoramiento académico. Muy por el contrario.
Alberto Berro, filósofo y director del colegio Pilgrims, de Béccar, disparó: "Existe una tendencia a contaminar el mundo infantil con el estrés del adulto. Los padres no transmitimos a nuestros hijos nuestras propias experiencias de juego de la infancia. La tendencia es llenar la agenda con actividades extraescolares".
Temor a la agenda vacía
Berro consideró que "hay un temor al vacío, a la agenda vacía. Sin embargo, es positivo que el chico tenga tiempo muerto, de no hacer nada, de aburrirse, porque desde el aburrimiento puede crear un juego que le permitirá desarrollar su imaginación. Habilidad clave para el proceso educativo".
Los pediatras confirman la hipótesis. "A mi consultorio vienen cada vez más preadolescentes cansados, desganados, mal alimentados, a las corridas. Están exigidos o saturados de hacer tantas actividades fuera del horario escolar", dijo el pediatra Eduardo Moreno Vivot, del Centro Médico Domingo Savio, de San Isidro.
"Veo chicos apáticos, incapaces de divertirse solos, de imaginar historias, de jugar entre amigos a las escondidas, o a las cartas. Hoy todo se reduce a la PlayStation o la computadora", describió.
La tecnología parece ser el virus letal. "El chat, los jueguitos de la PC, la tele, la play y los mensajes por celular arrastran a todos, adultos y niños, y desorganizan horarios lógicos y productivos en la casa", dijo Juan Martín Biedma, director de la Escuela Argentina Modelo, de Barrio Norte.
Algunos jardines de infantes y colegios comentan que sienten presión por parte de los padres para incorporar cada vez más horas académicas o actividades como computación, fútbol, inglés en su currículum.
"Nuestro preescolar solía ser de jornada simple. Hace pocos años, tuvimos que convertirlo en doble turno, y agregar horas de inglés. Los chiquitos de cinco o seis años cada vez deben rendir exámenes más difíciles para ingresar en buenos colegios bilingües. Es absurdo", comentó preocupada Beba Valenzuela, directora del jardín de infantes Mothergoose (Madre Pata), de San Isidro.
Ofertas múltiples
"Hoy la escuela debe ofrecer todo: talleres de arte, música, deportes. No se piensa en las necesidades de cada chico en particular. Algunos pueden estar satisfechos con tantas ofertas pero a otros les viene bien ir a su casa y estar tranquilos", explicó María Teresa Mayochi, directora del colegio de Todos los Santos, de Villa Adelina.
"Hoy cuesta invitar amigos de tus hijos a la casa porque nadie puede venir. No tienen tiempo", dijo Diana Oteiza, psicopedagoga y mamá.
La premisa pareciera ser: dejar a los chicos ser niños. Y no convertirlos en adultos tan rápidamente.
La psicopedagoga Natalia Montemarani, que trabaja en su consultorio con alumnos de colegios bilingües de doble jornada comentó: "Veo a muchos menores exigidos, que desfilan por psicopedagogas y maestras particulares, cuando en realidad una posible solución sería cambiarlos a colegios menos exigentes, de jornada simple. Hay que mirarlos y cuidarlos más", dijo Montemarani, del jardín Mothergoose.
"Y dejarlos jugar sin tanto horario", agregaría Elkind.
La Nacion
30/10/2007