Así lo afirma Tomás Castillo Arenal en su libro Déjame intentarlo. La discapacidad: hacia una visión creativa de las limitaciones humanas, donde apela «al corazón» de cada lector. Psicólogo especializado en discapacidad, a la que lleva dedicado 24 años, nació en Torrelavega (Cantabria), hace 48 años. Es director de la asociación Amica, con servicios y centros para personas con discapacidad en Cantabria y en Bolivia, está casado y tiene dos hijos, uno con fibrosis quística.
Castillo presentó su libro en Civican acompañado por representantes de la Asociación Navarra Contra la Fibrosis Quística y de la Asociación Navarra de Daño Cerebral. De 118 páginas, ha sido editado por CEAC, con el apoyo del Real Patronato sobre Discapacidad.
-¿Cómo llegó usted al mundo de la discapacidad?
-Cuanto terminé la carrera hice prácticas en un colegio de educación especial de Cantabria y me llamó especialmente la atención las muchas cosas que estas personas podían aportar.
-¿Qué fue descubriendo?
-Tras tantos años trabajando con ellas, creo que me han enseñado muchas más cosas de las que les he podido enseñar yo. Por ejemplo, su capacidad para valorar la vida y las pequeñas cosas, los momentos, los instantes, de ver la felicidad en la sencillez... Y, sobre todo, he podido descubrir a la persona en primer plano, con sus capacidades y potencialidades por encima de sus limitaciones. Recuerdo siempre lo que me dijo un día una persona: «A ver si eres capaz de verme a mí y no a la silla de ruedas».
-¿Qué objetivos persigue con el libro Déjame intentarlo?
-Es un grito que reclama, amablemente, el derecho de estas personas a tener su propio proyecto de vida, a elegir en libertad. Se trata de provocar un cambio en la mentalidad, porque tenemos ideas erróneas que constituyen las mayores barreras. Por eso, para poder trabajar las personas con discapacidad tienen muchas veces que hacer un esfuerzo sobrehumano para demostrar su valía. El gran problema es que nadie espera nada de ellas, sólo se ven sus limitaciones y así no se ponen medios para que puedan desarrollar sus capacidades, o al menos intentarlo. Las compadecemos por un lado y por otro les colgamos etiquetas y les exigimos que se integren, como si no formaran ya parte de la sociedad igual que el resto...
-¿Hemos sido demasiado sobreprotectores, paternalistas...?
-Durante mucho tiempo las hemos imaginado con una moral compasiva y asistencialista, como si estuvieran en una minoría de edad permanente, y esto es marginador. Hemos visto la discapacidad como una desgracia. Pensamos que es mejor llevarlos, aunque sea con buena voluntad, a centros «especiales» en vez de llevar los servicios a donde están ellos, con su familia, sus amigos, su entorno. Ponemos medios, pero sólo para que estén bien atendidos. Hemos escuchado poco sus sentimientos y aspiraciones, que las tienen. En realidad, la discapacidad, la limitación, forma parte de la naturaleza humana, que es única, irrepetible y diversa. Además, es una circunstancia que conoceremos todos en algún momento, por edad, salud, accidentes...
-¿En qué hemos avanzado?
-La actual Clasificación Internacional del Funcionamiento, la Discapacidad y la Salud (CIF), aprobada en 2001 fue un hito. Nos invita a ver lo positivo, las posibilidades, capacidades y cualidades que hay en todo ser humano, generalmente mayores que las limitaciones, y que somos seres cosustancialmente diversos y ahí radica la riqueza.
-Dice en el libro que no es sólo un problema personal.
-La discapacidad es también un problema social. Si el entorno no ofrece las facilidades y las oportunidades adecuadas, la discapacidad se manifiesta de forma más aguda y estas personas se sienten discriminadas, «diferentes».
- ¿Cuál es el papel de las Administraciones, la sociedad, etc. en cuanto a recursos y apoyos ?
-Falta mucho por hacer. El papel de las familias, de los profesionales, de las administraciones, de las asociaciones... es acompañar a estas personas en el itinerario de vida que ellas mismas quieran hacer, con los apoyos y recursos necesarios. Nuestro papel es facilitar que puedan vivir sus propias vidas en libertad y disfrutar de sus derechos de ciudadanía en igualdad. Tenemos que cambiar de enfoque: no se trata de «integrarlas», sino de pensar juntos cómo construir un mundo para todos, en el que cada persona pueda ser sencillamente ella misma.
-Y que pueda ser feliz...
-Claro. Hasta en las discapacidades más profundas existe la capacidad de disfrute, de sentir... Como el cariño. De ahí la fuerza de una sonrisa o de una caricia.
Diario de Navarra
24/10/2007