La compasión de Orlando Hudson con los niños que padecen la enfermedad de autismo empezó desde su propia niñez. Al tener dos primos pequeños afectados por este mal, aprendió a amar, apoyar y respetar a las personas con autismo.
Durante la preparatoria, vio a niños autistas segregados del resto de sus compañeros “normales”, en salones de clases para niños con necesidades especiales, donde era poco el contacto que había con otros estudiantes. Hudson visitaba con frecuencia estos salones de clases y utilizó su papel como atleta escolar para promover la inclusión en su escuela.
A la fecha, sigue proporcionando oportunidades a los niños que padecen esta enfermedad. Una vez que se incorporó a los Diamondbacks, Hudson diseño un programa conjuntamente con el Centro de Recursos e Investigaciones del Autismo del Suroeste (SARRC, en inglés) para darles a estos niños la oportunidad de asistir a “juegos nocturnos” mensualmente.
Con frecuencia, esta es la primera oportunidad que muchos de estos niños tienen de asistir a un juego de pelota, porque resulta difícil para sus padres atender sus necesidades especiales en el ambiente del estadio.
Por tal motivo, y tras reconocer que los niños iban a necesitar su propio espacio para moverse de un lado a otro, y un baño privado, Hudson y los D-backs les facilitan a las familias una suite de lujo. De esta manera, y en un ambiente seguro y divertido, tanto los niños como sus padres pueden disfrutar del juego.
Previamente al juego, Hudson actúa como anfitrión de una sesión para conocer y saludar a los niños, y en ocasiones se hace acompañar de algunos de sus compañeros de equipo.
Esta es una oportunidad única creada por Hudson para que los niños disfruten, y para que otros jugadores se eduquen un poco más acerca del autismo. Cada uno de los niños que asiste al evento, recibe una camiseta de los D-backs, autógrafos, y un inolvidable choque de manos o abrazo de parte de “O-dog”.
“Siempre es importante traer niños al juego, especialmente estos niños”, dice Hudson. “En el lugar donde yo crecí, faltaba el dinero y había carencia también de atención hacia estos niños. Creo que todos necesitamos de vez en cuando un abrazo y una sonrisa”.
“Algo que siempre quise hacer fue tener una fundación que trabajara a favor de los niños con autismo. Sé que Dios me bendijo para estar en el lugar que estoy, de manera que este es definitivamente uno de mis sueños por cumplir. Creo que es una bendición haber llegado aquí y poder trabajar con SARRC”.
Oportunidad memorable
La oportunidad para visitar a Hudson es memorable para estos niños, pero no son ellos los únicos que se benefician de estas reuniones previas al juego. “Yo también lo disfruto”, dice Hudson.
“Me hace sentir bien porque juego un deporte para el cual estoy bendecido. Es una delicia cuando estos niños me “chocan” la mano o me abrazan, porque me hacen sentir muy bien”.
Al ser un desorden neurobiológico complejo, el autismo interfiere con el desarrollo de la comunicación y la interacción social, y aunque afecta de manera diferente a cada niño, se caracteriza con frecuencia por un comportamiento inusual y repetitivo.
De acuerdo con SARRC, aproximadamente la mitad de los niños autistas no pueden comunicar oralmente sus necesidades, y la mayoría de ellos son incapaces de hacer cambios en su rutina diaria. Algunas condiciones relacionadas incluyen la hiperactividad, conducta auto destructiva, insomnio, y desórdenes en la ingesta de alimentos.
Por estas razones, es imperativo que para el bienestar del niño y su familia se apliquen terapias consistentes y estables al enfermo.
Un estudio dado a conocer en febrero por el Centro Para el Control y Prevención de las Enfermedades (CDC, en inglés) estima que uno de cada 150 niños están afectados por un desorden de espectro autista, que es el desorden de desarrollo infantil más común en los Estados Unidos, y para el cual no hay a la fecha alguna causa o cura conocida.
La voz
23/05/2007