No es falta de inteligencia ni de voluntad. "La dislexia es un trastorno específico del aprendizaje de la lectoescritura", explica la licenciada Nathalie Kaufmann, psicopedagoga del Servicio de Salud Mental Pediátrica del Hospital Alemán. En el Centro Dos, institución psicoanalítica, tienen una definición ligeramente distinta: es "un malestar que está jugado en el acto de leer y escribir", dice la psicoanalista y psicopedagoga Alejandra Marronquín.
En lo que todos están de acuerdo es en la sintomatología: serios problemas a la hora de leer y escribir. En general, este trastorno es percibido recién a finales de segundo grado, cuando los problemas ya no pueden atribuirse a la novedad. Pero puede descubrirse antes, afirma Kaufmann, y detalla: "hay indicadores que pueden advertirse desde antes del preescolar, fundamentales para prevenir futuras dificultades". Estos son: retraso en la adquisición del lenguaje, dificultades para establecer rimas y en la segmentación de palabras, confusión de nociones espaciales (derecha-izquierda) y dificultad para decir los colores, nombres de letras o sonidos del alfabeto.
Las consecuencias de la dislexia, si no se trata, derivan "en una situación escolar muy difícil, ya que los problemas para leer impiden que se avance en el aprendizaje del resto de los contenidos escolares", afirma Marronquín. Y Kaufmann agrega que estos problemas suelen repercutir directamente en la autoestima de los chicos.
Las escuelas deben tener en cuenta a estos alumnos especialmente. "Necesitan más tiempo para hacer exámenes escritos o, en casos graves, que se les tomen pruebas orales, que se les marquen los errores de escritura pero no se les baje puntaje por ellos, y que el docente les dé una visión optimista del aprendizaje", dice Kaufmann.
Ambas especialistas coinciden en que es importante que las familias acompañen pero no se angustien ni presionen, ya que eso aumentaría la inhibición y además los chicos deben conocer lo que es la lectura, un acto de placer.
La razón Argentina
26/05/2007